Las veredas vecinales vuelven al deshabitado pueblo de Oteruelo para “que no se pierda la memoria”

Ester Fernández García

Oteruelo (Ocón, La Rioja) —
8 de agosto de 2025 22:35 h

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“¿Te acuerdas cómo nos lavábamos la cara aquí por las mañanas cuando éramos niños?”, le dijo un vecino a otro después de haber estado trabajando para recuperar la fuente de Oteruelo, un pueblo del municipio de Ocón deshabitado desde los años 70 al que nunca llegó el agua corriente. Esta fuente volvió a tener agua gracias a una vereda vecinal, los trabajos voluntarios que las personas de los pueblos del entorno y con raíces en Oteruelo han conseguido devolver un haz de vida a este rincón despoblado, pero no olvidado.

Las miradas de los vecinos y vecinas, “sin límites con los pies en la tierra”, miran ahora a la iglesia, que les gustaría techar como han conseguido en otros núcleos riojanos. Mientras tanto, miran con esperanza la rehabilitación de la torre, cuyas obras ya se están llevando a cabo gracias a la colaboración entre el Gobierno de La Rioja, la Diócesis y el Ayuntamiento de Ocón. A pesar de que Oteruelo está deshabitado hace años, la Orden de Ermitas, con las que ejecutivo regional y consistorio financian este tipo de obras de preservación del patrimonio, ha servido para consolidar su torre.

Tenemos detrás esa materia viva que son los descendientes y los propios nacidos en Oteruelo, y no queremos que se pierda la memoria

“En Ocón siempre decíamos que el día que miráramos a Oteruelo y la torre se hubiera hundido, ya no quedaría Oteruelo”, cuenta su alcaldesa, Inmaculada Ortega, satisfecha porque eso ya no ocurrirá. “Aunque las casas cada vez tienen los muros más bajos porque se van desprendiendo, la torre de la iglesia es el punto más alto, pero además, es el elemento humano de memoria colectiva”, añade. Por eso importante mantenerla en pie.

De hecho, Ortega asegura que cuando llegó a la Alcaldía de Ocón, un ayuntamiento con seis núcleos de población y este séptimo pueblo deshabitado, quiso incorporar a Oteruelo en sus políticas. “Porque tiene todavía muchísima gente que nació, que vivió, que fue a la escuela, que se casó, que tuvo hijos, que tuvo que abandonar el pueblo, pero que aún viven, muchos cerca y jamás se han olvidado de su origen”.

Los trabajos que se están desarrollando ya en la iglesia consisten en la estabilización de la torre con la reparación de unas grandes grietas que presenta. Además, el ábside está inclinado hacia la torre dejando el peso sobre la cabecera y amenazando la caída. El objetivo es consolidarla, tanto en la estructura como el propio pináculo y evitar la caída.

Y este empuje para salvar la torre y el pueblo no hubiera sido posible sin el apoyo de todos los vecinos del valle. “Tenemos detrás esa materia viva que son los descendientes y los propios nacidos en Oteruelo, y no queremos que se pierda la memoria”, subraya la alcaldesa, que asegura que el Ayuntamiento va a seguir colaborando de manera económica o con recursos materiales con los trabajos.

Las veredas vuelven a Oteruelo

Desde que en 2022 se recuperara la fiesta de San Lorenzo de manera espontánea, este grupo de personas han puesto en marcha las veredas, esos trabajos antes obligatorios para el mantenimiento de los pueblos y ya casi olvidadas. Ahora son voluntarios, pero la respuesta en Oteruelo es ilusionante. “Empezaron por necesidad, también por cariño, pero sobre todo por necesidad”, dice Álvaro González, uno de los impulsores de estas veredas. Si querían celebrar el día grande había que desbrozar la zona, primero a las afueras, ya que para entonces las calles estaban inaccesibles.

Después, siguió la ilusión y en 2023 no solo se vuelve a celebrar San Lorenzo en agosto, también Santo Tomás en invierno. “Y allí, en la ermita, alguien que dijo: ¿por qué no empezamos al que le apetezca, quedamos un día, intentamos desbrozar un poco para poder entrar?”. Y dicho y hecho. Luego, las veredas recuperaron la fuente, que llevaba escondida bajo la maleza cincuenta años y entonces otra vez, en mitad de la ilusión, volvió a saltar otra propuesta. “La próxima vez que vengamos habrá que intentar entrar al pueblo”. Así que una nueva vereda sirvió para limpiar la plaza y un acceso y, entonces, llegó la noticia de las obras en la iglesia y el pueblo volvió a responder.

La maquinaria de la constructora requería mejores accesos y, con otra vereda, este grupo de personas limpió todos los accesos. Oteruelo veía sus calles liberadas después de más de treinta años en los que prácticamente no se podía entrar. “Revivir esos momentos es precioso para quienes vivieron en esas casas, para nosotros los más jóvenes también”, dice González, que lo destaca también como una forma de estrechar lazos entre ellos. La ilusión no parece tener fin en este lugar, acaban de terminar los trabajos para preparar la fiesta de San Lorenzo el próximo 10 de agosto y ya se encuentran “a la espera de que termine la obra para ver por dónde seguir”.

Las miradas se dirigen a asentar cementerio, que también está en riesgo, “porque es muy emotivo para muchas personas que tienen ahí a sus familiares” y al resto de la iglesia, para poder techarla y recuperarla “para uso no solo litúrgico, también cultural y social”, plantea Álvaro González. Esta recuperación más material y física se une a la recuperación de la memoria que también están desarrollando, recopilando recuerdos, historias y las pocas fotografías que quedan con la intención de editar un libro.

“La colaboración entre instituciones que hemos visto con la torre nos da alas a no ponernos límites”, agradece. Por lo pronto, lo primero será este domingo 10 de agosto juntarse para celebrar la fiesta de San Lorenzo, que empieza con un emocionante repique de campanas de todos los pueblos del valle, que, como dice su alcaldesa emocionada, “suenan a una llamada a Oteruelo como diciendo: Aquí estamos, no te vamos a dejar solo”.