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Una jeringa tachada: la campaña antidroga que sirvió para 'armar' a los primeros graffiteros de Madrid

Luis de la Cruz

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Si estás cerca de la cincuentena, quizá recuerdes una campaña antidroga de 1988 que tenía por lema Engánchate a la vida. Incluso con algunos años menos, es posible que tengas memoria del lema –que fue muy exitoso mucho tiempo– y del dibujo de una jeringuilla negra tachada por un aspa roja que, en pegatinas y pintadas en las paredes, tapizó todo Madrid durante años. Fue la primera campaña de la Federación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), diseñada por la agencia Tándem & Vitrubio y enfocada a un público objetivo de 14 a 25 años.

La FAD, entonces conocida como Fundación FAD Juventud (FAD), es una fundación privada que había sido creada en 1986 con el impulso decisivo del general Gutiérrez Mellado para prevenir la caída en la droga de los jóvenes. Aún existe, tiene el foco puesto en la juventud y su presidencia de honor la ostenta la reina de España.

Los publicitarios contratados por la FAD supieron leer perfectamente los tiempos históricos de los barrios, al menos en un sentido: el graffity era una práctica aún incipiente pero que había irrumpido con fuerza entre la juventud. Según recogía la prensa de la época, se usaron eslóganes que calaron menos, como “Calle cortada al tráfico”, “Vende droga a tu mami, que esto no es Miami”, o “Coca, caca.”

Muchos de los entonces chavales recordarán que en la sede de la fundación, en la calle de Duque de Pastrana, se daban unas charlas sobre los peligros de la droga tras las que se obsequiaba a los asistentes con unos sets de pegatinas, folletos…y también esprays y rotuladores (Carioca) para extender el mensaje y el, a la postre, popular logotipo de la jeringa tachada. La acción, que hoy en día sería impensable, trataba de curarse (un poco) en salud con la siguiente instrucción:

“Pinta de forma directa y sin violencia para el propietario del lugar en cualquier caso. Si cuando surge alguna situación de enfrentamiento abandona el lugar y no respondas nunca a la provocación. Procura respetar los lugares históricos”.

Sin duda, la campaña fue exitosa pero también se corrió la voz rápidamente entre los chavales de los distintos barrios de Madrid, para los que en aquella época era complicado conseguir rotus y esprays (hasta el punto de que algunos usaban las cremas kanfort para los zapatos para firmar). De hecho, se cuenta que el camino de la fundación al metro era una senda firmas en rojo y negro que nada tenían que ver con el propósito de la prevención.   

Al fin y al cabo, la campaña podría ser tildada hoy como ejemplo de apropiación de la cultural (juvenil). Snow, uno de los pintores más míticos de aquella primera hornada de flecheros madrileños incluso sugirió en una entrevista que la apropiación había sido algo más que cultural:

“Los de No a las drogas, que me he acordado, fue que Muelle fue a una asociación que presidía la reina en Duque de Pastrana, unos chalés que daban unos esprays y un rotulador rojo y negro. Había que poner una jeringuilla tachada. Esa idea fue de Muelle, que me lo dijo él a mí, y se la quitaron”.

Para entender este ambiente conviene revisar Mi firma en las paredes, programa de 1989 que se emitió dentro del programa Crónicas urbanas, un documental ficcionado en la que aparecen el mítico Muelle, el Tifón (alter ego como escritor del luego actor Daniel Guzmán) o Bleck Le Rat (quien, por cierto, mantuvo un también mítico encuentro televisivo con una joven Esperanza Aguirre en 1990)

En 1989 el Engánchate a la vida siguió usándose con el soporte de numerosos cantantes de la época: Coque Malla (Los Ronaldos); Javier Andreu (La Frontera), Pablo Carbonell (Toreros muertos), Rafa Sánchez (La unión), Carlos Segarra (Los Rebeldes), Emilio López (Los Elegantes) y Mercedes Ferrer. El resultado fue una balada muy del gusto de la época, en la senda del We Are the World, cuyo estribillo rezaba “hay un caballo que, al pasar por tu vida, la hierba no vuelve a crecer.”

Si tuviéramos que pensar campañas publicitarias de finales de los ochenta, seguramente nos vendrían a la cabeza la de los Pezqueñines, el Póntelo, pónselo o Serrat cantando aquello de Todos contra el fuego, grabadas a fuego en los recuerdos televisivos de quienes asistíamos al monocultivo televisivo la época. Pero, ¿hubo alguna vez alguna campaña que haya incentivado tanto la creatividad de una generación de chavales? Creemos que no.