Barceló: llega la hora de disfrutar de lo sufrido
La nueva cara del entorno de Barceló va camino de completarse. Cuando este jueves, 1 de junio, se inauguren los Jardines del Arquitecto Ribera, el mayor parque de las zonas de Malasaña y Chueca, se habrá dado un paso de gigante para ello. Quedan distintos flecos aún pendientes, pero el grueso de una actuación que dura cerca de 8 largos años estará finiquitado. El proyecto del nuevo Barceló era la estrella urbanística de los dos últimos gobiernos municipales del PP, pero múltiples retrasos han querido que sea finalmente un consistorio presidido por Manuela Carmena el que lo concluya. Llega la hora de disfrutar de lo sufrido. La transformación de la zona es total. El peaje pagado, elevado... y no hablamos únicamente de dinero.
Todo comenzó a finales de 2007, cuando se dio a conocer que el proyecto de los arquitectos Nieto y Sobejano ‘Instrucciones de Uso’ se había proclamado ganador del concurso de ideas (entre 76 presentados) para la remodelación del Mercado de Barceló y de su entorno. Sin embargo, hasta febrero de 2010 no fue que comenzó la demolición del viejo mercado. Entre medias, traslado de sus comerciantes a uno provisional que se situó, por decreto, sobre el único gran parque de la zona, los Jardines del Arquitecto Ribera (“la mejor opción entre las malas posibles”, se dijo). Poco antes, el levantamiento vecinal evitó la nefasta idea original de adosar al CEIP Isabel la Católica un edificio de pisos de lujo de siete plantas, destinado a sufragar toda esta gran operación. Lo que no pudo evitar aquella revuelta ciudadana fue la pérdida de la pista deportiva de uso público que había entre colegio y mercado (oro líquido en una zona sin espacios al aire libre donde practicar deporte).
En esta gran remodelación del entorno de Barceló ha habido de todo: sobrecostes millonarios en la ejecución del nuevo mercado (¿para cuándo una auditoría?), años de retrasos en las obras (el mercado debía acabarse en 2011 y no a finales de 2014 como finalmente sucedió), pérdida del terreno municipal de San Mateo (vendido para costear la remodelación y que se convertirá en hotel), intercambio de ‘cromos’ (te quito el edificio de viviendas pero te pongo una biblioteca que antes iba a estar situada en Escuelas Pías), cuentas de la vieja sobre zonas verdes que hoy suenan a engañifa (se aseguró que se ganaría en la zona 11.000 metros cuadrados más de zonas verdes), un polideportivo que se ha quedado en gimnasio municipal de gestión privada (sin piscina y precios de mercado), una plaza pública a 13 metros de altura que hoy en día no es más que una cafetería privada (se ha construido sobre ella de forma irregular la entrada al gimnasio, un almacén y una barra para la cafetería -que también vende alcohol-, un cerramiento de cristal, amén de que hay mesas y sillas en la totalidad de su espacio), otra plaza dura durísima -entre biblioteca y mercado- que nadie entiende…
Tal y como decíamos, en esta gran remodelación del entorno de Barceló ha habido de todo y aún mucho más: una asociación de comerciantes del mercado semi contenta (tienen un edificio nuevo que no es exactamente el que necesitaban -sin luz natural y unos gastos de mantenimiento impuestos asfixiantes, además de un IBI del cual difícilmente se van a poder hacer cargo sin ayudas-), un subsuelo agujereado e interconectado con parkings, donde hay también insospechados -y desaprovechados- espacios de almacenaje; proyectos de escuelas municipales infantiles que acabaron en algún otro lugar...
También deja esta remodelación un proceso participativo en el que un grupo de ciudadanos, unidos en la plataforma abierta Vecinos Haciendo Jardines, lograron sentarse con los distintos representantes municipales con el objetivo de que la vuelta de esos Jardines del Arquitecto Ribera que están a punto de inaugurarse no se produjera como plaza dura al estilo de las de la etapa de Gallardón. Hubo consultas vecinales sobre elementos que se querían en los Jardines y, sobre todo eso, técnicos municipales que elaboraron tres proyectos con un ganador inútil, dado que con el cambio de Gobierno llegó José Luis Infanzón -a la sazón director general del Espacio Público- con un nuevo proyecto bajo el brazo, que es el que se ha ejecutado finalmente tras derrotar en una nueva votación abierta al anterior vencedor.
“Cuando la remodelación de Barceló esté concluida, los ciudadanos tendrán un total de 19.220 metros cuadrados de zonas verdes, disfrutarán de un nuevo equipamiento deportivo de 1.380 metros cuadrados y de una Escuela Infantil, etc, etc”, contaba hace ocho años un periódico haciéndose eco del proyecto ganador. Hoy podemos decir que los ciudadanos disfrutaremos de lo que finalmente tenemos. Del dicho al hecho ha ido ese tradicional largo trecho que pronostica la sabiduría popular, aunque siempre podemos pensar que podría haber sido peor. Disfrutemos sí, pero sin olvidar los sudores y los cadáveres que se ha cobrado este progreso y si por la mejora del entorno hubiera que colgar alguna medalla, que sea, por su paciencia, en la solapa del madrileñito de a pie.
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