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Cierra la última carnicería que quedaba en Malasaña

Catorce años ha durado la aventura de Guticar en el 27 de la calle Manuela Malasaña. La silenciosa pérdida de vecinos que sufre la zona, la competencia que a los pequeños negocios hacen los supermercados de proximidad y amplio horario de las grandes franquicias de distribución y los altos alquileres que piden los propietarios de locales comerciales por ellos ha provocado el cierre de la última carnicería que había a pie de calle en Malasaña (aunque en Universidad aún resiste la de Francisco Rodríguez Coello, en el número 20 de Noviciado, en Conde Duque), un hecho que habla muy a las claras de la transformación que está sufriendo el tejido comercial de barrio en zonas céntricas de la ciudad y que muestra cómo se ve afectado por distintas decisiones -o inacciones- políticas y por temas como el de la carestía de la vivienda y la turistificación que, tan sólo en apariencia, no deberían afectarle.

Todos estos son los motivos que han dado forma a una 'tormenta perfecta' que se lleva por delante el negocio familiar de tres hermanos que, sin embargo, habían hecho todo lo supuestamente necesario para adaptarse a lo que el consumidor del siglo XXI podría exigir de una carnicería actual: modernizar su propuesta y sumar a la calidad de los productos que ofrecían -y a esa atención personal tan única de los establecimientos de cercanía- venta por internet y envío a domicilio, elaboración de productos cárnicos siempre al tanto de las modas (hamburguesas gourmet, delicatessen...), servicio a bares y restaurantes de la zona, presencia activa en redes sociales...

De nada les ha servido esa puesta a punto y desde septiembre empezarán desde cero en Prosperidad, una “zona más parecida a la Malasaña de sus inicios”, tal y como la define Fidel Hernández, uno de los responsables de Guticar. La tienda que tenían en Chueca, en la calle Libertad, también la han cerrado por las mismas razones que la de Manuela Malasaña. Ahora es a ellos a quienes les toca huir del centro tal y como lo han hecho ya muchos de quienes les compraban, según Fidel, que apunta a un goteo permanente hacia el exilio del extrarradio de familias -su principal clientela- empujadas sobre todo por la constante subida de precios de los alquileres de las viviendas en la zona.

La soledad del pequeño comerciante

La soledad del pequeño comerciante

Por los 90 metros cuadrados de su tienda de Manuela Malasaña los hermanos Hernández estaban pagando una renta mensual de 2.800 euros: poco según su casero. “Cada uno es muy libre de pedir por su propiedad lo que quiera, pero muchos propietarios de locales de Malasaña creen tener con ellos la gallina de los huevos de oro y piden y piden lo que no es posible pagar. No es de recibo que el dueño de un local quiera ganar por la renta del mismo mucho más de lo que obtienen quienes nos lo trabajamos a diario. Nuestro casero consideraba que el barrio está en auge y que puede obtener por el local más de lo que le estábamos pagando y nosotros creemos que para el pequeño comercio Malasaña está de capa caída y nos era imposible asumir una nueva subida del alquiler. Sinceramente, creemos que actuando así se están cargando el tejido comercial de proximidad, muy exigido ya por impuestos, autónomos y demás obligaciones, y de paso se están cargando el barrio, porque sólo van a poder abrir negocios las multinacionales y estos estarán enfocados a los turistas, cuyo número aumenta en detrimento de los vecinos tradicionales, que son los que suelen ser nuestros clientes, aunque en los últimos años, con la invasión sin control de los supermercados de proximidad que han ido abriendo las grandes cadenas, también muchos han ido cambiando la calidad de nuestros productos por la amplitud de horario de esos establecimientos”, explica Fidel Hernández. “No digo yo que habría que prohibir estos supermercados, pero sí regular su proliferación y, en cualquier caso, legislar y proteger al pequeño comercio de algún modo, porque nadie se preocupa por nosotros y nuestro servicio y función para que un barrio siga vivo como tal es básica”.

Poco antes del adiós de Guticar la carnicería del número 4 de la calle Espíritu Santo, penúltimo establecimiento de este tipo, también hizo mutis por el foro. Quedan en la zona las carnicerías de los mercados de Barceló y Mostenses, pero ninguna ya a pie de calle. Los amantes del pollo sí que pueden contar todavía con un clásico como Pollerías Herrero en Espíritu Santo 7.

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