Dentro del cine de verano del Solar Maravillas: algo más que ir a ver una peli

El pasado jueves por la noche el Solar Maravillas estaba a rebosar. La proyección de la película de Leticia Dolera Requisitos para ser una persona normal hizo que no cupiera ni un alma más en el oasis vecinal del número 8 de la calle de Antonio Grilo, donde se proyectaba. El éxito de público de esa cita no fue una excepción sino que ha sido una constante a lo largo de las 18 sesiones de cine autogestionado que han compuesto la temporada de verano coordinada por el colectivo Cine Dos de Mayo, que ha presentado una programación gratuita y reivindicativa, en la que, como de costumbre, ha prevalecido un tipo de cine social que ha estado precedido por interesantes coloquios y cuya penúltima cita se celebra hoy con el preestreno del documental 'Tijera contra papel', cinta que aborda la llamada “nueva censura” en España, país donde, en 2018, hasta 14 raperos podrían ingresar en prisión.

Son ya 5 los años que el Solar de las Maravillas viene ofreciendo cine de verano, con antecedentes en la Plaza del Dos de Mayo desde el 15M, de cuya asamblea en Malasaña surgió la actividad, y cada vez el espectro de espectadores que se acercan a disfrutarlo es más heterogéneo y amplio. Pero, ¿qué significa una oferta como ésta para el barrio de Malasaña y para Madrid en general? Para adentrarnos en las fases de producción de la actividad (y pre y postproducción también) hemos hablado con Dori, integrante de la asamblea que hay detrás. “Los miembros van cambiando y las reuniones son siempre abiertas, yo llevo tres años, por ejemplo”, nos dice de entrada sobre la composición del colectivo.

E insiste mucho en el adjetivo: abierta. Todo el mundo que quiera echar una mano está invitado a participar en las reuniones del cine de verano, como corresponde también con el espacio donde se desarrolla, de carácter autogestionado.

¿Cómo se deciden las películas que se proyectarán cada temporada? Entre todos y todas. A veces, les llegan sugerencias, como ha sucedido este verano con La Grieta o el documental que se proyecta hoy –nos cuenta–. “Otra cosa que hacemos es intercalar ficción, a veces con trasfondo (Vacaciones de ferragosto o Requisitos para ser un persona normal este año), pero que suele tener un cariz más lúdico, con documentales que tocan temas de calado social”. Al final de la temporada se hace una asamblea de valoración, por supuesto abierta a quien tenga algo que aportar.

Cuando les pedimos que eche la vista atrás para recordar esas proyecciones que han dejado rastro en la memoria del grupo, le vienen a la cabeza nombres de películas asociadas a los debates que posteriormente se produjeron con los colectivos o artistas detrás de las cintas. “Los de vivienda suelen dejar un rastro fuerte, llegan y crispan, películas como Frágil equilibrio el año pasado o La Grieta esta temporada” A veces, las proyecciones sirven para recaudar fondos para las distintas causas que hilvanan las historias que se ven en pantalla. Este año, por ejemplo, se vendió el libro que el colectivo Tetuán Resiste ha sacado para recaudar fondos para pagar los gastos judiciales a una activista tras la proyección de La Grieta, y el año pasado se recaudó para la ILP de Vivienda.

Las películas que han dejado buen recuerdo, nos cuenta, son las de Berlanga. Siempre incluyen películas españolas en la programación y las de este director han sido muy exitosas. “Cuando pusimos El verdugo el solar estaba lleno, la gente se acomodaba en las esquinas y había gente fuera, además fue emotivo, también estuvo muy bien Amanece que no es poco, de Cuerda, que coincidió más o menos con el aniversario de la peli”. Otros títulos cuyas proyecciones aún se comentan y fueron muy emotivas son Nagore, Contramarea o En tierra de nadie.

Si vais al cine a la fresca del solar de Antonio Grilo no olvidéis pediros un mojito, que es la vía de financiación de la actividad. “Tenemos que tirar la luz desde el locutorio de al lado y le pagamos una pequeña cantidad en cada sesión, que sale de la barra, si sobra algo se utiliza para comprar material”, nos cuenta Dori.

El cine del solar no tiene letreros de neón (ni quieren), su sonido es mejorable porque no tienen el mejor equipo –nos encomiendan trasladar a los vecinos sus disculpas si les molesta e invitarles a bajar a la plaza– , pero constituye un oasis de sociabilidad e implicación cultural en un centro en el que el ocio está cada vez más mercantilizado. Están, además, siempre atentos a lo que sucede para traerlo a Malasaña. Lo último, fuera de programa, será tener en el barrio a la gente de Cinecicleta (seguramente el próximo 29 de septiembre), una iniciativa que ha llevado a través de África la ilusión del cine desenchufado, movido con el pedaleo que, quieren los amigos del cine de verano, se repita en el barrio: “que pedaleen las vecinas”.