El Cristo mutilado de las Maravillas que Franco exhibió tras entrar en Madrid

Después de que el primero de abril de 1939 el bando sublevado sellara su victoria en la Guerra Civil, comenzó un proceso de recatolización de las ciudades republicanas que, oportunamente, se topó de bruces con la Semana Santa. Según la historiadora Zira Box, la pasión, muerte y resurrección de Cristo sirvió como relato que trasladaba al debate público la idea de caída y resurgimiento de la nación española. La sangre redentora del hijo de Dios era la de los caídos, dice Box, por lo que la celebración de la victoria estuvo unida a la reivindicación de los caídos. Únicamente a los de un bando, por supuesto.

Ya el día 31 de marzo comenzó en muchas ciudades la reivindicación masiva de la España católica, coincidiendo con el Viernes de Dolores. El seis de abril, Jueves Santo, el propio Franco asistía con su familia a los oficios en Burgos. El mismo día, por la tarde, la demostración pía de sufrimiento fue en la nueva capital liberada.

En Madrid se daría una gran procesión encabezada por el Cristo del Perdón de las Maravillas, cuya talla mutilada se exhibió, con gran carga simbólica, ante los madrileños. La procesión partió de la Parroquia de San José y terminó en la Puerta de Alcalá, donde se dispuso un gran altar para los caídos presidido por una cruz con el yugo y las flechas, y custodiado por las milicias falangistas. El Cristo, que lucía manco y con la cara tiroteada, sería depositado frente a la cruz de los caídos para culminar la escenificación franquista.

El Cristo del Perdón, residente en la Iglesia de las Maravillas, es una talla barroca (S. XVII) al que, tras la contienda, sus heridas de guerra le valieron ser imagen titular de la Hermandad de Mutilados de Guerra. Posteriormente fue restaurado por José Lapayese Bruna. En la pared de la capilla de Iglesia situada junto al Dos de Mayo, donde se encuentra, se pueden leer unos versos de Manuel Machado que rezan: “Ante la imagen del Cristo del Perdón, de Maravillas, bárbaramente mutilado un día y ya piadosa y felizmente restaurado que ni aún parece recordar la herida”.