La portada de mañana
Acceder
El gran dilema de Sánchez. Por Esther Palomera
De Vox a Manos Limpias: una década de querellas como arma política
OPINIÓN | 'España es una serie'. Por Antón Losada

Sale el sol en la Plaza de Carlos Cambronero

Caminando por Pez sorprende encontrarse una explanada de inusitada pendiente frente al convento de San Plácido. La plaza, relativamente joven, sólo ha llevado ese nombre desde que en 1914 el consistorio decidió que un nuevo espacio, emergido entre los escombros del derribo de algunas casas, sirviera de homenaje al Cronista de la Villa.

Carlos Cambronero fue biógrafo de Isabel II, el sustituto de Mesonero Romano al frente de la Biblioteca Municipal y, sobre todo, un eminente estudioso de las calles de Madrid.

En tiempos, el suelo fue parte de la huerta del vecino convento de San Plácido, vista inmediata desde allí al otro lado de Pez. La gran pendiente de la plaza apunta al inicio de la calle del Molino de Viento, que llevaba a la cima de una de las colinas de Madrid a la que los vecinos subían para celebrar fiestas populares. No hace tanto, allá por los setenta, los bajos que rodean la plaza aún estaban ocupados por humildes talleres artesanos, hoy está en el centro de la modernidad madrileña.

¿Cómo es un día soleado en la plaza de Carlos Cambronero? Al fondo del lienzo una gran terraza, la de Lamucca, un sitio donde gente guapa se apunta en una pizarrita para coger sitio en una de las terrazas más empinadas que uno jamás haya visto; vista arriba, en los balcones, siempre espectadores ociosos, y

plaza abajo las palomas, que tratan de esquivar las motos que - justo detrás del kiosco de prensa- han tomado media plaza como aparcamiento.

En la esquina de Pez

está uno de los bares más señeros del barrio, el Palentino. Se diría que nadie sabe a ciencia cierta el origen del mito: cañas y pepitos de ternera a buen precio no parecen justificación suficiente para el éxito de un bar por lo demás muy corriente. El Palentino es uno de esos locales por los que todo el mundo ha pasado en uno u otro momento: el vecindario residente por la mañana, los más modernos antes de las copas, los visitantes del vecino teatro Alfil -cuya cola a veces se confunde con quienes fuman fuera del bar-por la noche. Y los Siniestro Total, que lo inmortalizaron en una conocida versión de Highway to hell hacia 1990. Ya se sabe: “nosotros somos seres racionales de los que toman raciones en los bares”. O Manu Chao, que lo empleó para grabar el vídeo clip de su tema Me llaman calle, dirigido por Fernando León. Si al principio del párrafo enunciábamos nuestra sorpresa por la fama del Palentino, al final tenemos que reconocer que el mito no tiene ya retorno.

En la otra esquina de la plaza llaman la atención los hermosos balcones acristalados, con bandera ondeante, de la Casa de León. Muchos bailes se hicieron en sus salones. Abajo una entidad bancaria, en el mismo local donde antes estuvieron los almacenes de Muebles Roa.

En los últimos tiempos se echa en falta un vecino asiduo de la plaza, El Lector, una estatua de bronce de Felix Hernando prima de la malograda estudiante de la calle del Pez. El lector distraía la vista en su periódico hacia un balcón desde 1998, hoy se ha mudado a la recién inaugurada biblioteca de Iván de Vargas.

La de Carlos Cambronero es una plaza sin forma de plaza pero con la vida de una. Un apeadero en la vía de la moda y la barra de la calle del Pez donde el asfalto toma sentido cuando el día amanece soleado.