La torre de 21 plantas de Madrid con los mismos paneles que las incendiadas en Cartagena y València ya ardió en 2020

Guillermo Hormigo

Madrid —
15 de diciembre de 2025 21:28 h

0

El proyecto Isla de Chamartín se erige al norte de Madrid como una de esas ideas megalomaníacas que extrañamente acaban ejecutándose. Seis mastodónticas torres levantadas a lo largo de la calle Dulce Chacón, algunas de uso residencial y otras destinadas principalmente a oficinas. Su imponente presencia toma un cariz más oscuro en el caso de la Torre Ámbar, que sufrió un aparatoso incendio (por suerte sin heridos) en la cubierta de las plantas superiores y el interior de algunas de ellas en agosto de 2020. Cinco años después, esta circunstancia vuelve a ser noticia: los paneles que recubren el bloque de 21 pisos le hicieron compartir presencia en una lista negra publicada en 2015. Una recopilación en la que están también el Hospital Santa Lucía de Cartagena, incendiado en noviembre, y el edificio del Campanar en València, donde el fuego y el humo dejaron 10 fallecidos en 2024.

Los 14 edificios catalogados por el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (dependiente del CSIC) están revestidos de paneles de aluminio rellenos de polietileno, una mezcla altamente inflamable, según documenta este organismo. El arquitecto José Carlos Salcedo, profesor en la Universidad de Extremadura, matiza eso sí el cariz del listado en declaraciones a Somos Madrid: “Tienen toda la pinta de ser ventas de la empresa Larson, que no es el único suministrador de paneles gofrados de aluminio-polietileno. Debe de haber otros suministradores (Alucobond, por ejemplo) con distintas marcas comerciales, o sea que habrá muchos más edificios con esta condición en España y en Madrid”.

El Instituto Eduardo Torroja desaconsejó utilizar estos paneles ya en 2008. La Torre Ámbar, con sus 12.000 metros cuadrados de superficie, terminó su construcción en 2009. El 29 de agosto de 2020, el fuego se cebó con las cuatro plantas superiores, incluido el ático. Los bomberos recibieron el primer aviso a las 6.48 de la mañana, aunque estimaciones posteriores determinaron que se originó en torno a las 6.15. “Se propaga rápidamente por fachada y hacia el interior de las viviendas a través del cerramiento exterior”, recoge en su web la European Fire Sprinkler Network, que aglutina diversas entidades del sector de la seguridad. Las llamas brotaron en el ático de la planta 21, con una barbacoa en el apartamento 21-F como principal causa. Vecinos del entorno indican a este diario que los ocupantes del edificio por aquel entonces, “usuarios de Airbnb” según uno de ellos, “montaron una fiesta en la que también fumaron cachimba”.

Una “negligencia”, un juicio y una supuesta fuga

Según el citado portal, los inquilinos de los pisos superiores fueron alertados por los vecinos y casi todos salieron del lugar antes de la llegada de los bomberos. La mayoría de residentes de las plantas inferiores se quedaron en sus viviendas, en algunos casos desconocedores de la situación y todavía durmiendo. Una hora después de haber comenzado el incendio, dos ocupantes de la planta 18 permanecían todavía en su apartamento. Llegaron a ver cómo las llamas entraban por una de las ventanas antes de abandonarlo. En las labores de extinción participaron más de 120 bomberos y 40 vehículos. Dos ocupantes del piso 21-F llegaron a ser procesados por causar el incendio, en una instrucción que cayó en manos del ahora mediático Juan Carlos Peinado en el Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid. Se les imputó un posible delito de incendio de bienes propios, castigado con penas que van de uno a cuatro años de cárcel.

Aunque la dirección del viento jugó en contra, la principal ventaja con respecto a otros casos (además de cuestiones técnicas analizadas a continuación) fue su origen en las plantas superiores. La extensión descendente suele ser mucho menor y más lenta que la ascendente. Esta condición, unida a la rápida actuación del cuerpo de bomberos, evitó la tragedia. Pero la imagen de las plantas superiores totalmente calcinadas se quedó en la retina de muchas personas.

Ver en Bluesky

Así lo cuenta Sole, vecina de la zona que registró con fotos y vídeos aquella insólita estampa: “Ardió como una pira en una hora y media. No fue a más porque dios no quiso”. Sole narra que algunos amigos que vivían en la torre “se han mudado a las de al lado porque esta quedó tocada: los sistemas de calefacción funcionan de aquella manera y hay elementos internos que suenan un montón”. Según dice, “un amigo del equipo de bomberos que vino a extinguir el incendio me trasladó que estuvieron a punto de perder el edificio”. Cuestiona además que “tardaron muchos en rehabilitarlo por temas de seguro, hubo vecinos que se tuvieron que buscar un alojamiento alternativo durante meses”.

Respecto a los habitantes del propio edificio, la mayoría de los consultados por este medio no vivían en él cuando ocurrió el suceso. Casi todos tienen contratos de alquiler temporal y proceden de países de América Latina. “Llevo unos meses. Me enteré cuando ya había llegado. Pero estoy muy tranquilo”, cuenta un residente procedente de Argentina mientras pasea a su perra. Otros cinco testimonios apuntan en una dirección similar, con arrendatarios que se mudaron hace como máximo un año. El joven argentino no tiene constancia de modificaciones en la estructura o el revestimiento después del fuego, pero el conserje sí confirma este punto a Somos Madrid: “Cambiaron los paneles”. Sole apostilla que “lo resetearon entero, estaba que se caía”.

Solo un propietario conversa con este periódico, aunque tampoco vivía en la torre hace cinco años. Lo hace en plena mudanza, ya que justamente acaba de alquilar su vivienda a otra persona. Explica que “muchos propietarios son empresas y hacen alquiler masivo; antiguamente había algún alquiler turístico, pero ahora es más temporal”. Es este hombre quien afirma que el incendio lo causaron clientes de Airbnb y la única declaración que muestra algo de preocupación todavía en la actualidad: “Me preocupa el tema de los materiales, pero más la negligencia de los usuarios”. Otro residente del barrio sostiene igualmente que “lo ocurrido fue una irresponsabilidad total de los inquilinos, que se quedaron dormidos de after”. No obstante, la versión de este vecino difiere y sostiene que estas personas se mudaron más tarde a otro edificio cercano. Sole asegura que los procesados “se dieron a la fuga”.

Una mujer que sale del portal ofrece el único relato personal sobre cómo se vivió la terrorífica jornada del 29 de agosto del 2020. No es eso sí directo, ya que se trata de la madre de una joven que reside en el bloque: “Lo vivimos con un poco de miedo, aunque en ese momento mi hija estaba fuera de vacaciones. Me llamaron y vine corriendo, por suerte ella vive en el 13 y hasta ahí no llegó la parte calcinada”. Recalca que hoy día su hija está “muy tranquila”.

Para atestiguar riesgo se han de producir una serie de cuestiones, no solo la mera existencia de estos paneles, que además son más ignífugos o menos en función de su fecha de fabricación

La cautela generalizada del barrio también se impone en la opinión experta de José Carlos Salcedo, que cuestiona no obstante la actuación del CSIC: “Lo primero que tendría que hacer es dar explicaciones sobre por qué otorgó Documento de Idoneidad Técnica (DIT) a este tipo de materiales”. Precisa luego que “para atestiguar riesgo se han de producir una serie de cuestiones, no solo la mera existencia de estos paneles, que además son más ignífugos o menos en función de su fecha de fabricación”.

“Entre los riesgos está también que exista cámara ventilada y sea continua o la existencia de viento fuerte en el exterior (lo hubo en los siniestros de València y de Cartagena). En la Isla de Chamartín en concreto, en las imágenes posincendio se observan los cogotes o salientes de los pisos de hormigón interrumpiendo el espesor de la cámara ventilada. Seguramente esta sea la causa de que el incendio quemara solo las plantas superiores. En definitiva, no es el mismo caso”, expone Salcedo.

“Si el material tiene el DIT otorgado por el Ministerio (que es lo que le pasa a los Larson), no se puede vetar que se pongan porque sería una decisión arbitraria. Es decir, ni los bomberos de Madrid, ni ninguna comunidad autónoma puede evitar que se coloquen si tienen (como efectivamente tenían) todos los papeles en regla. Los arquitectos directores de obra y los técnicos que controlan la ejecución material de las obras tampoco podían evitar su colocación si el cliente (promotor del edificio) los quiere y no hay norma urbanística que lo evite. Ahora sí se puede impedir su colocación, pero no hacia atrás en el tiempo, debido al elemental principio de seguridad jurídica”, desgrana el docente universitario. La tranquilidad de Dulce Chacón 17 tiene así también una base científica, según este arquitecto, más allá de la falta de arraigo de la comunidad. Como si al irse las cenizas casi se borrara también la memoria de lo que pasó hace un lustro.