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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

¡Me tenéis harta!

A veces me dan ganas de abrir la ventana y gritarle a los españoles de banderita: ¡Me tenéis harta! Sí, me tienen harta, hasta el moño, hasta la mismísima coronilla. No los soporto más y creo que somos cientos de miles, quizá millones, los que nos encontramos ahora mismo en esta situación. Estamos hartos de ellos, de su “libertad”, de sus ideas felices, de sus comentarios faltones e hirientes en redes sociales, de sus fake news que nos llegan por Whatsapp, de sus bots y trolls en Twitter. Hasta el mismísimo estamos ya. No les gusta la gente de izquierdas, ni la de centro, tampoco la que llaman derechita cobarde. No les gustan las feministas, los ecologistas, los animalistas, las personas LGTBI, los extranjeros, sobre todo los pobres, bueno, no les gustan los pobres en general, las madres solteras, las familias homoparentales, los funcionarios, los sindicalistas, los intelectuales, la gente que recibe ayudas vitales a las que llaman paguita con desprecio. No les gustan los científicos porque supuestamente nos mienten. Como si no tuvieran otras cosas más importantes que hacer. No les gusta la escuela pública, ni la sanidad pública, con la que está cayendo. Y no les gustan los periodistas que les afean la conducta. Atacar a Javier Pérez Parra, periodista de La Verdad de Murcia ha sido su enésima salida de tono en algo que se ha convertido ya en costumbre. Además aliñar el ataque haciendo referencia a “el lobby gay” ha resultado más vomitivo todavía. Si, además, esto lo hace un diputado electo del Congreso de los Diputados nos da una idea del nivel de la batalla. Porque ahora mismo tenemos dos batallas, una contra la COVID-19  y otra contra el odio, la ignorancia y el egoísmo de unos pocos.

Cuando hace un par de días leí el ataque de este diputado al periodista y cómo metía al colectivo LGTBI en su tuit de forma tan torticera y gratuita la rabia y el hartazgo corrió por mis venas. No pueden dejar pasar la oportunidad de acosarnos, violentarnos y demostrar públicamente que nos desprecian.

Toda España ha visto a un energúmeno subido en coche en la manifestación de Vox gritando como poseído “mariiiicaaaa” a un chaval que estaba parado en la calle con una bandera arcoíris. Para ellos era una ofensa y una provocación sacar esa bandera en su gran manifestación, su momento de gloria. Tampoco han perdido la oportunidad de venir a nuestras redes sociales en el Día de la Familia que tuvo lugar el pasado 15 de mayo a dejarnos mensajes diciendo que “eso no es una familia”. No lo pueden remediar, tienen que ir escupiendo su odio por las redes, los medios de comunicación y ahora también por las calles. Aprovechando además la coyuntura de que la buena gente está en sus casas, cumpliendo las normas y no por ahí paseando el aguilucho en descapotables.

Esta gente tiene una vieja fijación fascista que consiste en vincular comunismo con homosexualidad y un maligno complot de la comunidad LGTBI para dominar el mundo. La idea la podemos encontrar ya desde 1956 en el libro titulado 'Sodomitas. Homosexuales, políticos, científicos, espías, etc' (me pregunto qué será el etc) de Mauricio Karl, un policía franquista. Realmente se llamaba Julián Mauricio Carlavilla del Barrio, pero le ponía tanto el rollo nazi alemán que no pudo resistirse a utilizar Mauricio Karl como seudónimo. En este libro que llegó a una 12º edición en 1973 exponía toda una serie de teorías en las que relacionaba sodomítas, judeo-masones, comunistas y un montón de cosas absurdas más como eje de todo mal. Teorías que han instruido a generaciones de fascistas y les ha desarrollado todo un argumentario para defender que los colectivos LGTBI, lo que ellos llaman el lobby gay, somos un peligroso lobby que pretende destruir nuestra cultura e “imponer el homosexualismo”. Todo ello regado de millones de euros que llegan de oscuras fuentes de financiación.

Creo que no hay ni que comentar lo absurdo de todas estas teorías. Nos parecerían patéticos y ridículos si no fueran algo tan peligroso para la democracia. Porque todo esto ya lo hemos visto. Antes y ahora, aquí y en otros países. Creen que están haciendo algo grande, único y están haciendo algo que está ya muy visto. Siguen el manual del fascismo de pe a pa. Cualquiera que haya leído sobre el tema lo podrá reconocer. Lo explica perfectamente Michela Murgia en su libro 'Instrucciones para convertirse en fascista' donde expone las estrategias con las que están intentando expandir el fascismo por Italia en los últimos años. También Jason Stanley en su libro 'Facha' nos cuenta cómo lo hacen en Estados Uniods y otros lugares. Es exactamente igual en cada país. Creen que están haciendo historia, como cuando “ganamos el mundial”, pero solo están haciendo el fascista, algunos con más fortuna que otros.

Tenemos que parar esto antes de que explote, antes de que nos lleven a una situación límite de enfrentamiento que tengamos que lamentar. España está harta de fascistas que van marcando colectivos a los que atacar. Señalar a periodistas y atacar a medios es una línea roja que ningún partido osó cruzar de este modo. Su odio no puede tener cabida en nuestra sociedad. Paremos el odio antes de que destruya los derechos que tanto costó conquistar. Paremos el fascismo, estamos a tiempo.

A veces me dan ganas de abrir la ventana y gritarle a los españoles de banderita: ¡Me tenéis harta! Sí, me tienen harta, hasta el moño, hasta la mismísima coronilla. No los soporto más y creo que somos cientos de miles, quizá millones, los que nos encontramos ahora mismo en esta situación. Estamos hartos de ellos, de su “libertad”, de sus ideas felices, de sus comentarios faltones e hirientes en redes sociales, de sus fake news que nos llegan por Whatsapp, de sus bots y trolls en Twitter. Hasta el mismísimo estamos ya. No les gusta la gente de izquierdas, ni la de centro, tampoco la que llaman derechita cobarde. No les gustan las feministas, los ecologistas, los animalistas, las personas LGTBI, los extranjeros, sobre todo los pobres, bueno, no les gustan los pobres en general, las madres solteras, las familias homoparentales, los funcionarios, los sindicalistas, los intelectuales, la gente que recibe ayudas vitales a las que llaman paguita con desprecio. No les gustan los científicos porque supuestamente nos mienten. Como si no tuvieran otras cosas más importantes que hacer. No les gusta la escuela pública, ni la sanidad pública, con la que está cayendo. Y no les gustan los periodistas que les afean la conducta. Atacar a Javier Pérez Parra, periodista de La Verdad de Murcia ha sido su enésima salida de tono en algo que se ha convertido ya en costumbre. Además aliñar el ataque haciendo referencia a “el lobby gay” ha resultado más vomitivo todavía. Si, además, esto lo hace un diputado electo del Congreso de los Diputados nos da una idea del nivel de la batalla. Porque ahora mismo tenemos dos batallas, una contra la COVID-19  y otra contra el odio, la ignorancia y el egoísmo de unos pocos.

Cuando hace un par de días leí el ataque de este diputado al periodista y cómo metía al colectivo LGTBI en su tuit de forma tan torticera y gratuita la rabia y el hartazgo corrió por mis venas. No pueden dejar pasar la oportunidad de acosarnos, violentarnos y demostrar públicamente que nos desprecian.