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Entre crisis anda el juego

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Las declaraciones de Christine Lagarde acerca del monstruo de la inflación para defender la subida de tipos me hicieron recordar dos cosas. La primera, un pequeño vídeo didáctico que el Banco Central Europeo (entidad que dirige) grabó para enseñar: la importancia de la estabilidad de precios y qué papel juega la inflación. Una de las muchas funciones del Banco Central Europeo (BCE). El vídeo animado sirve además para hacer comprender un periodo, el de la hiperinflación alemana tras la I Guerra Mundial, que ha dejado una profunda huella en el diseño de las políticas económicas alemanas y, por extensión europeas, no en vano la sede del BCE está en Fráncfort del Meno.

La segunda, tiene que ver con las diferentes causas de la inflación. En esta ocasión no hablamos de una inflación monetaria sino de una inflación de costes derivada, de un lado de la guerra de Ucrania que ha cambiado los pesos políticos en juego en el tablero internacional que tiende a una multipolaridad por explorar. Del otro, no conviene olvidarlo, de los efectos de una pandemia global que ha acelerado una serie de procesos entre los que podemos contar, la relocalización industrial, la deslocalización digital que está progresando, dando lugar a nuevas fórmulas de pago o inversión, las criptomonedas o las NFC.

A pesar de que la mayor parte de los inversores y bancos son conscientes del origen de la inflación, la fórmula elegida para atajarla ha sido la clásica, una política monetaria con resultados adversos para el consumidor que se justifica, en el caso europeo, como un refuerzo a las políticas de cambio monetario, que parecen tener correlación con los datos y con la necesidad de evitar una crisis inflacionaria, olvidando, tal vez, que en ella ha participado la búsqueda de ciertas empresas de mantener o aumentar sus márgenes de beneficio. Lo que me hace preguntarme si sus economistas ajustaron sus precios al peor escenario inflacionario contribuyendo a la escalada. Algo que el ciudadano medio no ha dejado de notar, ve como sus gastos crecen, mientras los ingresos de las grandes corporaciones no disminuyen, sino que aumentan. A esta situación se añade: los precios disparados del gas y la luz, la escalada del Euribor que afecta a sus hipotecas.

La subida actual de tipos resulta difícil de justificar ante el estado actual de un mercado bancario que sigue experimentando coletazos de la crisis de 2008 y que nos plantean la necesidad de aumentar las regulaciones a las entidades bancarias. La cuestión no es nada fácil, ni en su interpretación, las variables a manejar no pueden ser elegantemente resumidas en una ecuación como suelen hacer algunos economistas. Vivimos un periodo de constante crisis, esperemos que no sistémicas, pero sí globales: las de las pensiones inglesas que obligaron a intervenir al banco de Inglaterra; el colapso del banco de Silicon Valley, en parte relacionado con la subida de tipos de la reserva federal; los problemas de Credit Suisse o los del propio Deutsche Bank, que nos hacen preguntarnos sobre los marcos regulatorios impuestos tras la crisis de 2008 y si estos han sido capaces de revelar todas las debilidades de un mercado que ha tendido, en el caso español, a un importante proceso de concentración bancaria.

La concentración no ha traído nada bueno al consumidor, que ve como no tiene mejoras en el servicio, aguanta colas insoportables mientras ve como se pierden trabajos al desaparecer las sucursales dejando sin banco a los abuelos. Un proceso que empezó antes de la pandemia, se aceleró con aquella y ha dado lugar a que en algunas poblaciones parezca que la instalación de los cajeros la subvencionen municipios y autonomías, mientras la legislación regulatoria parece no existir ni para esto, ni para cuestiones tan básicas como la dación en pago. Algo nada extraño visto la jurisprudencia de un Tribunal Supremo que acumula rechazos de los tribunales europeos que responden las cuestiones prejudiciales de los jueces de base, lo que daría para un estupendo trabajo sobre el funcionamiento de tal alto tribunal y la crisis del poder judicial con efectos en el consumidor.

En todo caso, no estamos para repetir crisis, la tensión política actual no es nada desdeñable, excepto quizás en España donde, la capacidad de negociación de su Gobierno parece alejar las tormentas, máxime si miramos a Francia y su incremento de una edad a la jubilación, como a Italia, que tiene los fondos europeos paralizados. Lo bien que estamos en los periódicos extranjeros, lo mal que parece en los españoles.

Las declaraciones de Christine Lagarde acerca del monstruo de la inflación para defender la subida de tipos me hicieron recordar dos cosas. La primera, un pequeño vídeo didáctico que el Banco Central Europeo (entidad que dirige) grabó para enseñar: la importancia de la estabilidad de precios y qué papel juega la inflación. Una de las muchas funciones del Banco Central Europeo (BCE). El vídeo animado sirve además para hacer comprender un periodo, el de la hiperinflación alemana tras la I Guerra Mundial, que ha dejado una profunda huella en el diseño de las políticas económicas alemanas y, por extensión europeas, no en vano la sede del BCE está en Fráncfort del Meno.

La segunda, tiene que ver con las diferentes causas de la inflación. En esta ocasión no hablamos de una inflación monetaria sino de una inflación de costes derivada, de un lado de la guerra de Ucrania que ha cambiado los pesos políticos en juego en el tablero internacional que tiende a una multipolaridad por explorar. Del otro, no conviene olvidarlo, de los efectos de una pandemia global que ha acelerado una serie de procesos entre los que podemos contar, la relocalización industrial, la deslocalización digital que está progresando, dando lugar a nuevas fórmulas de pago o inversión, las criptomonedas o las NFC.