Cualquiera que terminara esto que empieza ahora pensando que ha leído una pieza en defensa de la aún vicepresidenta de la Comunidad Autónoma de Murcia se equivocaría. Porque la ciudadana Franco, de nombre Isabel, ha demostrado recientemente que actúa de tal forma que hace indefendible su figura. Véase su última decisión al frente del negociado de Familia, que ha sido recurrir a la justicia ––me permito seguir escribiéndola con minúscula–– para denegar el acceso solicitado por un contribuyente a datos pormenorizados de los centros de menores bajo su égida.
¡Toda una consejera reivindicadora programática con su partido ciudadano de regeneración y transparencia recurriendo al Consejo de Gobierno que la cobija y la justicia, mediante el arma del recurso contencioso administrativo contra una resolución del Consejo de Transparencia precisamente que le pedía, a ella misma, facilitar esos datos! Menos mal que, a lo que parece, esto no va a seguir pasando tras la sustitución de José Molina por el amable magistrado jubilado Pérez-Templado.
Así que la ciudadana Franco puede respirar tranquila de ahora en adelante. Si es que siguiera siendo consejera tras el encumbramiento oficial en el partido ciudadano de su querida enemiga y conmilitona Ana Martínez Vidal, a la sazón consejera de Empresa y covocera gubernamental de López Miras.
Porque, cuentan quienes están en la pomada y no son simples observadores marginales como el arriba firmante, la neolideresa ciudadana no se anda con chiquitas a la hora de barrer y tirar por el desagüe a quien la desaira. Por cierto, utilizando las mismas armas que su pronto defenestrada rival, la ciudadana Franco. Debe ser que en esto también imprime carácter la pertenencia partidaria. Como los sacramentos, vamos.
Algo de esas reacciones sobreactuadas ha experimentado en propia carne un ilustre colega opinador, que ha tenido que recurrir a la Audiencia Provincial para hacer valer su derecho básico democrático a la libertad de expresión y creación frente a una condena anterior dictada por la magistrada del 2 de Murcia, Yolanda Pérez Vega, a instancias de la neolideresa ciudadana tan democráticamente recién elegida en Madrid para el puesto.
Al mentado ilustre colega se le ocurrió inventarse un cuento para entretener el tedio agosteño de sus muchos lectores. Ficción. Pura ficción. Pero la nueva lideresa ciudadana se vio en la obligación de darse por aludida y demandó que le protegieran su honor. Al margen de que lo primero que venía a la cabeza ante tal dislate era el refranero español –– “quien se pica, ajos come”––, ese decidido emprendimiento de acciones legales contra una mera parida agosteña recordaba otros creadores que sufren los delirios inquisitoriales de gentes electas para gobernarnos, no para lo contrario.
Conviene dejar de lado el cuento y tener en cuenta la realidad. Pues la neolideresa picajosa tuvo asistencia digna de reseñar en su demanda de protección al honor ––habría que ver dónde y cómo lo perdió–– estimada por la magistrada Pérez Vega y desestimada después por la Sección Primera de la Audiencia Provincial, que preside el magistrado Miguel Ángel Larrosa e integrada por Fernando López del Amo y Cayetano Blasco.
Así, la neolideresa presentó como testigos, que aseguraron que en la ficción del colega ella era identificable sin lugar a dudas, a dos personajes dignos de mención: el ariete pseudomilitar factótum de ese partido que todos sabemos las barbaridades que propone, y –– la otra cara de la moneda–– el cofrade que recuerda cada vez más al chino-catalán de Eduardo Mendoza en 'El laberinto de las aceitunas' (“tan untuoso de modales como pérfido de catadura”).
Vaya usted a saber qué concepto tienen ambos de la neolideresa que no dudaron en mantener ante la magistrada que su persona era perfectamente identificable en la invención literaria veraniega del ilustre colega opinador. Curioso es, por demás, que ambos testificadores han prosperado sobremanera desde la ocurrencia de aquel servicio prestado a no se sabe muy bien qué causa.
El ariete Luis Gestoso se desempeña en Madrid a la sombra del caballista mayor del Reino, también pseudomilitar, y mueve a distancia, dicen, los hilos del chiringuito regional de Vox mientras prodiga sus múltiples habilidades marciales en el foro capitalino. El gran cofrade Alberto Castillo se acomodó, tras ofrecerse a varios partidos, en la poltrona de la Asamblea Regional gracias a los ciudadanos de referencia y sigue interpretando cada día más y mejor al chino Aureli Ching Gratacós, socio del Barça desde 1952. Esta es la realidad. Lo otro no era más que un cuento. Veraniego, pero cuento al fin y al cabo. No más ficción: lo deseable es que se pare el carro y a nadie se le ocurra recurrir al Supremo. Vale.
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