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Periodista. Entre rebote y rebote 'cambió' el baloncesto por la actualidad.

La semana cínica

Igor Marín

Una de las consignas más coreadas por el 15 M y que más recorrido ha tenido ha sido: “No nos representan”. Con estas simples palabras referidas a la clase política, la ciudadanía concretó un sentir mucho más generalizado de lo que creen en las sedes de los partidos. Un lema que resume el sentimiento de que la gestión de lo público se había alejado de la realidad y encerrado en un mundo ajeno al día a día de millones de personas. “No nos representan” recogió la sensación de que las instituciones no gobiernan para el pueblo, de que los discursos, las leyes, las medidas… todo lo que formaba y forma parte del entramado institucional había perdido su razón de ser original y había caído en el despotismo. Y no es conveniente olvidar que el 15 M es el movimiento social más importante de la época democrática promovido por la ciudadanía. Nunca antes se había logrado sumar tantas aspiraciones de cambio sin que un partido o una institución estuviesen detrás.

Lo que provoca principalmente que las personas se sientan abandonadas por la política es la corrupción, la mentira, la teatralización de las posturas y el cinismo. Y esta semana, en Euskadi, hemos tenido una buena dosis de esto último. El caso más flagrante ha sido la detención, para poner en libertad a la gran mayoría días después, de 18 integrantes de la plataforma ‘Herrira’ de apoyo a los presos de ETA. Esta operación coordinada por el juez Eloy Velasco de la Audiencia Nacional –en la que, a diferencia de otros operativos, sí se llevaron los discos duros de los ordenadores y detuvieron inmediatamente a todos los supuestos delincuentes-, ha supuesto un cruce de reacciones, declaraciones, equidistancias y silencios dignos de enmarcar.

En el primer escalafón está el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que tras las detenciones dijo que “el Estado de derecho no está en suspenso y el Gobierno no deja de realizar todo lo que tiene que hacer para conseguir la disolución de ETA”. Pero ‘Herrira’ no es ETA. Porque, si lo fuera, ahora el ministro debe explicar qué hacen los 18 detenidos en la calle. Es cierto que Guardia Civil ha documentado un total de 112 homenajes y recibimientos a presos de ETA que considera delictivos por enaltecimiento del terrorismo. Y también es igual de cierto que el Tribunal Supremo, que sienta jurisprudencia, este mismo año ha dictado sentencia aclarando que la mera exhibición de fotos de ‘etarras’ no es enaltecimiento del terrorismo. Lo mínimo que podemos pedir a un Gobierno es que sea justo y que no use sus aparatos –y mucho menos la Justicia- para hacer política.

El segundo representante político en abrir la boca fue Martin Garitano, diputado general de Gipuzkoa por la coalición EH Bildu. Para el que fuera redactor jefe del diario Egin, la detención de los 18 integrantes de ‘Herrira’ fue “un escándalo democrático”. Desde luego, no parece que, a la vista del resultado, se haya tratado a las personas detenidas igual que a otros supuestos delincuentes. Pero que hable de “escándalo demócratico” cuando dos días antes, ¡dos!, ETA haya emitido un comunicado en el que no renuncia a su pasado de muerte y su respuesta, en vez de exigir la disolución de la banda para avanzar en la paz, haya sido el silencio... ¿Ha habido más ataque a la democracia que el grupo terrorista que más daño y dolor ha causado y más ha trabajado por destruir el sistema para imponer su criterio único? ¿Puede hablar Garitano de ataques a la democracia? Claro que sí, puede hacerlo. Pero solo gracias a que la democracia ha triunfado frente al odio, la muerte y la violencia de aquellos frente a los que él ha agachado la cabeza y ha callado –si es que no los ha defendido- sus terribles actos. Por cierto, tampoco ha condenado un ataque a la democracia como el ‘empapelamiento’ de la sede del PP en San Sebastián. Que no es lo mismo, pero es un ataque a la libertad demasiadas veces repetido.

En el pelotón de las reacciones más centradas están el PNV, escorado a criticar tibiamente la operación, y el PSE-EE, inclinado a templar gaitas para que en Madrid no chirríe lo que se piensa en Euskadi ni en el País Vasco se crea que se actúa pensando en el exterior. Ambos han guardado una prudente espera hasta conocer cómo evolucionaba la situación. Pero ambos, también, tienen sus contradicciones en esta materia.

Los nacionalistas, durante el ‘Alderdi eguna’ (día del partido) celebrado un día antes de la detención de los 18 miembros de ‘Herrira’, colocaron tan tranquilos la misma responsabilidad a ETA para que dejase las armas que al Gobierno de Rajoy para que dé pasos en políticas penitenciarias. Es evidente que hay que mover pieza en los dos lados, pero parece que tiene más responsabilidad y más que demostrar quien mantiene un arsenal sin dar pistas sobre su paradero. Un juego de palabras en el que en demasiadas ocasiones –pero inequívocamente frente al terrorismo- han caído los jeltzales.

Los socialistas, mientras tanto, nadan y guardan la ropa. Responsabilidad en la primera nota de prensa tras la detención -que tardó casi un día en emitir- esperando a que actúe la Justicia y tibieza en la respuesta a la puesta en libertad de los detenidos casi al tiempo que el PNV y EH Bildu escenificaban su protesta conjunta con sus dos portavoces: Egibar y Mintegi. Y, en el mismo tablero, rienda suelta al verso libre de Jesús Eguiguren mientras Patxi López, en clave más nacional, criticaba y con razón el ataque de la izquierda abertzale a la sede popular de Donostia. Palabras para todos los oídos.

El Partido Popular quiere hacernos creer que toda la izquierda abertzale es ETA, y saben que no. Lo hacen por puro y repugnante rédito político. El PNV juega a un sí pero no, a un pie en pared contra el terrorismo pero una equidistancia en algunos reproches entre el Estado y ETA. El PSE-EE no se atreve a decir lo que piensa, a sacar su lado más progresista y exigir que la Justicia sea ecuánime también con quienes piensan muy parecido -o igual- que aquellos que hasta hace poco les han amenazado de muerte e incluso han cumplido las amenazas. Y alguno de los partidos de EH Bildu, los campeones de la tergiversación, sigue en su insoportable papel de víctima cuando sus antecesores y quienes hasta hace bien poco jaleaban la violencia siguen estando demasiado cerca de ellos, cuando no son ellos mismos. Insisten en magnificar sus males y olvidar el que quienes defienden exactamente lo mismo que ellos han causado.

Que ETA ha sido una panda de indeseables que han dividido y llenado nuestro país de dolor y sangre de una forma tan cruel como inútil es una evidencia. Que algún partido quiera todavía sacar rédito político es intolerable. La sociedad, una vez más, está un paso por delante y empieza a convivir –aun con mucho camino por recorrer- por encima de viejos dolores. Hay que hablar de ETA, del horrible daño que causó. Hay que exigirle que entregue las armas. Por supuesto, hay que mantener viva la llama del recuerdo y el respeto absoluto a las víctimas. Pero hay que hacerlo con Justicia y ecuanimidad. Y llamando a las cosas por su nombre.

La ciudadanía está cansada de declaraciones altisonantes, solo para la galería, para jalear a los suyos. Está cansada de políticos cortoplacistas que no se atreven a actuar con criterio y sentimiento de Estado. Hastiada de voceros que lanzan proclamas propias de otro tiempo. De que no se busque el consenso y la paz definitiva por encima de todo.

El diccionario deja muy claro qué es el cinismo. Algunos políticos lo tienen menos claro y, lo que es peor, piensan que la ciudadanía es ingenua, no sabe leer y no tiene memoria. Esos políticos, los del doble discurso, los del silencio cómodo o cómplice, los del discurso variable, esos, no nos representan.

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