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Opinión - PP: la osadía de culpar a otros de corrupción. Por Rosa María Artal

Moción de censura a un régimen corrupto

Rajoy, Dastis y Catalá, en el Congreso de los Diputados.

Joan Tardà i Coma

Diputado ERC en el Congreso de los Diputados —

Unos cuantos granos en la cara pueden ser el resultado de picaduras de insectos. Si los granos están por todo el cuerpo, es seguro que se trata de una infección interna. La repetición de infecciones purulentas muestra un sistema inmunológico deficiente de manera congénita.

La operación Lezo sobre la inmensa trama de corrupción de la Comunidad de Madrid ha hecho estallar la indignación porque las maniobras del Gobierno Rajoy sobre la Fiscalía se han sumado al robo de millones de euros. La cólera ciudadana ha entrado en erupción porque este caso se suma a la multitud de corrupciones que afectan al Partido Popular, PSOE, CiU, etc.

La lista es larguísima y los cargos públicos investigados son millares. Los más recientes son Gürtel, Púnica, tarjetas black, Emarsa, Bárcenas, Bankia, acciones preferentes, Mercasevilla, los ERE de Andalucía, Campeón y Pokemon en Galicia, Taula, Brugal y muchos otros en el País Valencià, Arena-Palma y otros en las Illes Balears, Pretoria, ITV y Millet en Catalunya, la dimisión del presidente de Murcia.. De otras décadas recordamos los casos Flick, los fondos reservados del caso Gal, la privatización de RUMASA, el caso CESID de escuchas ilegales, el caso Juan Guerra, el caso Ibercorp que afectó al gobernador del Banco de España, el caso Roldán, el caso Casinos, el caso Estivill, el cas Pallerols de financiación, el caso Naseiro, los casos de información privilegiada para pelotazos de Juan Villalonga, presidente de Telefónica o el caso Tabacalera protagonizado por César Alierta. No olvidemos la negativa a investigar el enriquecimiento de Juan Carlos Borbón, que ha acumulado 1.600 millones de euros según cálculos del profesor de finanzas Herman Matthijs de la Universidad de Bruselas y del periódico New York Times en 2012.

Este rápido repaso muestra que la corrupción no es una infección del Partido Popular, sino un mal congénito del régimen del 78. La repetición de las elecciones legislativas de 2015 y la crisis provocada en el Comité Federal del PSOE para investir el líder del PP como presidente corroboran el carácter sistémico de la corrupción en el régimen monárquico.

En efecto, 16 millones de ciudadanos votaron partidos que se comprometieron de manera repetida y solemne a echar Mariano Rajoy de La Moncloa, contra 8 millones que optaron por su continuación. Las maniobras de las élites extractivas que dominan el Reino de España para burlar la voluntad popular no han tenido límite. Solamente los incautos podían creer que Ciudadanos cumpliría su compromiso electoral de impedir que la continuación en la Presidencia del que nombró a Luis Bárcenas.

Para doblar el “no es no” de Pedro Sánchez la oligarquía española movió todos sus tentáculos en los medios de comunicación y en el aparato del PSOE hasta llegar al clímax del 1 de octubre de 2016. Sólo la complicidad de todos los partidos del régimen con la corrupción explica que ninguno de ellos haya reaccionado con la contundencia exigible al doble escándalo de la corrupción del Canal de Isabel II y de las maniobras del ministro de Justicia para obstruir la investigación.

Ante la falta de reacción del sistema, una formación que no es parte del régimen del 78 ha recogido la ira de la gente decente y ha presentado una moción de censura contra Mariano Rajoy. Por primera vez un líder comprometido a “romper el candado del régimen de 1978” se presentará frente un presidente con el apoyo de los tres partidos constitucionalistas. Pablo Iglesias ha demostrado su audacia. Ahora debe demostrar que hay una alternativa de futuro para las nuevas generaciones, al margen de una segunda Restauración tan corrupta como la primera. En ésta el republicanismo español nunca tuvo esta oportunidad.

Esquerra Republicana de Catalunya tiene grabada con fuego en su nombre que es una alternativa a la monarquía. Nos enorgullece formar parte de una tradición política, el republicanismo, que se remonta a Pi i Margall, formada por personas ejemplares de integridad insobornable, entre los que destaca Lluís Companys, fusilado por ser presidente de Catalunya. Una tradición unida fraternalmente a republicanos españoles de la misma alta calidad moral e intelectual, como Nicolás Salmerón, Francisco Giner de los Ríos, Santiago Ramón y Cajal, Pablo Iglesias (fundador del PSOE), Manuel Azaña, Severo Ochoa, entre una multitud extraordinaria, entre la que sobresalen los que murieron luchando contra la dictadura franquista. Cito los dos únicos españoles que han recibido el Premio Nobel científicos porque los dos eran republicanos. Dada nuestra orgullosa definición republicana compartimos plenamente la moción contra la corrupción, porque es una moción de censura al régimen vigente.

Me he referido al Consejo de Guerra que condenó a muerte al president Companys porque hubo decenas de miles de fusilados por Tribunales militares del General Franco. La impunidad de estos crímenes es el mal congénito que corroe el régimen actual y provoca sus corruptos esputos de pus. El sociólogo Émile Durkheim creó el concepto de “anomia social” para explicar las sociedades en las que los gobernantes y los ciudadanos no interiorizan unos principios morales sólidos.

Siguiendo este concepto Fabiola Letelier, hermana del ministro de Defensa chileno asesinado por el General Pinochet, señaló en una conferencia a favor de las Comisiones de la Verdad: “La impunidad socializa la perversa idea de que todo está permitido y los delitos más graves no merecen castigo, fomentando así la anomia generalizada y la corrupción en los más variados ámbitos de la vida social”. Esta amoralidad caracteriza el régimen de 1978 y ha impedido la creación del sistema inmunológico que reacciona contra la corrupción en los sistemas democráticos auténticos.

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