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En respuesta al consejero de Educación, Ciencia y Universidades de Madrid: no es la política, señor Viciana, es la dignidad

Dos estudiantes izan la bandera palestina en la acampada de apoyo al pueblo palestino en la Universidad Complutense.

Irina Fernández

Profesora de Sociología en la UNED (y otras 55 firmas) —
9 de mayo de 2024 13:59 h

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Perdone, señor consejero, que comencemos de manera tan directa esta misiva, pero no nos tome, por favor, por idiotas. Usted sabe, nosotras sabemos, que la política campa a sus anchas en la universidad. En las universidades hablamos de política ambiental, de política económica, de resultados electorales, de regímenes totalitarios pasados y presentes, de condiciones laborales, de política universitaria. De hecho, en este juego de espejos, es usted precisamente quien ha traído la política a la universidad, porque la censura es, ante todo, un acto político. Sabemos que usted cumple también un papel, el papel de quien no puede o no quiere salirse de su trinchera ideológica pase-lo-que-pase, y que lo coloca, de manera automática, del lado de Israel, y por eso repite los mantras (porque no hay argumentos, solo hay dos o tres mantras repetidos hasta el absurdo) de quien defiende lo indefendible.

Con su retórica perversa, Israel y sus seguidores nos tratan de convencer de que con los escombros de los Derechos Humanos ellos elaboran, porque sí, su propia Carta Magna, con el “derecho a la defensa propia” en la cúspide, sustituyendo el derecho a la vida. Llevamos siete meses, más de 200 días, asistiendo incrédulas al espectáculo dantesco que nos ofrece Israel en su, al parecer, incuestionable “derecho a defenderse”, y aunque llegamos tarde para decenas de miles de palestinos, vamos a seguir por los que quedan. Y quienes quedan son sobre todo las mujeres, niños y hombres que esperan aterrados en Rafah a que el ejército genocida decida qué hacer con ellos, pero también, señor Viciana, somos nosotras mismas, porque los derechos arrebatados a los palestinos son, también, nuestros derechos.

Las y los estudiantes acampados también en Madrid, como en otros lugares del mundo, cumplen ni más ni menos que el artículo 2 de la Ley Orgánica de Universidades (LOSU), que nos habla de “la generación de espacios de creación y difusión de pensamiento crítico” como función de las universidades

Las y los estudiantes acampados también en Madrid, nuestra ciudad, como en otros lugares del mundo, cumplen ni más ni menos que el artículo 2 de la Ley Orgánica de Universidades (LOSU), que nos habla de “la generación de espacios de creación y difusión de pensamiento crítico” y “la formación de la ciudadanía a través de la transmisión de los valores y principios democráticos” como funciones de las universidades. Y por ello, y porque con su arrojo y lucidez le insuflan esperanza a nuestras universidades y a nuestra sociedad, cuentan con todo el apoyo de las y los profesores que firmamos esta carta, y de muchos más.

Admiramos a nuestros estudiantes, los apoyamos y los vamos a defender, tanto de los desalojos como de toda la demagogia que ya se vierte sobre ellas y ellos. Según usted afirma también, no tenemos ya edad de meternos en política, y parece que se ha arrogado la responsabilidad de conseguir que nos dediquemos a menesteres más adecuados (quizás tomar el vermú el domingo en Chamberí o jugar al pádel con nuestra directora de tesis, no sabemos) pero en confianza, señor Viciana, que somos adultos todos: usted sabe, nosotras sabemos, que cuanto más intenten callarnos, seremos más quienes hablemos sobre lo que le han hecho al pueblo palestino, y lo vamos a hacer más alto. Y lo vamos a hacer, además, por muchos años y en todos los foros que tenemos a nuestro alcance, que son bastantes.

Hablaremos, también, porque si nos preguntan nuestras hijas y nuestros hijos, dentro de diez años, por Palestina, no queremos tener que responderles: “Lo vi. Y no dije nada”. No es la política, señor Viciana, es la dignidad humana. La nuestra, pero también la suya.

Firman este artículo las y los docentes e investigadores:

Alicia López de Ceballos Regife (UPM), Ana Arriba (UAH), Ana Laverón (UPM), Ana Manero (UC3M), Ana Negredo (UCM), Ángeles Diez (UCM), Ángeles Manjarrés (UNED), Araceli Serrano Pascual (UCM), Ariel Jerez (UCM), Belén Rodríguez de Fonseca (UCM), Carlos de Castro Pericacho (UAM), Carolina Meloni González (UAH), Carmen Domínguez (UCM), Carmen Lozano Cabedo (UNED), Casilda Cabrerizo (UC3M), Celia Fdez Aller (UPM), Claudiu Placinta (UPM), Concha Mateos (URJC), Elena de Luis (UC3M), Eva Aladro Vico (UCM), Ernesto Nungesser (UPM), Fernando Varas (UPM), Gloria Gómez Muñoz (UPM), Ignacio Campoy Cervera (UC3M), Irina Fernández Lozano (UNED), Inés Moneira (UNED), Jana Montero Calle (URJC), Javier Gil (UNED), Jesús Escribano Martínez (UCM), Joan Pedro Carañana (UCM), José Luis Ledesma (UCM), Jorge Costa Delgado (UAH), Jorge Martínez Crespo (UC3M), Jorge Sola (UCM), Luis Badesa Bernardo (UPM), María Santiago Prieto (UCM), María José Díaz Santiago (UCM), Mariano Vázquez Espí (UPM), Mario del Rosal (UCM), Mariu Ruiz Gálvez (UCM), Mercedes Sastre (UCM), Montserrat Abad (UC3M), Nacho Martínez (UCM), Paula Requeijo Rey (UCM), Pilar García Carcedo (UCM), Ricardo Fernández de Aldama (UPM), Rubén de Diego (UCM), Rubén Torices Blanco (URJC), Sara Arganda (URJC), Silvina Ribotta (UC3M), Simon Pickin (UCM), Teresa Jurado Guerrero (UNED), Úrsula Martínez Álvarez (UPM), Victoria Lapuerta González (UPM) y Xabier Arrizabalo (UCM).

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