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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El castañazo de Jordi Évole

Un ejercicio de funambulismo francamente arriesgado.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La televisión es, o puede ser, un arma de destrucción masiva por su impacto social y las necesidades que crea en sus destinatarios. Como medio informativo, tiene sus limitaciones. Como medio de entretenimiento, sus posibilidades son inagotables. Operación Palace fue un triple salto mortal de Jordi Évole y de su equipo sobre un cable muy fino ante cinco millones de personas. El castañazo fue doloroso de ver.

Un mal guión

Seducir a la audiencia para que crea lo que tú quieres que crea obliga a un complicado ejercicio de funambulismo visual. Sembrar pistas falsas, introducir elementos reales o muy conocidos por la audiencia, esconder invenciones descaradas entre un grupo de hechos incontestables, en definitiva, crear un suspense que se va desarrollando poco a poco hasta que atrapa al espectador y lo deja en un punto en el que no puede diferenciar ya lo que es verdad y lo que es ficción.

Operación Palace fracasa en el punto clave: el guión. No hay suspense, no hay intriga. Todo (el golpe como artificio audiovisual para impedir el golpe de verdad) se cuenta desde el principio y se intenta sostener después con un andamio muy frágil.

No todo lo que se cuenta en un documental de ficción tiene que ser cierto. Si es de ficción, obviamente no puede serlo. Pero todo debería ser verosímil. Por ejemplo, plantear en los primeros minutos que un serio motivo de fricción en la conspiración era el hecho de que había quienes no aceptaban bajo ningún concepto que el director de cine fuera catalán es un chiste absurdo. Es un intento de enviar al pasado un tema polémico de actualidad.

Credibilidad

Évole decidió no hacer este programa bajo la marca de Salvados. Fue inteligente, pero eso no le servirá de chaleco antibalas. La credibilidad para un comunicador es un bien muy vulnerable ante cualquier ataque exterior. Se acumula con esfuerzo durante años y se puede perder rápidamente.

Salvados se ha convertido en un oasis en el panorama televisivo español: un programa informativo en horario de máxima audiencia centrado en temas de gran impacto social y político y con un apoyo muy significativo de la audiencia.

Évole y su gente saben arriesgarse. Su formato de Salvados funciona como un guante en algunos temas y mucho peor en otros. Eso no es un drama. No hay formato que lo resista todo. Podríamos decir que lo suyo es un informativo o documental de autor que necesita de la complicidad del público: hay que aceptar que Évole entreviste a unas personas, y no a otras, o que los totales estén a veces muy editados (cortados) para mantener el ritmo del programa.

Su creador no puede ponerse un día el sombrero de la ficción y una semana después calzarse el sombrero de la realidad, y confiar en que el público no se lo tenga en cuenta y sepa apreciar la diferencia. Los que se hayan sentido engañados ahora, que los habrá, no volverán a verlo con los mismos ojos.

Un reparto escalofriante

Leguina, Anasagasti, Alcaraz, Verstrynge, Rojas Marcos... No era lo que podríamos llamar un Ocean's Eleven de políticos jubilados. Quizá si hubieran sido menos o si hubieran tenido mejores frases... pero da igual. Suena un poco al reparto de Los mercenarios, en especial si pensamos en el título original de la película: The Expendables.

Falsas expectativas

La promo más emitida de Operación Palace tenía una frase muy bien elegida: “¿Puede una mentira explicar una verdad?”. Bien elegida por su ambigüedad. Justifica un programa como el que vimos, pero también puede interpretarse como una referencia crítica a la versión oficial del 23F. Realmente, había mucha gente que confiaba en que Évole destapara la olla que el establishment político ha mantenido cerrada desde entonces en relación al golpe de Estado. Sentirse decepcionados no les ayudó a disfrutar del programa.

La moraleja

Durante el programa, quedaba bastante claro que al final tendríamos moraleja. Sus responsables dirían que su intención –su auténtica intención– era poner en evidencia la version oficial del golpe, la sacrosanta Transición, una exageración grotesca que denunciaba el hecho de que aún quedan puntos oscuros sin aclarar. Si ese era el mensaje, creo que habría llegado a más gente si se hubiera hecho un programa real de Salvados.

Ese lado oscuro

Es sólo ficción, una broma, una parodia de la realidad, nadie se lo habrá creído... no seamos tan talibanes con un producto televisivo, dirán muchos.

Ya. Nunca subestimes el poder de la televisión para hacer creer a la gente que lo que está viviendo en la pantalla es la realidad.

Posdata personal

Por si es necesario decirlo, Évole me entrevistó una vez, lo que me dio la oportunidad de conocerle a él y a parte de su equipo. Creo que hacen un buen trabajo y, por lo que vi, son buena gente. No he cambiado de opinión. Es sólo que esta vez han lanzado demasiadas bolas al aire y algunas les han caído sobre la cabeza.

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