Noticias bajo la espuma flotante

Cayetana, Arrimadas, Calvo. Mintieron, no mintieron. Sánchez, Iglesias. Le miró, no le miró. Ayuso y la banda de los redimidos. Porque lo valemos y nos sale del papel de fumar. ¿Qué pasa? Los periodistas desmemoriados. Las periodistas enfadaditas. Los secretos a voces. La nueva versión del “off the record”, ahora para políticos. La piscina de pirañas de Twitter. Rojos 10, Morados 2. Campo abierto para los fachas. ¡Venezuela!, otra vez. Rivera la trae de su retiro agosteño. Los clubs de fans. No puedo.

“En un solo día esta semana, el primer ministro indio Narendra Modi deshizo casi siete décadas de historia”, informan en The Washington Post. Ha despojado a Cachemira (la única región mayoritariamente musulmana), de su condición de Estado revocando una autonomía que había estado vigente desde la década de los 50. Hay protestas y más que se temen. Se habla de 3.000 detenidos, entre ellos niños de hasta 13 años.

Boris Johnson es un señor pelirrojo que se hizo famoso en el Reino Unido por sus excentricidades. Ese fue su principal valor, ser famoso, para que el Partido Conservador británico con cientos de años de historia lo eligiera como su líder. De ahí, y sin paso alguno por las urnas, ha llegado a la jefatura de Gobierno. Y desde ahí ha paralizado el Parlamento. El británico, que se dice pronto. Johnson quiere hacer un Brexit duro y la democracia resulta molesta para estas cosas. Miles de británicos se han echado a la calle, a la firma y a los juzgados. A ver cómo acaba el pulso.

No es el primer payaso presidiendo un gobierno. En Ucrania tienen uno que oficialmente lo es y presume de serlo: el cómico Volodimir Zelenski. Y éste es el que menos lo parece. Bolsonaro, el presidente de Brasil, en plena ola de aterradores incendios en la Amazonía, ha decidido recortar los fondos para su prevención. Y Donald Trump en EEUU se dispone a eliminar restricciones a la explotación forestal, minera y energética en una extensión que supone la mitad del Bosque Nacional Tongass de Alaska, el mayor bosque templado húmedo del mundo, según The Post, también.

Al neofascista Matteo Salvini en Italia le ha salido el tiro por la culata. Provocó la caída del Ejecutivo del que era ministro del Interior, y ahora los M5S formarán gobierno con el Partido Demócrata. Salvini afilará todas sus armas para volver por la puerta grande, si la cordura no lo remedia.

Aquí en España tenemos a Cayetana y a Arrimadas, a Casado y a Rivera, y a esos otros azules como la antracita al sol. Y a Sánchez y Calvo que miran o no miran. Y a redactores de sus estrategias. Y todo lo demás. No, no puedo.

El miércoles, ADF, filial de ISIS, secuestró a más de 200 personas en Boga, República Democrática del Congo, incluidos niños y niñas. Ya hay quien intenta rescatarlos, como sucede siempre, con riesgo de sus vidas. Como hay, en multitud de zonas de conflicto (bélico o de hambruna y abandono) médicos sin fronteras MSF que intentan atender a los enfermos con enormes dificultades y precariedad de medios. Españoles en ellos. Con familia y seres queridos preocupados por su suerte. Mezclados con voluntarios de otros lugares, porque para la solidaridad no existen colores, ni lenguas, ni fronteras. Hay gente que ayuda, en lugar de entorpecer.

Como tenemos a personas que se baten contra el creciente fascismo, la intolerancia y la maledicencia para salvar la vida de los más débiles en el mar. Y que son perseguidos y acosados por ello. Sin que flaqueen en su empeño. Òscar Camps, fundador del Open Arms, o Helena Maleno, que se define como Defensora de los DDHH en @walkingborders con cuanto implica, entre otros.

Cada día veo también, haciéndose un hueco en la piscina de pirañas de Twitter, a periodistas que están muy lejos de las sillas y el aire acondicionado, y sobre todo del influjo del poder, incluso del tedio adocenador. Javier Espinosa, por ejemplo. Y muchos otros. En Hong Kong también anda preocupante el panorama.

¿Recuerdan cómo apoyamos la iniciativa de mujeres iraníes y de Arabia Saudí que se rebelaron contra la obligación de llevar velo? Han sido condenadas a duras penas de cárcel, hasta 16 años. Aquí tenemos a las de Irán. Hay que salvarlas. Sí o sí.

Pero no tenemos un Albert Rivera, por ejemplo, que se ocupe de ellas. Ni de las perseguidas en El Salvador por interrumpir su embarazo, incluso accidentalmente. Ni de los guatemaltecos, hondureños, haitianos, víctimas de pobreza máxima y emigración. Ni de los nicaragüenses siquiera que, por el origen perdido en los tiempos de su gobierno, podrían dar beneficios electorales. Solo existe Venezuela. El país donde quieren que gobiernen algunos hoy opositores que se lucran de negocios inmobiliarios en España. De los pisos de lujo. Uno de los más florecientes: Madrid es la sexta ciudad del mundo donde más se incrementa el precio de este tipo de viviendas. Más que en París.

Volvemos a la mugre, que flota en la superficie como espuma flotante. A la desasistida hasta de una atención crítica que permitiera limar sus errores. Y al estancamiento de lo que ha de funcionar por el bien de todos. A ese mirarse el ombligo tan estéril y paralizante. Pero no es basura todo lo que reluce.

Hay gente que trabaja por los demás, a menudo calladamente. Capaz de conmoverse con las desgracias ajenas al punto de mover un dedo y la vida entera, por ayudar. Profesionales de todos los gremios, periodistas también, que cumplen con su cometido y más allá de él. Ciudadanos que se identifican con el dolor de un padre famoso, de una familia, por la pérdida de una niña maravillosa, hermanados en un sentimiento universal. Ciudadanos convencidos de que en un mundo con las prioridades lógicas de humanidad, lo primero es solucionar los conflictos, investigar para atajar causas y aportar soluciones. Lo llaman “pensar en positivo”, pero más bien es “hacer en positivo”. Porque hace falta, porque es imprescindible.