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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

Esta película ya la hemos visto

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE).

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El mundo es un remake. A estas alturas ya quedan pocas dudas. Viendo a las grandes autoridades de la economía mundial asegurarnos que lo de los bancos quebrados en Estados Unidos y las cuentas fraudulentas de Credit Suisse suponen crisis locales y no existe riesgo alguno de contagio, uno se teletransporta a 2007, cuando las subprime eran un problema de los americanos; o a 2019, cuando el virus era un problema de los chinos.

Entonces y ahora, el mismo dilema: o yo no sé en qué mundo vivo o no lo saben ellos al efectuar semejantes afirmaciones tan del siglo XX. En ambos casos no hay esperanza para mí. A ustedes les queda rezar para que la primera hipótesis sea la cierta.

En 2007 no se intervino porque estaba todo controlado. Ahora se interviene para mantenerlo todo bajo control. Ambas cosas no pueden ser ciertas. Si Credit Suisse ha llegado hasta aquí a base de trampas y mentiras arriesgadas, o el presidente Biden reclama castigos ejemplares para los malos gestores, será porque el sistema de control que falló en 2007 y teóricamente se cambió para que no volviera a errar ha vuelto a fracasar estrepitosamente. Si el sistema de control ha fallado, difícilmente puedes afirmar con tanta certeza que todo sigue bajo control.

La decisión de subir los tipos de interés, gestionando una inflación provocada por la oferta como si la estuviera causando la demanda, no acaba de doblegar la curva inflacionista y está detrás, en parte, de la crisis que sacude a los bancos mundiales, al devaluar sus inversiones en deuda pública a largo plazo. Se trata de una decisión basada en la fe, no en la evidencia empírica o la ciencia económica. La decisión ha sido ratificada como un auto sacramental esta misma semana sin más debate o discusión; como en los mejores días de la gestión de COVID basada en la superchería y el voluntarismo irracional. 

Y aún hay quién se sorprende de que el BCE tuviera que reunirse de urgencia al día siguiente de subir los tipos y hacer como si no pasara nada. Son los mismos que hasta ayer nos aseguraban que el problema era que sobraba el dinero y la banca ya no sabía qué hacer con él. Serán los mismos que se sorprendan cuando esta estrategia de cerrar los ojos y desear muy fuerte que suceda algo que parece haberse instalado en las autoridades monetarias nos acabe arrastrando a una nueva recesión.

Siempre es la misma película. Hace unas semanas Inditex anunciaba un acuerdo salarial con sus empleadas de tienda para subirles el salario un 20% en dos años y garantizarles un salario mínimo de 18.000 euros al año. Inmediatamente, las acciones cayeron en todas las Bolsas. Días después, Inditex confirmaba un beneficio de récord de más de cuatro mil millones en el ejercicio de 2022. Únicamente el anuncio de la intervención masiva de los bancos centrales detuvo la sangría bursátil de la banca mundial, con la europea y la norteamericana a la cabeza. Los beneficios no se reparten o se reparten poco porque es lo mejor para crear riqueza y las pérdidas se pagan a escote y el sufrimiento se reparte masivamente porque alguien tiene que pagar por la estabilidad del sistema. A ver si nos enteramos de cómo funciona esto de una vez.

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