El PNV siempre llama dos veces
El Partido Nacionalista Vasco, como el cartero de aquella obra maestra de cine negro protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange, siempre llama dos veces. Cada ejercicio presupuestario. No falla. Gobierne en España la derecha o la izquierda. Este septiembre ya ha emitido las dos señales habituales. Toca negociar con el Ministerio de Hacienda y sendas llamadas ya han salido de Sabin Etxea, la sede central de los nacionalistas vascos.
El primer toque de atención lo ha dado el máximo responsable del partido, Andoni Ortuzar, en una entrevista con El Español, en la que viene a decir que el Gobierno de Pedro Sánchez no debe molestar demasiado a las grandes empresas porque luego pasa lo que pasó en Catalunya, que mudan su sede fiscal y vienen curvas.
Se refiere, claro, a los impuestos que el Ejecutivo tiene pensado aplicar de forma temporal a los beneficios extraordinarios de energéticas y bancos porque, en su opinión, es un asunto que puede acabar en los tribunales. No parece, a tenor de la senda por la que Bruselas ha instado a transitar a los estados miembros para afrontar la crisis y, sobre todo, para que haya un reparto equitativo de los costes de la misma.
Los nuevos tributos afrontan este martes su primer examen en el Congreso de los Diputados con la votación de la admisión a trámite que, dicho en román paladino, significa que sus señorías aceptan empezar a debatir sobre el asunto. Aún queda tiempo para matizar e introducir cambios. Y el Gobierno cuenta con el voto favorable de los nacionalistas vascos porque en la tramitación de la norma habrá que buscar el encaje jurídico definitivo que acomode los impuestos a lo que determine finalmente la Comisión Europea.
Solo la derecha y la ultraderecha españolas han encontrado, aunque ciertamente peregrinos, argumentos para oponerse a una decisión muy aplaudida socialmente y ya implementada en otros países, no precisamente gobernados por la socialdemocracia ni por los comunistas. Hasta el electorado del PP avala ampliamente el nuevo gravamen con el que se espera recaudar 2.000 millones de euros en 2023 y otro tanto en 2024. Al fin y al cabo, se trata de aumentar los tributos en busca de una mayor equidad social y siete de cada diez ciudadanos está a favor de que sea así.
El PNV no tiene fácil votar en contra, La Moncloa lo sabe y de ahí el segundo toque de atención, mucho más claro y directo, a través de una encuesta realizada entre sus simpatizantes mediante una app que el partido ha creado para interactuar con su electorado. Los resultados son inequívocos y los ha publicado El Correo: un 86% de los simpatizantes está a favor de retirar el apoyo al Gobierno si no cumple con el calendario de traspasos comprometido y pactado en diciembre de 2019 a cambio de que el PNV apoyara la investidura de Sánchez. Son datos que apabullan y que los de Ortuzar utilizan estos días previos a la negociación presupuestaria con un más que evidente objetivo: que el Gobierno no dé por sentado el apoyo de su socio preferente a las cuentas públicas para 2023.
A los nacionalistas vascos, siempre pragmáticos, no les gustan los volantazos del Gobierno si perjudican a dos referentes de la economía vasca como son Iberdrola y el BBVA y tampoco le agrada que los socialistas den oxígeno a Bildu, su principal competidor, en el Parlamento español. Mucho menos que La Moncloa confunda su apoyo a la investidura con un cheque en blanco.
Por eso Ortuzar ha enseñado los dientes, pero ya saben que, gobierne quien gobierne en España, es el PNV quien siempre gana en las negociaciones presupuestarias. Un clásico del Parlamento, una liturgia que se repite cada año, y este no podía ser diferente. Hay cosas que no cambian.
Por cierto, que en Sabin Etxea, como en un sector de la derecha española, también empiezan a ver las costuras a Núñez Feijóo. Una cosa es que la relación con el líder del PP sea correcta y otra, que crean que a Euskadi y a España les vaya a ir mejor con él en La Moncloa. No se atisba por tanto en el horizonte inmediato una ruptura agreste con Sánchez, y menos a seis meses de unas municipales en las que el PNV y el PSE aspiran a reeditar la mayor parte de sus acuerdos en los ayuntamientos.
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