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Puigdemont y el fuego amigo

La presidenta de ANC, Dolors Feliu. EFE/ Toni Albir

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Hubo un tiempo en el que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) aspiraba a representar la transversalidad del independentismo, un movimiento plural en el que conviven sensibilidades distintas a menudo enfrentadas. Ese tiempo pasó, como lamenta su expresidenta Carme Forcadell, quien dirigió la entidad en su época dorada, entre el 2012 y 2015 y que, tres años después, en tanto que presidenta del Parlament que permitió que se votase la Declaración de Independencia, acabó en la cárcel.

Quien preside ahora la ANC es Dolors Feliu, una mujer que en sus intervenciones alienta las bajas pasiones sin ofrecer alternativa alguna, más allá de amenazar a Junts y ERC con presentar una lista alternativa. Existe ya un precedente. Se llamó ‘Primàries Catalunya’, cuando la entidad presentó candidaturas en diversos municipios. Fracasaron en su objetivo de alentar una “revuelta civil” y lo único que consiguieron fue restar apoyos al resto de formaciones independentistas. 

La propia Feliu intentó que la ANC la apoyase a principios de año en su propósito de impulsar una “lista cívica”. A pesar del revés y las desavenencias, se quedó en el cargo y los que acabaron dimitiendo fueron algunos de los que allí dentro se habían bautizado como “disidentes”. Se escucharon críticas de “falta de democracia interna” en una entidad que hace bandera de ser la máxima defensora de la soberanía. 

Pasaron los meses, se celebraron las elecciones generales y el resultado concedió la llave de la legislatura a Carles Puigdemont. Los sectores que se identifican con la ANC le respetan, todo lo contrario que a los dirigentes de ERC, a los que reprochan su falta de pureza día sí, día también. Pero ahora que el expresident se aviene a negociar con Pedro Sánchez (ya veremos cómo acaba) a más de uno se le ha cortocircuitado el argumentario. Porque en ese universo paralelo tan activo en las redes, los representantes de ERC, sea Oriol Junqueras o el Govern en pleno, son unos traidores que tienen “cero ganas” de hacer la independencia.

Ahora la duda es: ¿se atreverán también a criticar a Puigdemont por no plegarse a sus exigencias? El líder de Junts ha hecho dos cosas. La primera es avenirse a sentarse con el PSOE, algo que hace unos meses parecía impensable, y la segunda es plantear su posición en unos términos complicados pero no imposibles. Al menos en esta primera fase. Eso no significa que pueda descartarse un bloqueo que comporte una repetición electoral, por más optimismo que rezumen todas las intervenciones del sherpa Jaume Asens.      

La ANC ha ido perdiendo apoyos desde el 2017 mientras que Òmnium, partidario de explorar la vía dialogada y no de estar señalando ‘botiflers’ todo el día, ha ido ganando socios. ‘La Vanguardia’ publicaba esta semana las cifras que ayudan a entender dónde está cada entidad. Òmnium tenía 32.100 socios en el 2012 y hoy son 190.000; la Assemblea, 5.000 aquel año, ahora 40.000 pagando cuota. 

La Diada ha vuelto a poner a la ANC en las portadas y su discurso ha tenido un protagonismo solo atribuible a la jornada. Junts, que sigue atendiendo el voto de silencio que ha ordenado Puigdemont, evita confrontar posiciones con Feliu o caer en la provocación de afearle que amenace con pescar en su caladero con una lista propia. 

Los movimientos que Puigdemont ha hecho hasta ahora no coinciden con la reclamación de “independencia o nada” que proclamó la presidenta de la Assemblea durante su discurso en la manifestación de la Diada. El expresident, por la vía de los hechos, reclamando una amnistía y no acompañando la exigencia de un referéndum para ya, demuestra que tiene su propia estrategia más allá de la que pretenda marcarle la ANC cuando le insiste en una Declaración Unilateral de Independencia que fue la que le condenó a una situación política pero también personal que veremos cómo logra resolver.

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