Sánchez, el nuevo Príncipe
Rajoy ha necesitado seis años y medio para ganarse el desprecio de un pueblo. Felipe González necesitó algunos más y Aznar necesitó una foto y una guerra. Si lo miramos así, llegar a presidente del Gobierno en España es una aspiración tan despreciable que hasta los mismos perros se avergüenzan de usar las piernas de los investidos como si fueran árboles.
No sé si me explico, pero cuando un presidente del Gobierno se olvida del azufre de las calles y consolida alianzas extraparlamentarias con el capital feroz y la usura, rescatando bancos y autopistas y convirtiendo los derechos elementales en mercancía, su política social poco tiene de social, quedando convertida en política antisocial. Luego llaman antisociales a los que denunciamos tales asuntos. Es su manera de defender argumentos tan anémicos. Pero no me quiero despistar, tan solo venía aquí a hablar acerca del nuevo Príncipe.
Si atendemos a la lectura maquiavélica, el hecho de que un Príncipe nuevo sea capaz de mantenerse en el poder, depende, sobre todo lo demás, de cómo llegó al poder. Siguiendo la pauta de Maquiavelo, el expresidente Felipe González se mantuvo en el Gobierno durante más de trece años después de haber arrollado con mayoría absoluta en las elecciones de 1982. De esta manera, el sevillano Felipe González llegaba al Gobierno con el desahogo propio del que anda sobrao, dispuesto a anclarse de por vida. Pero por culpa de la inercia que tiene todo cuerpo sujeto a la autoridad del capital, año tras año, Felipe se iría ganando la antipatía de su pueblo hasta conseguir perder las elecciones, regalándoselas al Partido Popular, de manera sobreesdrújula, en 1996; momento en el que se empezó a consolidar el Aznarato.
Si nos fijamos bien, nuestra historia política no ha hecho otra cosa que seguir las pautas fijadas en el tratado de Maquiavelo, hombre de teatro tan nombrado como tan poco leído por nuestros representantes. No sé si Pedro Sánchez ha leído a Maquiavelo, pero su periplo hasta alcanzar la presidencia del gobierno es asunto para un tratado político donde el enemigo está tan cerca que, a veces, puede llegar a ser uno mismo.
Ha sido un viaje, el de Pedro Sánchez, donde no han faltado lestrigones, cíclopes y cantos de sirenas. Pero si no cuenta con Unidos Podemos a la hora de formar un Gabinete de coalición, habrá más animales mitológicos y, sobre todo lo demás, los perros evitarán levantar la pata. Será otro árbol caído.