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La trampa del punitivismo

Perímetro exterior de una prisión en España

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El debate de las penas que se ha abierto en las últimas semanas, tras la entrada en vigor de la ley del 'solo sí es sí', nos lleva a las juristas feministas y también al movimiento feminista a un marco peligroso del que poco a poco deberíamos salir si no queremos vernos atrapadas en el callejón sin salida del punitivismo y el derecho penal del enemigo. Poner el énfasis en el endurecimiento de las penas como respuesta a las violencias sexuales que sufren las mujeres es un terreno resbaladizo que, una vez más, pone en evidencia las diferentes formas de enarbolar la bandera feminista: la de la lógica punitivista frente a la lógica de los derechos humanos. 

El modelo de “hacer justicia” vinculado al derecho penal y al punitivismo encaja a la perfección en un marco ideológico conservador (en el plano moral) y reaccionario (respecto a los avances en derechos). Un modelo que asocia el grado de justicia a la dureza del castigo y cree que aislando a los sujetos entre rejas durante años (e incluso condenándolos a muerte) es suficiente, negando de esta forma la evidencia de que para acabar con las violencias que tienen raíces en realidades mucho más complejas como la desigualdad, la cultura del odio y las políticas neoliberales no hacen falta más cárceles sino invertir en igualdad y prevención. Endurecer las penas, lejos de garantizar la seguridad a las mujeres, refuerza el modelo de justicia patriarcal (algo de lo que el franquismo fue buen ejemplo) de sociedades cada vez más desiguales, insensibles y polarizadas. Lo que nos da seguridad como mujeres diversas y diferentes no es que el Código Penal sea la única pauta de actuación. Sin embargo, es innegable que hay voces que, en nombre de las mujeres y también del feminismo, piden más cárcel, más penas y más mano dura contra el enemigo. ¿Qué enemigo?, ¿el machismo o los hombres? 

Comparto con Rita Segato su afirmación de que el feminismo punitivista puede echar por tierra una gran cantidad de conquistas”. Para la escritora, antropóloga y activista feminista argentina, la clave en la búsqueda de justicia por parte del movimiento feminista frente a las violencias, especialmente contra las violencias sexuales, ha de estar en “el proceso de ampliar los debates” y no en el objetivo de perseguir “la sentencia como una cosa”, como un fin último. Y, ¿cómo ampliar los debates para materializar la justicia feminista desde la lógica de los derechos humanos? Ensanchando el foco. Buscando qué respuestas y prácticas sociales de prevención, educación, mediación, resolución de conflictos, nivelación de desequilibrios y reparación que trasciendan al orden penal contiene la ley del 'solo sí es sí' para validar la norma desde la mirada y ética feminista. Salirse del marco patriarcal punitivo defendiendo la universalidad de los derechos humanos.

La justicia feminista ha de trascender al sistema penal, especialmente cuando, desde una mirada de derechos, llegar a este orden jurisdiccional deja al descubierto el estrepitoso fracaso e insuficiencia de las políticas públicas existentes, la incapacidad del sistema de bienestar para corregir las desigualdades sociales y, también, pone de relieve el deterioro de la estructura de apoyo social que, desde la colectividad, puede ofrecer las alternativas educativas y comunitarias como forma de prevención y resolución de los conflictos que enmarañan en el origen de las violencias machistas. La justicia feminista como la que apuesta por transformar la realidad en vez de ocultarla tras los muros y las puertas... de una prisión.

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