Las Adoratrices, premio Rey de España por ayudar a mujeres víctimas de trata

Ayudar a mujeres en situación de exclusión o marginalidad, como las víctimas de la trata de seres humanos, es el objetivo de las Adoratrices, una congregación religiosa que mañana recibirá el Premio de Derechos Humanos Rey de España, concedido por el Defensor del Pueblo y la Universidad de Alcalá de Henares.

El premio reconoce la labor de entidades que se distinguen por la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos en España, Portugal e Iberoamérica.

El Rey Felipe VI presidirá en la Universidad de Alcalá la entrega del galardón, que se concede cada dos años y que está dotado con 25.000 euros y una medalla expresamente creada para esta distinción.

Actualmente, las Adoratrices tienen en España treinta proyectos para atender a mujeres víctimas de la trata de seres humanos, de la violencia machista, que ejercen la prostitución, que están privadas de libertad o que son madres o gestantes en riesgo de exclusión.

En 2013 fueron atendidas 2.173 personas de 65 nacionalidades gracias a estos proyectos, que son gestionados por 121 monjas, 132 laicos contratados y 136 voluntarios.

A partir de los años noventa, ha aumentado de forma considerable el número de mujeres víctimas de la trata de seres de humanos con fines de explotación sexual y laboral atendidas en las casas, pisos, locales y unidades móviles de las Adoratrices en España, ha explicado en un encuentro con periodistas la secretaria provincial de la institución, María Elisa Altadill.

Las religiosas reciben casos que les derivan la Policía y otras instituciones que trabajan con este problema, pero también se acercan a las mujeres en clubes de alterne, pisos, carreteras e invernaderos para interesarse por su situación.

Es un acercamiento “gratuito”, sin buscar nada, para estar con ellas, escucharlas y transmitirles que si en algún momento ellas quieren salir de su situación, les buscarán los medios para que puedan lograrlo, ha precisado la secretaria general de la congregación, Margarita Navío.

En los clubes de alterne, las hermanas Adoratrices -que no visten hábito- hablan con los dueños para prestar atención sanitaria a las mujeres, mientras que en las carreteras las invitan a tomar un café en una unidad móvil, que dispone de una especie de salita en la parte posterior, y en los invernaderos visitan el “chiringuito”, donde alguna chica se prostituye a cambio de un refresco.

La mayoría de las víctimas de trata atendidas por la institución son extranjeras procedentes de distintos países de África, que tienen que superar “barreras” como la falta de documentación, el desconocimiento del idioma o la ausencia de libertad, debido a que están “muy controladas”.

En un primer momento, las Adoratrices les ofrecen una acogida de emergencia, en la que reciben una atención integral (psicológica, social, jurídica y laboral) y reflexionan sobre su situación para decidir qué quieren hacer en el futuro.

Después pueden optar por la acogida en las casas de la congregación, donde hay una convivencia familiar de grupos pequeños, formados por ocho o diez chicas y cuatro o cinco hermanas, y donde las mujeres aprenden las costumbres y desarrollan habilidades, con la ayuda de profesionales, en un proceso de integración en el país donde quieren vivir que puede durar uno o dos años.

“Cada una hace un proceso, con más o menos dificultades. Nosotras las acompañamos. Desde el principio, creemos en el potencial de cambio de cada persona. Son mujeres fuertes, que no se rinden y que llevan un recorrido de situaciones difíciles”, ha detallado Navío.

Un alto porcentaje sale de la situación de exclusión, mientras que un pequeño número regresa a sus países de origen o vuelve al entorno que trató de dejar.

La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, y la secretaria general de la Universidad de Alcalá de Henares, Carmen Figueroa, han destacado la labor “valiente y generosa” de las Adoratrices para contribuir a la reinserción y ayudar a encontrar un futuro a las mujeres víctimas de la trata de seres humanos.