Ayuso en su “carajal”: cede al calendario de Casado pero se lanza ya a la batalla para liderar el PP de Madrid

Aitor Riveiro

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“Tengo bastante carajal con lo mío”. Así despachó este viernes Isabel Díaz Ayuso las preguntas sobre la sentencia que condena al PP por reformar su sede con dinero negro. Sin querer, daba la pista a los periodistas que aguardaban bajo la lluvia frente al desahuciado edificio de la calle Génova de Madrid de que las muestras de unidad que iba a escenificar la dirección autonómica no eran más que eso, una teatralización del final de un conflicto interno que sigue latente. Ayuso dio el paso formal de anunciar ante la Junta Directiva Regional que aspirará a liderar el PP de Madrid. ¿Cuándo será eso? Cuando quieran Pablo Casado y Teodoro García Egea. “Será cuando decida el partido, y yo lo acataré”, dijo la presidenta de la institución más potente que domina la derecha, quien ha asumido que su momento no llegará hasta el primer semestre de 2022. Los suyos aspiran a adelantar el proceso lo máximo posible dentro de ese margen de seis meses impuesto por la dirección nacional, que tiene en su mano retrasarlo hasta junio.

En la Puerta del Sol venden lo ocurrido el jueves como un éxito de Ayuso, pero hace apenas unos meses la presidenta madrileña aspiraba a sentarse este mismo otoño en el trono que antaño ocupara Esperanza Aguirre. Sus pretensiones ensombrecieron la larga y concienzudamente preparada Convención Nacional, con la que Casado quería relanzar su proyecto, tal y como anunció después del batacazo del partido en las elecciones de febrero en Catalunya. Fue entonces cuando dijo que el PP iba a abandonar la sede que la Audiencia Nacional ha señalado como el gran monumento a la caja B del partido.

La mudanza sigue pendiente y Casado pudo celebrar en el balcón el éxito de Ayuso, como propio, el pasado mes de mayo. Es la segunda vez que el presidente del partido se asoma a festejar una victoria electoral. La anterior, gracias también a la presidenta madrileña, su amiga, rama del mismo árbol que cultivó y mimó durante lustros la madrina de ambos, Esperanza Aguirre, quien el viernes volvió a erigirse en protagonista ante la deliberada ausencia de los primeros espadas. Ayuso, que al entrar sí se paró a hablar con los periodistas, salió de la sede de Génova (donde conviven dirección nacional y regional) antes de las tres de la tarde por el garaje y sin detenerse.

Y todo pese a que, según el relato de quienes asistieron a la reunión, la cita fue como la seda. La concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Andrea Levy, ejerció de portavoz oficiosa del sector que intenta que Ayuso no controle todo el partido en la región. Mariano Rajoy se lo permitió a Aguirre y se convirtió en su principal dolor de cabeza interno, además de en un contrapeso a su liderazgo estatal. Casado no quiere repetir el mismo error y apuesta por un reparto del poder con un hombre de su total confianza, el alcalde de Madrid y portavoz nacional del partido, José Luis Martínez Almeida.

Levy aseguró a la salida del cónclave regional que todo había ido bien y zanjó: “No hay guerras internas”. Preguntada por si las aguas habían “vuelto a su cauce” dijo que “absolutamente”, lo que desmontaba un poco su tesis inmediatamente anterior. “La presidenta ha hecho un discurso conciliador, amable con la dirección nacional”, expuso. Como presidenta del Comité de Garantías del PP, dijo una obviedad sobre la fecha del congreso regional que, sin embargo, ratifica que Ayuso sabe que el calendario será el que marque Casado: “Cuando toque, será”.

La concejala dijo que “todos” son “de la generación de Casado”, y mencionó entre ellos a la propia Ayuso y a su jefe en el ayuntamiento de la capital. Precisamente Almeida fue el parapeto de Casado cuando Ayuso dio la sorpresa al contravenir la decisión adoptada unas semanas antes por la Junta Directiva Nacional. El máximo órgano de dirección del PP planteó que los congresos en las comunidades uniprovinciales serían en 2022. Ayuso quería erigirse en lideresa ya. Y el presidente nacional recordó ante las cámaras que ella no es la única figura de primer orden en Madrid, lo que puso en la palestra a Almeida ha jugado desde entonces a la ambigüedad, sin dar el paso de lanzar una candidatura, pero sin negarlo tampoco.

Ayuso, “contrapeso” de Pedro Sánchez

Aguirre aseguró a la salida de la reunión que las intervenciones habían sido “unánimes” a favor de celebrar el congreso “cuanto antes”, y que el presidente provisional del PP de Madrid, Pío García Escudero, se lo trasladaría así a la dirección nacional. De esta decisión no hay ni rastro en la nota oficial remitida por la organización a los periodistas y, en todo caso, viene condicionada por las palabras previas de Ayuso que reconocían la potestad de las plantas superiores de Génova para decidir.

Lo que sí recogió la nota de prensa del PP de Madrid fue una mención al “éxito de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida”. Un detalle que iguala a ambos dirigentes y que ejemplifica el segundo conflicto abierto con Pablo Casado. La presidenta regional insiste en igualarse a su jefe de filas, incluso por encima, al situarse como verdadera oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Algo que ya hiciera su actual jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, con el José María Aznar presidente de la Junta de Castilla y León, como el propio Aznar reconoció, y bendijo, en plena guerra previa a la convención.

En el cierre del cónclave, en Valencia, y tras acaparar todos los focos, Ayuso le dijo a Casado, ante la atónita mirada de los demás presidentes autonómicos del PP, que no temiera. “Tengo claro que Madrid es mi salida y mi meta política”, dijo. Es decir, que no piensa, por ahora, en ocupar su sillón. “Yo tampoco me voy a mover de Murcia”, replicó con ironía el presidente murciano, Fernando López Miras, inmediatamente después.

Pero la realidad es que Ayuso no pierde oportunidad de situarse como referente de la derecha contra Sánchez y, de hecho, esa fue la línea argumental con la que ganó las elecciones del pasado mes de mayo, aunque sin reeditar las mayorías absolutas de sus predecesores desde 1995.

Solo así se explica el último capítulo del vodevil que protagonizan Ayuso y el número dos de Casado, Teodoro García Egea, a quien su condición de padre reciente le impidió acudir el viernes a un órgano al que tiene potestad de asistir como secretario general del PP. En la última semana se ha publicado en varios medios que la presidenta regional ha bloqueado en su wasap a García Egea, así como a otros dirigentes nacionales del equipo de Casado. Una información que nadie ha desmentido.

El secretario general aseguró el pasado mes de junio que si él fuera militante en Madrid, votaría a Ayuso como líder del partido, pero luego ha encabezado la ofensiva para desbaratar los planes de Ayuso. La relación entre ambos es pésima y la presidenta madrileña solo acepta hablar con el que considera su par, Pablo Casado, según las mismas informaciones.

“España nos mira y nos necesita”, dijo Ayuso al entrar a una reunión de la que todos salieron más o menos como estaban y mientras el Gobierno de coalición se asegura pasar el primer trance de los Presupuestos Generales de 2022.