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CRÓNICA

Todos hablan de Venezuela, pero lo que les importa es la política española

Leopoldo López en la concentración de la oposición venezolana frente al Congreso.

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Otro día de debate en el Congreso sobre Venezuela y una vez más lo que importaba a los grupos parlamentarios era ajustar cuentas con sus rivales. A la derecha no le importó lo más mínimo que el Gobierno de Pedro Sánchez se niegue a reconocer la victoria oficial de Nicolás Maduro y que haya dado refugio en España al candidato de la oposición, Edmundo González. A los socios del PSOE en la izquierda les pareció apropiado denunciar el “doble rasero” de la derecha, pero no se atrevieron a dejar clara su posición sobre la situación creada por las elecciones venezolanas y la falta de un escrutinio completo que justifique la reelección de Maduro.

El apoyo del PNV a la proposición no de ley del Partido Popular hará que al menos su primer punto salga adelante y que el Congreso reconozca a González como “el legítimo ganador” de las elecciones del 28 de julio y por tanto como “presidente electo”. Cada uno de sus nueve puntos se votará por separado, por lo que hasta el miércoles por la tarde no se sabrá cuántos de ellos salen adelante. Lo que llama la atención es que ningún grupo parlamentario habló en favor de Maduro ni reconoció la victoria que proclamaron al día siguiente las autoridades electorales del país.

Cayetana Álvarez de Toledo, del PP, dejó claro desde el primer momento que el objetivo de la PNL era tanto el Gobierno de Sánchez como el de Venezuela. Sobre la decisión de Edmundo González de abandonar su país y pedir refugio en España, dijo que era una maniobra de ambos gobiernos contra la oposición: “Una operación diseñada por la dictadura, organizada por Zapatero y facilitada por el Gobierno de España”. La definición choca frontalmente con lo que ha dicho María Corina Machado, líder de la oposición, que la justificó por el peligro que afrontaba González: “Su vida corría peligro”.

La portavoz del PP también desdeñó los elogios de Sánchez a González, al que calificó de “héroe” en su discurso ante el Comité Federal del PSOE, cuando ya sabía que su llegada a España era inminente. Ni siquiera palabras tan obvias pueden alejar a Álvarez de Toledo de su empeño de cargar contra Sánchez con independencia de lo que diga. “Héroes son todos los demócratas venezolanos. Edmundo es algo más. Es el electo”, dijo, demostrando que el PP no cambiará sus acusaciones a los socialistas por mucho que el Gobierno apoye a la oposición venezolana, como de hecho está haciendo.

La socialista Cristina Narbona destacó que la posición española ha sido esencial para que la UE no haya reconocido a Maduro como vencedor de las elecciones. En cualquier caso, el Gobierno venezolano no tiene ningún aliado entre los países europeos. El PSOE ha presentado una enmienda alternativa a la propuesta del PP, que apuesta por que la UE trabaje para buscar “una solución política negociada en favor del pueblo venezolano” y que incluya analizar si el reconocimiento de González como presidente, como reclama la oposición, “puede ayudar a ello”.

Es una idea que no carece de ambigüedad, pero que permite que las iniciativas de mediación que favorecen gobiernos latinoamericanos como los de Brasil y Colombia puedan tener alguna posibilidad de éxito. Lo que se sabe ahora es que de momento los promotores de esa intervención son más bien pesimistas y no ven en Caracas ninguna intención de renunciar a la reelección de Maduro. Ni siquiera han conseguido que el Gobierno venezolano difunda los resultados completos del escrutinio, incluidas las actas de todas las mesas, como marca la legislación electoral del país, que establece un periodo máximo de treinta días que ya se ha rebasado.

Un choque frontal con Maduro cerraría todas esas vías de diálogo. Al PP, no le preocupa esa opción, porque está convencido de que Caracas no aceptará nada que no sea la victoria total, que Álvarez de Toledo definió como “un robo electoral a mano armada”. También afirmó que “frente a la represión sólo vale la firmeza”, aunque dijo lo mismo cuando el PP exigió que se reconociera a Juan Guaidó como “presidente interino”, lo que hicieron España y la UE, y esa “firmeza” no sirvió para nada.

Entre los grupos de izquierda, importó más hablar del PP o de otros casos denunciables en Latinoamérica que de Venezuela. Gabriel Rufián no llegó a reconocer la victoria de Maduro, aunque dijo que las actas electorales reunidas por la oposición son falsas. Podría haber dicho entonces que los resultados reales fueron los anunciados por el Gobierno, pero no llegó a tanto. A la afirmación de Álvarez de Toledo de que “la soberanía popular es sagrada”, el portavoz de Esquerra respondió citando el referéndum independentista de Catalunya en 2017.

Marta Madrenas, de Junts, fue más lejos. No habló nada de Venezuela, porque lo que le interesaba era referirse al procés: “Todo lo que dicen que hace el régimen de Maduro lo aplicaron en Catalunya”.

Gerardo Pisarello, de Sumar, apostó por la salida diplomática de la crisis que están intentando los gobiernos de México, Brasil y Colombia, frente a los que “intentan incendiar el país”. No se definió sobre la incógnita de quién ganó las elecciones de Venezuela y prefirió dedicar más tiempo a denunciar el “doble rasero hipócrita” de la derecha con el golpe de Bolivia, el asalto al Capitolio de Brasilia, la destrucción de Gaza, el golpe de Chile de 1973 y hasta la “autoritaria Francia de Macron”.

El discurso de Javier Sánchez Serna, de Podemos, fue similar con la salvedad de que limitó su apoyo a las gestiones de países latinoamericanos a la posición del Gobierno mexicano de López Obrador. “Pedimos la transparencia de procesos electorales y el respeto a la institucionalidad”, dijo de forma genérica sobre los resultados. Ningún portavoz de EH Bildu subió a la tribuna a explicar el sentido de su voto.

Varios centenares de venezolanos opuestos a Maduro se concentraron frente al Congreso. Después del debate, diputados del PP y Vox salieron del edificio para mostrarles su apoyo. Estaba hasta Santiago Abascal, que raramente acude a los plenos de los martes.

La declaración del Congreso tendrá sólo consecuencias simbólicas. Sí supondrá un gesto de apoyo a la oposición venezolana, que no puede ocultar que la salida del país de Edmundo González supone un revés en el pulso con Maduro. Es probable que la reacción de Caracas sea tan agresiva como las palabras que Delcy Rodríguez dedicó el martes al ministro Albares. La vicepresidenta venezolana acusó al Gobierno de Sánchez de convertir España “en un santuario de terroristas y fascistas venezolanos”.

Por alguna razón que es fácil de suponer, el Partido Popular ignorará esos ataques virulentos y seguirá manteniendo la ficción de los pactos de Sánchez y Maduro. Se habla mucho estos días de Venezuela, pero la clave es ganar puntos en la contienda nacional.

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