CRÓNICA

Huye de Sánchez y de las drogas es el último mensaje de la factoría Ayuso

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No habían pasado más que cinco minutos de su discurso del estado de la región e Isabel Díaz Ayuso ya había empezado a sacudir al muñeco de Pedro Sánchez. La cabra tira al monte, donde terminará por encontrar a la presidenta madrileña que reside allí desde hace tiempo triscando y anunciando a los españoles los abismos a los que se enfrentan. Sus intervenciones públicas son como esas películas de terror que alternan momentos plácidos y sustos que te ponen los pelos de punta. Todo es maravilloso en Madrid, mientras que España está a punto de perecer. Resulta difícil absorber las dos ideas de forma simultánea, pero ella siempre ha pensado que la coherencia está sobrevalorada.

En esta ocasión, no decepcionó a sus muy variados clubes de fans, entre los que hay algunos que es cierto que no están subvencionados por su Gobierno (no se puede decir lo mismo de otros gremios). No podía faltar una frase en la que apareciera la palabra 'dictadura' referida al presente, no al pasado franquista. Somos testigos, afirmó, de “cómo se construye una dictadura ante nuestros ojos”. Cuando es normal que la audiencia caiga en el desánimo ante tal perspectiva, Ayuso cambia de rumbo de repente con unas expectativas fantásticas. “Antes se romperá la Cataluña independentista que España y la Comunidad de Madrid”, pronosticó. Se cierne la dictadura, pero ante todo mucha calma.

La líder del PP madrileño ofreció una larga lista de asuntos en que el Gobierno central está en deuda con la Comunidad de Madrid. Pero al final aparece la Ayuso cheli que se pone estupenda y que dice que Madrid no necesita a nadie: “Nada pedimos al Gobierno. Sólo que no estorbe”. Todo a la vez y al mismo tiempo.

Ayuso acaba de ser consciente de las limitaciones de su poder como guía espiritual del Partido Popular. Regresó de vacaciones impartiendo órdenes a los barones regionales para que no se les ocurriera, a ellos tan incautos, aceptar reunirse con Sánchez en Moncloa, porque les iba a engañar o, algo peor, “sobornar”. No es su caso, que hace tiempo que le tomó la matrícula.

Alberto Núñez Feijóo ha pactado con sus presidentes regionales que no negociarán la financiación autonómica por separado. Eso no impide que varios de ellos hayan anunciado que no tienen ningún problema en ir a Moncloa, porque existen muchos asuntos de los que hablar con el Gobierno central. No podrían decir a sus votantes que no se atreven a defender los intereses de su comunidad allá donde sea necesario. Ayuso prefiere continuar atrincherada en la Sierra Maestra de Madrid al frente de su movimiento insurgente.

La factoría de titulares de Miguel Ángel Rodríguez, su jefe de gabinete, se afila antes de estos discursos. El único problema es que la presidenta improvise demasiado en algunas entrevistas, en especial si hace incursiones en la historia en las que termina cayéndose del caballo con estrépito. Además de los descensos de impuestos, ya casi rutinarios, la noticia de este pleno era el anuncio de la futura aprobación de un plan integral contra las drogas, el primero que se aprobará en Madrid después de varias décadas de Gobierno del Partido Popular.

Ayuso lleva tiempo hablando del peligro que suponen las drogas, a las que relaciona con una especie de relajación de las costumbres en la sociedad. Es un reclamo efectivo ante el votante de ley y orden. Tiende a exagerar con algunos ejemplos. “Las drogas destrozan vidas”, dice, y no le falta razón. Lo único es que algunas de sus afirmaciones, como sostener que “la marihuana es la droga que más vidas destroza, especialmente las de jóvenes”, resultan muy discutibles. El problema de la drogadicción en España, y especialmente en Madrid, fue mucho más grave en los años ochenta, y el origen estaba en la heroína.

El comentario exótico de la semana, que a saber de dónde ha sacado, lo dio el día anterior en una entrevista: “Las drogas nunca fueron propias de Occidente. Eran de otras culturas. A lo largo de siglos, nunca fuimos como otras orientales, que se sumían en ellas. Sin embargo, ahora hay un interés desmedido por colarlas en nuestra sociedad”. Aquí toca incluir una jaculatoria: Mary Beard, sálvanos de tanta ignorancia.

Los historiadores de la antigüedad se quedarían bastante perplejos al escucharla. Saben que griegos y romanos, sobre todo sus élites, conocían muy bien el opio y el cannabis. Con independencia del origen inicial del producto, Occidente siempre ha sentido atracción por sustancias estimulantes o alucinógenas hasta llegar a la explosión del siglo XX. Los británicos llegaron a ir a la guerra con China en el siglo XIX para impedir que se prohibiera el comercio de opio.

La intención última es acusar a la izquierda de las cosas malas de la sociedad. “La izquierda alimenta” ese consumo de drogas, sostiene Ayuso, “porque necesita tener a la gente empobrecida, dividida sin falta de estímulo”. Empiezas de joven fumando unos porros y acabas en la pobreza votando a Sánchez con la mente embotada y llena de apatía.

Ella no se fía mucho de los jóvenes, así en general. Ya ha dicho en alguna ocasión que el problema de los jóvenes en España es que “lo tienen todo”. Les falta “cultura del esfuerzo” a esos holgazanes enganchados a las nuevas tecnologías.

Más polémica generó otra nueva propuesta de la madrileña: abrir un centro especializado, el primero en España, para hombres que sean víctimas de violencia sexual. Es un viejo reclamo de la extrema derecha en redes sociales, empeñada en denunciar que la ley discrimina a los hombres, no a las mujeres, contra toda evidencia, no ya en cuanto a la libertad sexual, sino en otros muchos ámbitos. Antes de especular sobre la intención política de esa idea, hay que recordar que los hombres también son víctimas de la violencia sexual, aunque muy lejos de los porcentajes que sufren las mujeres.

En 2023, 428 hombres sufrieron abusos y agresiones sexuales con penetración en toda España, según las estadísticas del Ministerio de Interior. La cifra de mujeres fue 4.098, lo que supone un 90,6%. Para todos los delitos contra la libertad sexual, las mujeres víctimas fueron el 86% y los hombres, el 14%. Lo más habitual es que las víctimas masculinas hayan sido agredidas por otros hombres.

La comunidad se gastará 700.000 euros en ese centro. La cifra no es extraordinaria dentro del presupuesto regional. Cuenta con un aditivo interesante en el plano político. Puede enfurecer al movimiento feminista, lo que sería un plus para muchos votantes de Ayuso y unos cuantos de Vox. “Ese anuncio me parece una burla a las víctimas de la violencia machista y una provocación al movimiento feminista”, destacó Manuela Bergerot, líder de Más Madrid en la Asamblea.

El socialista Juan Lobato lo vio de otra manera: “Conmigo ya no consigue que entre al trapo del cebo que nos pone”. Siempre hay titulares de estos en las grandes ocasiones, generados para recordar a la derecha que nadie molesta a la izquierda como Ayuso.

Luego, está el asunto de gobernar, que tampoco es tan complicado y que vive mucho del reciclaje. Las promesas se contaron por decenas en el discurso. Algunas ya eran conocidas por la oposición. “Un refrito del año pasado”, dijo Bergerot.

El ejemplo más hilarante fue el anuncio de la tarjeta social integrada para acceder a todos los servicios sociales de la comunidad. Se trata de un compromiso antiquísimo del PP –recordó Emilio Delgado, diputado de Más Madrid– que hizo por primera vez en 2003 y que repite periódicamente, como ahora ha hecho Ayuso.

Ella confía en que nadie se acuerde si esa tarjeta se olvida y cumple más de veinte años en el cajón o si los centros de salud prometidos no existen. Lo que importa es que todos sepan cuánto odia a Sánchez y a esos rojos colgados de amenazas tan terribles como el cannabis y los impuestos altos. Sólo con eso ya se ganan elecciones en Madrid.