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CRÓNICA

El pequeño alcalde y la gran escritora

Almeida en un acto del Ayuntamiento de Madrid el 20 de diciembre.

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Un político se pone en evidencia y deja claro quién es cuando le empiezan a temblar las rodillas. Partiendo de ese supuesto, las rótulas de José Luis Martínez-Almeida están haciendo ahora más ruido que una banda de heavy metal. En pleno ataque de pánico, el alcalde de Madrid decidió el lunes defender su pacto presupuestario con los tres concejales que abandonaron Más Madrid atacando la memoria de la escritora Almudena Grandes. 

Para los amantes de la literatura de la escritora madrileña, no hay nada peor que eso. Sin embargo, en términos políticos hay algo que deja a Almeida en peor situación. Intentó presumir de que es un fino estratega, alguien capaz de engañar a algunos concejales de la oposición para que salga adelante su proyecto de presupuestos. La impostura es obvia: él siempre apostó por pactar las cuentas con la extrema derecha y fue la negativa radical de Vox a negociar con él la que le obligó a cambiar de plan. Hay pocas cosas más penosas en política que aparentar ser un gallito cuando has tenido que mendigar el apoyo de otros.

“Almudena Grandes no merece ser hija predilecta de Madrid, pero yo he sacado unos presupuestos que son buenos para los madrileños. Yo he ponderado: un buen presupuesto para Madrid de 5.600 millones y Almudena Grandes. Ya tengo los presupuestos”, dijo en una entrevista con el medio sensacionalista OK Diario. Por el contenido del breve texto, se deduce que el único objetivo de la conversación era aplacar la ira de los votantes de Vox.

Almeida podía haberse atenido a algo que ya ha mencionado sin necesidad de desdeñar la figura de la escritora fallecida el 27 de noviembre: la necesidad de que la ciudad de Madrid cuente con unos presupuestos que sirvan para acometer nuevas inversiones. Al final, prefirió lanzar un señuelo a las guerras culturales de la derecha que exigen bajar al barro para cuestionar todo aquello que sea admirado por los que piensan de forma diferente. Al enemigo, ni agua, aunque esté enterrado bajo dos metros de tierra. El rencor hacia el adversario no acaba ni con la muerte.

No hay desgracia, grande o menor, que no pueda ser manipulada en tu beneficio. Lo demostró Vox cuando se burló de los mensajes que se intercambiaron el domingo Pedro Sánchez y Pablo Casado al saberse que el presidente del PP había dado positivo en Covid. Fueron dos gestos de cortesía –algunos dirían que de un mínimo de humanidad– de los que se rio Vox en su cuenta de Twitter. Es la clase de gente a la que quiere apaciguar Almeida con su ataque a Grandes.

El alcalde se puso de puntillas con el fin de alardear de sus supuestas habilidades negociadoras. Afirmó que fueron los concejales de Recupera Madrid los que realizaron “un ejercicio de debilidad” al reclamar que Grandes reciba el título de hija predilecta como parte del acuerdo de presupuestos. Es obvio que se trata de una medida simbólica, como lo son muchas que aprueban las instituciones. También lo son las banderas gigantes de España que al alcalde le gusta colocar en varios puntos de la ciudad, no sea que sus habitantes se olviden de en qué país viven.

Almeida se pasó seis semanas suplicando a Vox que aceptara negociar los presupuestos municipales. Javier Ortega Smith, portavoz de Vox en el Ayuntamiento, lo ignoró por completo. Al final, aceptó verse a solas con el alcalde en el límite de los plazos, pero sólo para restregarle el 'no' por toda la cara. La excusa fue la reconversión de Madrid Central, la zona de acceso restringido al tráfico particular, con otro nombre. Ortega Smith se inventó que Almeida prefería pactar con “los comunistas”, en alusión a los ediles elegidos personalmente por Manuela Carmena para la lista electoral y que están ahora en el grupo mixto.

Vox había tenido que rendirse ante Isabel Díaz Ayuso ante la constatación de que la presidenta madrileña es tan popular entre sus votantes como su propia portavoz regional. En la Asamblea de Madrid, sólo consiguió unas migajas a cambio de su apoyo a las cuentas. A la extrema derecha sólo le quedaba mostrar los dientes en el Ayuntamiento.

Almeida ha quedado además debilitado al haber sido utilizado por la dirección nacional del PP para intentar controlar a Ayuso en su ascensión a la presidencia del partido en Madrid. Es por tanto una pieza vulnerable a la que es fácil despreciar. De otra manera, Vox quedaría como el que está para llevar las toallas y hacer los masajes al PP en Madrid.

El poeta Luis García Montero, casado con Almudena Grandes, comentó después las “declaraciones mezquinas del alcalde”. No quiso escandalizarse por el hecho de que el título de hija predilecta proceda de un acuerdo entre partidos. De hecho, agradeció al Ayuntamiento la concesión del título. Dio en la diana política con otra frase: “Si se siente traidor ante sus amigos de extrema derecha, allá él”.

Qué poco beneficio va a sacar Almeida de este intento de congraciarse con Vox. De cara al futuro, tampoco le saldrá muy rentable. El tiempo es una de las cosas en que la literatura casi siempre gana por la mano a la política. Dentro de veinte años, se seguirán leyendo las novelas de Almudena Grandes. Es muy posible que Almeida sólo sea recordado por el retrato oficial que quede en el Ayuntamiento. Y sólo porque se paga con fondos públicos.

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