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CRÓNICA

Sánchez contra Feijóo no es precisamente Ali contra Foreman

Los senadores del PP comenzaron a aplaudir cuando vieron entrar a Feijóo en el hemiciclo.

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Alberto Núñez Feijóo había preparado con esmero su primer duelo directo parlamentario con Pedro Sánchez. Fuentes del partido comunicaron a algunos medios que había recibido el asesoramiento necesario para tener lista una intervención con la que dejar claras sus prioridades como líder de la oposición. El combate esperado atrajo la atención de muchos periodistas que no suelen pasar por el Senado. El nuevo Feijóo se examinaba en un escenario que le concedía una pequeña ventaja: las preguntas y réplicas de la sesión de control del Senado no tienen que limitarse a los escuálidos dos minutos y medio del Congreso y cuentan con hasta siete minutos.

Después de trece años al frente del Gobierno de Galicia, cabía preguntarse cómo se adaptaría Feijóo al nuevo rol. Se acabó la tumbona parlamentaria desde la que de forma displicente se dirigía a los portavoces de la oposición, los mismos que caían derrotados en las urnas. Ahora tocaba afilar el gesto y levantar la voz. Ser lo bastante agresivo como para intentar acorralar al rival. El presidente del PP optó por hablar más rápido, que siempre da al discurso un ritmo más vivaz. Ni Sánchez ni Feijóo son oradores parlamentarios muy incisivos, así que no era conveniente entusiasmarse demasiado. La cosa no iba ser The Rumble in the Jungle en la Plaza de la Marina Española.

Tanto prepararse para el primer día y el gallego acabó con un patinazo que recordó a los días en que Pablo Casado utilizaba datos falsos o claramente manipulados, tantos que era difícil recogerlos todos. Para certificar el peligroso estado de la economía, Feijóo dijo que la prima de riesgo española está ya “en 250 puntos”, el punto más alto desde el verano de 2014, dijo. En realidad, el martes estaba en 113. Más baja que en mayo de 2020 (141), por ejemplo.

Sus portavoces dijeron después que era un error, que él se refería al tipo de interés del bono a diez años, que es ahora del 2,5%. Son dos cifras diferentes que tienen que ver con lo mismo, la deuda. A los periodistas en los pasillos del Senado, les dijo que la cifra la había sacado de “los teletipos”. Parecía perplejo de que le preguntaran por el error, como si fuera una excentricidad periodística.

El pequeño debate sirvió para reforzar los ejes de lo que será la política de oposición de Feijóo. Su apuesta es por la economía, lo que es totalmente lógico, y el énfasis particular está en los impuestos. Esa es la herramienta con la que atizará a Sánchez. Intenta por todos los medios que cale entre los medios de comunicación la expresión “exceso de recaudación” para ganar la batalla del lenguaje.

Todo el mundo entiende la palabra 'exceso'. No es un concepto técnico. Servirá para intentar hacer ver a la gente que el Gobierno gana dinero con la crisis mientras los votantes lo pierden a chorros.

“Hemos recaudado 4.000 millones más desde el inicio de la crisis”, dijo. Inevitablemente, al aumentar los precios, aumenta también la cantidad que se obtiene por los impuestos indirectos, como el IVA. Al mismo tiempo, también se quejó de que “nos endeuda usted con 1.400 millones más a la semana”. No suelen dar medallas a los líderes de la oposición por ser coherentes en sus críticas. Si se reducen todos los impuestos, como quiere el PP, la deuda aumentará mucho más y se notará en esa prima de riesgo de la que había hablado antes con poca precisión.

Sánchez no quiso entrar en ese debate ni dar las razones por las que se opone. Eso puede ser interpretado como un signo de debilidad. Quizá esté buscando un momento más adecuado para hacerlo. Sería un problema si cree, como ha señalado la vicepresidenta Nadia Calviño, que la inflación será un problema mucho menos grave en la segunda mitad del año. Para entonces, es posible que el debate haya quedado grabado en piedra y en términos desfavorables para Moncloa.

El presidente pasó revista a lo que ha hecho su Gobierno. “Ayudas directas a sectores afectados”. “Proteger a las familias vulnerables”. Sobre los impuestos, “rebajas fiscales selectivas”, en referencia al recibo de la luz. Está por ver que esto último sea suficiente para calmar el malestar popular por el alza de precios. La luz no es lo único que ha subido.

Feijóo se presentó en la Cámara con un mensaje inicial: su estilo no es el de Pablo Casado, y por tanto tampoco el de Isabel Díaz Ayuso. Se puso un poco en plan emoji con monóculo cuando comentó que había observado desde lejos los debates parlamentarios en los últimos años y no había quedado muy impresionado. ¿Qué es lo que había visto? “Mucha crispación, muchos insultos, pocas reflexiones”. Está claro que el hachazo era la respuesta por defecto del equipo de Casado en la labor de oposición. La versión oficial es que ahora se ha iniciado un periodo menos salvaje.

A estas alturas de su vida, Feijóo no va a fingir que es otra persona, un parlamentario audaz y de lengua muy larga que acorrala al Gobierno en cada intervención. “Yo no he venido aquí a insultarle”, dijo al principio. Casado no dará crédito cuando se entere. Los actuales diputados del PP, tampoco.

Insultar no, pero escaquearse, un poco. No dijo nada de la violación del mandato constitucional de renovar el Consejo General del Poder Judicial, boicoteado por su partido desde hace casi 1.300 días. El bloqueo va a afectar ahora al Tribunal Constitucional. Como era previsible, Sánchez se lo reprochó: “Ustedes lo único que hacen es estorbar, estorbar y estorbar” y mientras tanto dan “lecciones de constitucionalismo”.

Por ahí de momento no hay ninguna novedad en la era Feijóo. Quizá haya algún cambio después de las elecciones andaluzas. Lo que parece menos probable es que el PSOE y el PP lleguen a un acuerdo sobre política económica. Todo lo que no incluya una gran rebaja de impuestos será rechazado por Feijóo. Sánchez no ha dado ninguna muestra de ceder en eso.

Será uno de los estandartes del PP en la próxima campaña electoral nacional. Moncloa aún tiene tiempo para elaborar una respuesta efectiva.

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