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Pescaderías abiertas: con orgullo y voto de lealtad frente a la curva

Dos mujeres compran pescado en un puesto de la Plaza de Abastos de Lugo.

EFE

Madrid —

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Los pescaderos y pescaderas tradicionales asumen la crisis del coronavirus con las puertas abiertas, conscientes de que son más que nunca un servicio o un refugio social para los clientes fieles y dispuestos a reinventarse para despachar, por muy pronunciada que sea la curva de la pandemia.

“Tranquilos, siempre vais a tener pescado”, afirman a Efeagro tres minoristas de Madrid, Barcelona y Soria -ciudades españolas destacadas por los casos de COVID-19-. Afrontan el estado de alarma con la calma de unos profesionales acostumbrados a madrugones, a temperaturas de destemple y a estrecheces de pyme que compite habitualmente con grandes superficies.

“Alegría y tristeza. No podemos tener miedo”, señalada Elisenda Goñi, quinta generación de una familia de pescaderos de Barcelona, para describir su estado de ánimo, porque por un lado reconforta que marchen las ventas -frente a un panorama de parón de actividad-, pero por otro es delicado atender por teléfono a enfermos del virus o a quien acude al mostrador tras haber perdido a algún familiar.

Unos 25.000 trabajadores y 10.000 pequeñas empresas componen el comercio tradicional pescadero en España, según Fedepesca, la federación nacional que los agrupa; representan el 35 % de la venta nacional de pescado.

BARCELONA: MÁS INTERNET Y LA MISMA FIDELIDAD

Desde que se decretó el estado de alarma un 70 % de los pedidos a las pescaderías se hace por teléfono o Internet, según datos del comité de seguimiento del COVID-19 del sector pesquero.

Goñi -con perfil y conocedora de las redes sociales- asegura que las comandas por Internet “han aumentado un 80 %”, el teléfono “echa humo” e incluso parece haberse reactivado una web que parece que tenía pocas visitas, como la del Mercat de la Concepció, en el centro de Barcelona, donde se sitúa su establecimiento.

Pero en estos momentos ve prioritario llamar por teléfono a clientes y clientas para ver si están bien o necesitan algo.

Los pescaderos, no obstante, consideran que los medios de comunicación no les dan la visibilidad suficiente.

Desde el barrio de Carabanchel, en Madrid, el pescadero Miguel Ángel Álvarez, opina que deberían reconocer más a los comercios tradicionales, porque muchos los llevan personas mayores -con más riesgo de contraer la enfermedad-.

LA PESCADERÍA EN LA ESPAÑA INTERIOR

En la pescadería de Goñi hay tres trabajadores, en la de Álvarez dos, y en Soria Manuel Almazán regenta solo su negocio. Todos usan mascarilla y toman medidas especiales.

En Soria, muy afectada por la COVID-19, una pescadería “debe ser un lugar de calma”, para que el cliente “esté tranquilo” y vea que el suministro de alimento no falla, según Almazán.

Explica que solo deja a entrar en su pescadería de uno en uno y que deja la puerta abierta para que siga la conversación, pero guardando las distancias.

“Trabajo más lento, con muchas precauciones. Cuando llevo los pedidos me llevo lejía y limpio los felpudos, pero ahora lo importante es dar un servicio y mostrar lealtad, devolver a la gente lo que te ha dado estos años”, apunta.

“Transmitimos confianza, llevo 20 años y he visto otras crisis (económicas); si en dos meses vuelve a haberla ya saldremos”, afirma.

Es consciente de que los clientes quieren conversación verbal, “al teléfono le falta alma ”, aunque sea para exteriorizar el dolor por la pérdida de un familiar.

A DOMICILIO EN MADRID

En Madrid, Álvarez -hijo de pescadero también- se ha abierto a la entrega a domicilio, en muchos casos a ancianos, e incluso en conexión con otros puestos del mercado donde vende, también lleva fruta o carne.

“Me considero un privilegiado porque estoy trabajando. Mi hermano tiene un bar y lleva un mes cerrado”, explica.

Comentando las recientes reivindicaciones de estos detallistas (representados por Fedepesca), considera que los pescaderos “no se sienten respaldados” por las administraciones.

“Nos ha costado conseguir mascarillas y material”, precisa.

“No digo que nos den ayudas, pero podían aplazar los impuestos a los autónomos”, agrega.

No obstante, confía en que esta crisis sirva de “escaparate” para que los ciudadanos confíen a la pescadería tradicional y después de la crisis sea gratificado un gremio “que está al pie del cañón”.

Mercedes Salas

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