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La desaparición acelerada del hielo en el Ártico multiplica las tempestades o sequías como las que afectan a España

El Ártico sigue fundiéndose a ritmo acelerado: este verano la extensión de la capa de hielo sobre el océano ha marcado el segundo mínimo registrado: 3,74 millones de km2 medidos el 15 de septiembre, según el Centro Nacional de Datos del hielo y la nieve de EEUU (NSDIC).  Solo en 2012 se derritió más durante los meses estivales. La desaparición del hielo en el Ártico está afectando al flujo de aire llamado corriente de chorro que regula gran parte del clima en el hemisferio norte de la Tierra lo que multiplica por tres la frecuencia de fenómenos climatológicos extremos como huracanes, sequías o tempestades que ya afectan a España.

Aunque el Círculo Polar Ártico esté a más de 3.000 kilómetros en línea recta de España, su deterioro no es algo lejano. La doctora Jennifer Francis, del Centro de Investigación Climática de Woodwell en EEUU, deja bien clara la interconexión entre la pérdida de hielo y nieve en el polo norte de la Tierra y episodios de tormentas o sequías agudas de las que no se salva ningún punto geográfico: “Debido a esta pérdida, el Ártico y el planeta se están convirtiendo rápidamente en lugares más oscuros que absorben cada vez más calor del Sol. Esto exacerba el calentamiento global un 40% y acelera la subida del nivel del mar, funde los glaciares y el permafrost y modifica la corriente de chorro que regula el clima en el hemisferio norte”. De esta manera, en los últimos 40 años, se han multiplicado los fenómenos extremos climatológicos. “Empeora las olas de calor que preparan el camino para los incendios forestales”, remata Francis. Sin ir más lejos, España soporta ya el doble de olas de calor que son cada vez más prolongadas, según ha certificado hace unos días la Agencia Española de Meteorología. También se ha constatado un incremento de tormentas torrenciales -con inundaciones asociadas- y fenómenos costeros destructivos que se llevan por delante muchos kilómetros de costa alterada.

En la primera semana de septiembre, el hielo del océano Ártico se fundió más rápidamente y supero el ritmo del año pasado debido al aire caliente que ha llegado desde la Siberia central. Es la segunda vez que el mínimo cae por debajo de los cuatro millones de kilómetros cuadrados. En esos siete días se ha perdido hielo a un promedio de 79.800 km2 cada día. Esta campaña estival ha demostrado “el declive a largo plazo” que experimenta esta zona del planeta crucial para la estabilidad climática, asegura Julienne Stroeve de la Universidad de Manitoba y University College de Londres. “Cada país está colaborando en la pérdida de este hielo con sus emisiones de gases de efecto invernadero. A medida que recalentamos el planeta, el Ártico se derrite”, avisa al establecer una relación directa entre la emisión de CO2 y el deterioro del casquete polar.

Estos científicos esperan reactivar la acción de los gobiernos contra el cambio climático en el encuentro que los estados tendrán este jueves en la ONU. Más teniendo en cuenta que la Conferencia del Clima (COP) de este año ha sido suspendida hasta 2021. Precisamente en esta edición, los países debían haber presentado sus evaluaciones sobre los resultados de sus planes para cumplir el Acuerdo de París y los nuevos compromisos para los próximos cinco años. Todo eso se ha diluido con la pandemia de COVID-19.

El negocio ártico no se detiene

Pero, mientras la acción multilateral para frenar la crisis climática se ha ralentizado, la fundicion del Ártico no se ha detenido ni un instante. Y con ella, las ganas de aprovechar económicamente la desaparición del hielo. Este año, la temporada de navegación libre de hielos que atraviesa el Ártico comenzó pronto en julio pasado. Para ese momento, ya había 853 buques preparados y a la espera de transitar por esta ruta. En 2016 fueron 463. Ese mes, 171 buques hicieron 299 travesías. El curso anterior habían navegado por esas aguas 131 barcos en julio. El viernes pasado, la agencia Reuters desvelaba que inversores internacionales, entre los que estaba Francia, habían decidido financiar con 9.000 millones de dólares un proyecto ruso para extraer en esa zona gas natural licuado (hasta 20 millones de toneladas). El gas natural licuado, presentado como combustible de transición más respetuoso con la atmósfera no deja de ser un combustible fósil que emite gases de efecto invernadero. Un mar ártico con cada vez menos hielo ha permitido impulsar planes de extracción de hidrocarburos, pesca y transporte de mercancías. Gail Whiteman, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Exeter, contrapone que la destrucción que acarrea la alteración climática provocada por el deterioro del Ártico está cuantificada en 16 billones de dólares. “El Ártico es un parámetro del riesgo global que afrontamos”.