De Grecia a Sierra Bermeja: un verano de superincendios cebados por el cambio climático

Raúl Rejón

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Cuando el 14 de agosto pasado un monovolumen recalentado paró en el arcén de la carretera N-502 en medio de los pinares abulenses, en España habían ardido algo más de 40.000 hectáreas de monte. No era una temporada especialmente agresiva. Sin embargo, las condiciones para declararse grandes incendios devastadores –exacerbadas por la crisis climática– estaban ahí: temperaturas extremas por una ola de calor, vegetación muy seca por la falta de humedad y una chispa para encenderlo. Los megaincendios estivales de Turquía, Grecia, Italia y Argelia ya habían evidenciado esta combinación nefasta. Parecía solo cuestión de tiempo que explotasen en España. El incendio de Navalacruz nacido en ese arcén calcinó 22.000 hectáreas. El peor en Castilla y León desde 1984.

Desde mediados de agosto, los incendios forestales han quemado más de 43.000 hectáreas (se ha pasado de 40.500 a unas 83.500 a estas alturas del año), según los datos del Ministerio de Transición Ecológica. Ahora, un superincendio abrasa la Sierra Bermeja de Málaga desde el pasado 10 de septiembre. “Todo apunta a que ha sido intencionado”, ha explicado el presidente andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla. De momento se han quemado unas 8.000 hectáreas en un fuego con características especialmente destructivas y sin control. Ha muerto un bombero.

La relación entre incendios forestales y cambio climático ha sido observada y alertada repetidamente por los científicos de la ONU del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). La última vez, en el informe sobre las bases científicas del calentamiento planetario publicado el 9 de agosto: las olas de calor y las sequías multiplican las condiciones para el fuego.

Este verano de 2021 ha evidenciado, una vez más, el vínculo en un periplo de este a oeste de la cuenca mediterránea, un hotspot de la crisis climática, como lo definen los científicos de la ONU. Desde finales de julio una ola de calor histórica afectó a Grecia, donde cientos de incendios quemaron más de 60.000 hectáreas con focos activos durante dos semanas. Casi simultáneamente, en Turquía, 12 jornadas de fuegos arrasaron unas 120.000 hectáreas. En el sur de Italia, Calabria y Sicilia contabilizaron más de 500 incendios hacia la mitad de agosto. El país ha multiplicado por cuatro la media de monte quemado este 2021. Los incendios han afectado a ambas riberas del Mediterráneo, ya que también se registró una oleada de fuegos en Argelia.

Transición Ecológica explica en su análisis de impacto del cambio climático en España que “facilitará la predisposición del combustible a arder”, lo que deriva en “un mayor riesgo de ignición a igualdad de negligencias y accidentes provocados por la mano del ser humano”. Y concluye que, a pesar de las incertidumbres, “está claro que el peligro de incendios forestales provocados por el clima aumenta con el cambio climático en todo el Mediterráneo”.

“En España somos muy vulnerables”, insiste María Melero, del programa de bosques de WWF. “Las repercusiones del cambio climático en el área mediterránea favorecen que los incendios tengan un comportamiento tan virulento como el que se está observando en Málaga”, abunda. Se refiere a la formación de nubes de humo y ceniza encima de las llamas (los cada vez más conocidos pirocúmulos) que realimentan el fuego y pueden extender el incendio al expulsar material incandescente en direcciones imprevisibles.

“Son muy violentos y extremos, casi da igual los medios que pongas”, resume la experta de WWF. Desde luego, los análisis de la Agencia Estatal de Meteorología ilustran semanas y semanas de calor y sequedad, incluida la provincia de Málaga. Allí, junio fue calificado como “muy cálido”, julio “extremadamente cálido” (1,7 ºC de media por encima de lo habitual) y agosto “muy cálido”. Al mismo tiempo, después de los 1,6 mm de lluvia registrados en junio, las precipitaciones han sido “cero”. La vegetación estaba lista para arder. La persona o personas que, presuntamente, iniciaron el incendio en Sierra Bermeja hallaron condiciones ideales para propagar el fuego.

Muchos estudiosos del fuego forestal, desde las brigadas de bomberos a investigadores del CSIC, afirman que el abandono rural y la proliferación de masas forestales muy compactas de repoblación han convertido a los montes en más vulnerables. También la multiplicación del urbanismo a ras de bosque. “Se juntan los problemas estructurales del monte con el cambio climático. Un cóctel explosivo”, resumen María Melero.

En cualquier caso, es necesaria una ignición que comience el fuego. La chispa. Según los datos de Transición Ecológica, “los incendios intencionados son los más numerosos”. Fueron más de la mitad de todos los analizados en la década 2006-2015. Un porcentaje casi idéntico al decenio 2001-2010. Las negligencias humanas o los accidentes supusieron un 28%. Es decir, de 131.113 incendios, el 80% fueron por causa humana. Con todo, se trata de delitos difíciles de perseguir: “A pesar del elevado número de incendios de causa conocida, es un dato muy relevante que sólo se logre identificar al causante en un 17% de los casos”, admite el Ministerio.