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La ola de calor y otras alertas climáticas de la ONU que afectan de pleno a España

Una mujer camina resguardándose del sol con una sombrilla, el 12 de agosto de 2021 en Córdoba. EFE/Salas

Raúl Rejón

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Una ola de calor recorre la cuenca mediterránea de Europa y el norte de África. Ha dejado un rastro de incendios forestales devastadores en Grecia, Turquía e Italia. En el país trasalpino le han llamado Lucifer y una estación medidora en Siracusa ha marcado 48,8ºC. A falta de confirmación, supondría un récord continental. En España, la ola comenzó este miércoles y durará hasta el lunes.

Las olas de calor están directamente relacionadas con el recalentamiento de la atmósfera que ha provocado la costra de gases de efecto invernadero emitidos por las actividades humanas. “Incrementa la frecuencia e intensidad”, acaba de afirmar el IPCC, el panel de científicos de la ONU. En España, la AEMET ha registrado el doble en los últimos diez años. Las más largas e intensas a partir del año 2000.

El informe climático del IPCC lanzado este lunes ha descrito la situación actual del planeta: los impactos constatados y las proyecciones más ciertas sobre los daños futuros de haber ya calentado el planeta de manera acelerada en poco tiempo. España, situada en una zona muy vulnerable, está especialmente concernida por las conclusiones científicas de este análisis.

El Mediterráneo:

La ONU divide el mundo en 45 regiones para analizar la evolución climática. La región mediterránea, en la que está incrustada España, sale mal parada. Los científicos del IPCC la califican como un hot spot del cambio climático. Un punto caliente donde la crisis se deja sentir antes. De hecho, ya en 2018 un estudio publicado en Nature –y que contó con expertos del CSIC– alertaba de los riesgos interconectados en la cuenca: la temperatura global había subido 1,4ºC por encima de la media planetaria, lo que hizo que la región se recaliente un 20% más rápido. Además, el nivel medio del mar estaba seis centímetros más alto.

En 2021, uno de los redactores del último informe científico de la ONU, Francisco Javier Doblas, ha resumido que “el Mediterráneo es una zona particularmente sensible donde se aprecia con mayor rapidez el impacto del calentamiento global”. Doblas, que investiga en el departamento de Ciencias de la Tierra del Centro de Supercomputación de Barcelona-Centro Nacional de Supercomputación, explicó a Efe al presentarse el trabajo internacional que “la cuenca mediterránea es donde se observa el mayor calentamiento y más rápido del continente europeo y del norte de África. Es una de las zonas calientes del calentamiento global junto a algunas zonas del Ártico y otras en los Trópicos”.

La costa en la primera línea de fuego

Los científicos del IPCC dan por “virtualmente cierto” que el nivel medio del mar continuará subiendo durante el siglo XXI. Se trata de uno de esos efectos “irreversibles” del calentamiento provocados por la humanidad a los que han hecho referencia. La escalada varía entre los 28-55 cm, si se contienen las emisiones de CO2 con fuerza, y los 105 centímetros, si no se hace. Un país con casi 10.000 km. de costa, inscrito en una península y varios archipiélagos, está especialmente expuesto a este fenómeno.

La conclusión científica es que “debido a la subida del nivel del mar, eventos extremos que hasta ahora ocurrían una vez cada cien años tenderán a ocurrir anualmente” con lo que “contribuye a aumentar la frecuencia y severidad de las inundaciones costeras en zonas bajas y a la erosión costera en la mayoría del litoral arenoso”. El mar, al expandirse, se lleva la playa.

El mensaje toca directamente a España, ya que un 44% de la población vive en los municipios costeros –que representan el 7% del territorio–, según los cálculos del Ministerio de Transición Ecológica.

La última medición sobre el terreno de las zonas que quedarían más expuestas a las subidas del mar en el mundo indicaron que en España la población directamente en riesgo oscilaría entre las 200.000 en el año 2050 y 340.000 al final de siglo. Doñana, el delta del Ebro, la ría de Bilbao, Santander o la costa de Cádiz y Huelva aparecen en rojo en el mapa de riesgo para mitad de siglo.

Además, la subida del nivel del mar contamina con agua salada los acuíferos costeros en las zonas más secas de España. Más de la mitad de los 95 acuíferos litorales presentan ya esa intrusión de agua marina. Una proporción salada de entre el 3% y el 5% inutiliza el agua y detrae recursos hídricos donde menos hay.

Sequía y aridez: condiciones para los incendios

La caída general de precipitaciones incide en el problema de aridez que ya arrastran amplias zonas de España. La desertificación avanza por el sureste y levante. La erosión del terreno grave o muy grave afecta a un tercio del territorio. Se trata, al mismo tiempo, de “causa y síntoma” de la desertificación, según admite el Plan de Acción contra este fenómeno.

Estas condiciones de sequía y aridez son las que elevan el riesgo de incendios forestales y que, una vez iniciados, los alimentan hasta convertirlos en inmanejables y devastadores. Este patrón de fuegos ha tenido su más reciente ejemplo en el Mediterráneo oriental: Grecia, Turquía y Argelia han afrontado centenares de incendios simultáneos durante muchos días seguidos.

Poca acción: la ampliación aeroportuaria

“El mundo escucha, pero no actúa lo suficiente”, se quejaba la secretaria ejecutiva de ONU-Medio ambiente, Inger Andersen al revisar el informe del lunes del IPCC. Se refería a los planes climáticos nacionales que se analizarán en la cumbre de Glasgow en noviembre y cuyo efecto conjunto, hasta el momento, desemboca en un calentamiento de casi 3ºC extra (el límite ideal acordado es de 1,5ºC). La vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, dijo a su vez que “es una señal de alarma de los científicos que no podemos permitirnos ignorar”.

La cuestión es que la alerta roja ha llegado a poco de conocerse el acuerdo entre el Gobierno y la Generalitat para ampliar el aeropuerto de El Prat y añadirle capacidad para alcanzar los 70 millones de viajeros, es decir, más vuelos. Además, a ese proyecto se le ha adherido una ampliación de Barajas en Madrid.

Más allá del problema concreto de que el proyecto del nuevo El Prat pudiera comerse parte de terrenos protegidos en el delta del Llobregat (y que la Comisión Europea vigila), una infraestructura más grande implica más vuelos y, por tanto, más CO2. Sin embargo, el diputado autonómico de Junts, Joan Canadell, justificó que las previsiones del IPCC hablan de una subida de 1,1 metros del nivel del mar en esa zona para 2100 y “como una inversión como la del aeropuerto quedará amortizada en mucho menos” pues, a su juicio, no habría problema.

De dónde puede recortar España para alcanzar emisiones netas cero

“Limitar el incremento de temperatura global requiere alcanzar las emisiones netas cero de CO2 dentro de un presupuesto de carbono”, han dicho los científicos. Es decir, hay una cantidad de carbono que puede expulsarse si se pretende mantener el exceso de calor en 1,5ºC y hay que conseguir que las emisiones sean iguales (o menores) que lo que puede absorberse en el océano, los bosques o las turberas.

En España se emitieron en 2020 unas 271 gigatoneladas de GEI. Los sumideros se quedaron con el 13% para dar un neto de 234 Gt. El año pasado, con todo el parón asociado a la pandemia de COVID-19, fue la primera vez que los niveles cayeron por debajo de los de 1990. Estamos en el puesto 24º del ránking mundial, según el listado de Global Carbon Atlas. ¿Qué actividad produce más CO2 en España? El transporte por carretera con un 24%. Después la industria con un 21%, la ganadería y agricultura con un 14% y la generación de electricidad un 10%. Ahí es donde España tiene margen para recortar: los trayectos en automóvil a base de gasolina o diésel, los vuelos, la producción industrial y agro-ganadera con métodos más contaminantes y la generación de electricidad con fuentes fósiles como el petróleo o el gas.

El informe del IPCC hace una salvedad sobre los sumideros (océanos, bosques o turberas) en lo que los dirigentes políticos ponen mucho el acento para conseguir una cuota algo más grande de CO2 que pueda emitirse (porque consideran que invertir en sumideros captará más gas). El IPCC entiende que estas esponjas captarán más cantidad de gases en términos absolutos, pero en términos relativos serán menos efectivos si las emisiones se mantienen altas. “En consecuencia, una mayor proporción de CO2 permanecerá en la atmósfera”, dicen, calentando aún más.

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