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La barrera de costa que defiende Doñana ha retrocedido 80 metros por la erosión del mar que acelera el cambio climático

Vista de la playa de Castilla y el Abalario / D.G. Costas.

Raúl Rejón

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La defensa natural de Doñana contra al avance del mar que conforman la playa, el acantilado arenoso y las dunas retrocede hacia la destrucción, comida por la erosión acelerada por la crisis climática. La línea de costa frente al entorno natural de Doñana ha reculado hasta 80 metros en algunos tramos, según atestigua un estudio para delimitar el Dominio Público Marítimo Terrestre recientemente encargado por el Ministerio de Transición Ecológica.

La parte oeste del Entorno Natural de Doñana es un colchón de pinares, matorral y dunas que defiende el corazón más valioso que conforma el parque nacional. Se trata de un parque natural que alberga parajes como El Asperillo, un acantilado de arena que llega a tener un escarpe de entre 60 y 100 metros de altura y El Abalario, un sistema de dunas dentro del llamado Gran Ecosistema Fluviomareal de Doñana. Ambos se hicieron célebres en junio de 2017 porque estuvieron ardiendo durante 60 horas seguidas en un incendio forestal que calcinó 8.000 hectáreas.

Lo que revela ahora el informe para Transición Ecológica es que la muralla que se interpone entre ese espacio y el océano Atlántico, la línea litoral, está desapareciendo: las imágenes aéreas utilizadas en el estudio muestran que la base del acantilado arenoso arranca hasta 88 metros más atrás que a mitad de siglo XX. Además, el ritmo aumenta; en la parte del acantilado más al sur, en Matalascañas –muy próxima ya al parque nacional– el retroceso ha sido de 60 metros entre 1998 y 2016.  

El estudio se está utilizando para deslindar el dominio público a lo largo de 17 kilómetros entre la Torre del Loro y Matalascañas y ponerlo, en principio, a salvo de nuevas edificaciones e infraestructuras no justificadas. Pero, al argumentar la inclusión de una franja bastante ancha de costa, describe cómo se está perdiendo el litoral y cómo la crisis climática exacerba el problema: “El aumento de temporales y tormentas tanto en intensidad como en frecuencia, junto con la subida del nivel medio del mar (…), estarían incrementando la erosión del litoral y del acantilado”, explican los autores del informe. Basta con ver que las torres de vigía construidas en los siglos XVI y XVII para vigilar la costa, están ahora bañadas por las aguas del mar, en medio de la playa.

El litoral en esta parte de la península está compuesto por la playa, el acantilado y los sistemas dunares activos. Son de una “enorme fragilidad ambiental”, recuerdan los técnicos de Tragsatec, la empresa pública que ha realizado el trabajo. Tan delicado que presenta “una evolución futura que tiende a la destrucción de su estado natural”, analizan. Y alertan de que el retroceso de la costa acelera esa destrucción. Y por estos motivos, justifican, es precisa “la defensa de este tramo de costa”, necesario “para la estabilidad del litoral”.

Doñana, patrimonio de la Humanidad, acumula amenazas que no dejan de sitiar su integridad. El principal es el expolio del agua subterránea de la que vive para alimentar explotaciones irregulares de regadío en su periferia. Una práctica que ha hecho que el acuífero del que se nutre el parque sea declarado oficialmente en mal estado, es decir, sobreexplotado. Una circunstancia por la que España está denunciada ante el Tribunal Europeo de Justicia. En diciembre pasado, la abogada general de la Unión Europea que ha evaluado el caso para proponer un veredicto consideró “excesivas” las extracciones para la agricultura. A esto se le han unido los riesgos asociados al cambio climático como, por ejemplo, los periodos de sequía que inflaman los incendios forestales y desecan las lagunas y, como se ve ahora, la desaparición del dique natural contra la erosión marina.

Lo cierto es que el proyecto para que esta precisa franja en la playa de Castilla sea declarada Dominio Público Marítimo-Terrestre (DPMT), con lo que esto implica para su protección y disfrute colectivo, data de 2007. Hace 14 años ya se culminaron los trabajos técnicos que incluían la playa, la línea de acantilado y las dunas como DPMT. El deslinde, que es la identificación y delimitación de los bienes que deben incorporarse, nunca llegó.  

Una vez que se completen todos los trámites, estos 17 kilómetros frente a Doñana deberían tener asegurada su integridad física para “garantizar la estabilidad de la playa y la defensa del litoral”. Casi cualquier ocupación o utilización en esta área deberá contar con una autorización previa.

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