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Los niños se ahogan más en la piscina y los adultos en la playa: julio supera las dos muertes al día en el agua

Vista general de la playa Marenys en Tavernes de la Valldigna, donde este martes fallecieron dos hombres de 60 años y una mujer de 45.

David Noriega

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Un hombre llega a la playa y se dirige al mar. Acude solo y entra al agua. Es primera hora de la mañana. Tal vez el final de una tarde de verano que se alarga hasta casi la noche. Los socorristas o bien aún no han empezado o ya han terminado su jornada laboral. No hay nadie vigilando. El hombre, de nacionalidad española y más de 65 años, muere por ahogamiento. Lo que se describe no es un caso concreto, sino el perfil final de las estadísticas que cada año elabora la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS), que este año notifica mes a mes las cifras más dramáticas de los últimos años.

Este junio ha sido el peor desde 2015, cuando la federación comenzó a publicar el seguimiento de casos; mayo, con un 35% más de muertes que en 2022, es el peor desde 2016; y abril marcó el registro más oscuro desde 2017. En el primer semestre del año fallecieron, según el Informe Nacional de Ahogamientos (INA), 169 personas. Es la cifra más alta en ese periodo desde 2017, cuando hubo 209 muertes. Esa cifra ya se ha superado. En lo que llevamos de año han muerto ahogadas en espacios acuáticos 238 personas, 67 de ellas en lo que va de julio, con esta última semana aciaga y sin contar a las personas que pierden la vida intentando llegar a las costas españolas.

“Terminaremos el año rondando los 400 muertos, que son cifras elevadísimas”, vaticina el director de prevención y seguridad de la RFESS, Francisco Cano. En los últimos ocho años, los fallecidos han estado entre los 481 de 2017 y los 373 de 2018. En 2021, con el coronavirus todavía en el día a día, hubo tan solo 260 muertes por ahogamiento. Pero, pese a que este 2023 se encamine a superar los peores marcadores, “encontrar una causa concreta (al aumento registrado hasta ahora) es muy difícil por la casuística de cada persona”, reconoce Cano, que reclama campañas de prevención durante todo el año.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, los ahogamientos, sumersiones y sofocaciones son la segunda causa de muerte externa no provocada en España, por detrás de las caídas, y la primera hasta llegar a los 45 años. La Organización Mundial de la Salud apunta que los ahogamientos son la tercera causa de defunción por traumatismos no deliberados en todo el mundo y estima que mueren por este motivo 236.000 personas cada año, con el 90% concentradas en países de ingresos bajos y medios.

Aunque es difícil encontrar una causa concreta que explique el incremento de casos, por encima de la media, algunos factores ayudan a entender el fenómeno. “Existe una relación directa entre más días de sol y de calor y los ahogamientos y, con el cambio climático, hay más días de altas temperaturas”, explica el coordinador del grupo de socorrismo de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), Roberto Barcala. Este mes de abril, por ejemplo, se registraron temperaturas propias de julio. Y si el termómetro aprieta, suben las ganas de ponerse a remojo en un momento en el que la mayoría de arenales no cuentan con servicios de socorrismo.

Esta temporada estamos teniendo cifras (de ahogamientos) por encima de lo habitual que alarman pero hay que esperar a ver la evolución del verano

Miguel Ángel Sánchez Arrocha Responsable de Playas de Cruz Roja

“El año pasado nos llamaba la atención el número de rescates que estábamos haciendo en la zona de Cantabria. Al analizarlo, vimos que era donde más banderas verdes y mejor meteorología había habido en los últimos años”, señala Miguel Ángel Sánchez Arrocha, responsable nacional del servicio de playas de Cruz Roja. “Esta temporada estamos teniendo cifras (de ahogamientos) por encima de lo habitual que alarman, porque toda persona que fallece en el ámbito de la playa nos tiene que hacer reflexionar, pero hay que esperar a ver la evolución del verano”, indica el experto, que apunta como otra de las posibles causas que este es el primer periodo estival de normalidad total tras la pandemia: “Si vamos sumando, puede provocar que estén yendo más personas a la playa”.

Las zonas donde se registran más fallecimientos por ahogamientos en entornos acuáticos son las regiones del levante peninsular y Andalucía y Canarias. “Evidentemente, está relacionado con la cantidad de gente que va a las costas de estas comunidades, que reciben muchísimo turismo, no solo extranjero, sino nacional”, explica Cano. De los 169 fallecimientos del primer semestre del año, 101 eran de nacionalidad española; 26, europea; 10, africana; una, americana; dos, asiáticas; y 29 no han sido identificadas por la RFESS.

Si bien hay un perfil estadístico que sobresale, los ocho muertos que se han registrado en las últimas horas ejemplifican bien los escenarios más habituales. El martes, dos hombres de 60 años y una mujer de 62 murieron ahogados en la playa dels Marenys, en Tavernes de la Valldigna, en Valencia. Se trata de un espacio natural con cartelería de 'prohibido el baño' y sin servicio de socorrismo, según ha indicado la propia alcaldesa de la localidad, Lara Romero, que decretó tres días de luto oficial. En la playa del Miracle, de Tarragona, un joven de entre 25 y 30 años perdía la vida tras haber tenido “dificultades para salir del agua”.

Ese mismo día, una niña de dos años murió ahogada en una piscina particular en l'Ametlla de Mar, en Tarragona, y un hombre, que no sabía nadar, falleció ese mismo día en Santa Ponça, Mallorca, al intentar rescatar a su hijo de tres años, que falleció este miércoles en el hospital. Un pequeño de ocho años corrió la misma suerte en una piscina municipal de Santa Coloma de Gramanet, en Barcelona.

Una de las claves del ahogamiento de niños es que ocurren en piscinas particulares, en casa, entre las tres y las seis de la tarde, en la sobremesa de los adultos

Roberto Barcala Coordinador del grupo de socorrismo de SEMES

“Una de las claves del ahogamiento de niños es que ocurren en piscinas particulares, en casa, entre las tres y las seis de la tarde, en la sobremesa de los adultos”, explica Barcala, que es también profesor de la facultad de educación y deporte de la Universidad de Vigo. Además, estos accidentes suelen tener un desenlace rápido. Por eso, la recomendación de los expertos es que, ante la ausencia de un niño o una niña, “el primer sitio donde hay que ir a buscarle es donde haya agua”. Los adultos, sin embargo, tienden a confiarse en la playa. “Las personas mayores ahora tienen un ocio efectivo y usan estos espacios como un medio recreativo, el problema es que ya no tienen las mismas condiciones que los jóvenes”, añade.

Aparte de la cifra de ahogamientos mortales, existe otra más invisible, pero que no está exenta de provocar daño. “Por cada ahogado mortal, se estima que entre tres y cinco personas ahogadas reciben cuidados de los servicios de urgencias y, de ellas, una parte pueden quedar con secuelas y daño neurológico severo”, desarrolla Barcala, a consecuencia del tiempo en el que el cerebro está privado de oxígeno. “En España estamos en torno a 2.000 anuales, que es un barbaridad”, añade.

Cruz Roja se encarga de alrededor del 10% de los servicios de salvamento y socorrismo de las playas españolas. De los cerca de 3.000 habilitados en España, está presente en unos 250. Según sus últimos datos, sus socorristas han realizado entre el 21 de junio y el 23 de julio un total de 414 rescates. “Hay personas a las que se reanima y han terminado sin secuelas, pero en algunos casos sí pueden quedar”, indica Sánchez Arrocha.

Cuando hay una persona dentro del agua podemos intentar ayudarla, pero teniendo muy claro que no vamos a una situación que nos ponga en riesgo, porque entonces habría dos víctimas en lugar de una

Francisco Cano Director de prevención y seguridad de la RFESS

Los consejos de los expertos consultados para la población son claros. El primero es bañarse donde haya servicio de socorrismo en activo, hacerlo acompañado, con una persona que pueda dar la voz de alarma en caso de peligro, y si el bañista es un niño o una persona mayor o con problemas de movilidad, que esa compañía esté también en el agua. Y, por supuesto, hacer caso a las recomendaciones de cada lugar.

“Cuando hay una persona dentro del agua y no tenemos conocimiento o nociones (sobre cómo ayudar), lo primero que hay que hacer es avisar al servicio de emergencias. Tras esa llamada, si tenemos algún indicio de que podemos ayudar a esa persona, podemos intentar ayudarla, pero teniendo muy claro que no vamos a una situación que nos ponga en riesgo, porque entonces habría dos víctimas en lugar de una”, explica Cano.

Para poder socorrer a un bañista en aprietos, hay que derribar algunos mitos difundidos en series y películas. Barcala, que ha publicado un artículo sobre esas falsas creencias y mitos, explica que “una persona que se ahoga no levanta los brazos por encima del agua. Eso pasaba en Los vigilantes de la playa, pero no es así”. ¿En qué fijarse entonces? “Es una persona que está prácticamente inmóvil, con la mirada fija y la cabeza en el límite de hundirse y los brazos apenas saliendo de la superficie, como si tratase de escalar”, explica el experto.

Todas las voces consultadas coinciden en señalar la importancia de la prevención y de las campañas de sensibilización, tanto para la población general como en los colegios. Y todas ponen el mismo ejemplo: el semáforo. “La gente tiene 15 días de vacaciones y si hay un semáforo en rojo, esperas, pero si lo que está en rojo es la bandera de la playa piensa que cómo no se va a meter. Y se mete. Y se ahoga”, ejemplifica Barcala. Y es que, como recuerda Cano, esa indicación señala la prohibición del baño. “La amarilla nos indica que no debemos bañarnos más allá de donde nos cubra por la cintura, para tener buena tracción al suelo, y no utilizar materiales de flotación, como flotadores grandes o tablas, que pueden provocar que nos desplacemos donde no debemos”, añade.

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