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COVID-19
La nueva normalidad de los países “vacunados” es más severa que las restricciones españolas ante la cuarta ola

Un restaurante de Reino Unido preparándose para abrir su terraza

Mónica Zas Marcos

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Ha pasado justo una semana desde que Reino Unido empezó con su desescalada y los británicos se lanzaron a la calle con un único destino: los pubs. Eso sí, solo en exteriores. Después de tres meses de cierre estricto, las terrazas de los bares se llenaron con grupos de seis personas vestidas con ropa de abrigo, ya que por la noche la temperatura baja hasta los cero grados. El ritmo de vacunación del país, donde el 13% de la población ha recibido la pauta completa y el 50% al menos la primera dosis, ha permitido concesiones que no se disfrutaban desde antes de Navidad: no solo la reapertura de la hostelería en exteriores, sino también la de comercios no esenciales como peluquerías, bibliotecas o gimnasios. 

Son imágenes que en España no se han dejado de presenciar desde la desescalada del mayo pasado, incluso en los momentos de niveles de riesgo más alto, por encima de los 250 casos por 100.000 habitantes. Reino Unido, con una incidencia actual de 45,2 casos, ha sido el paradigma de la severidad desde que la variante británica disparase los casos y las muertes a finales del año pasado. De hecho, hasta el próximo 17 de mayo no pretenden dar el siguiente paso en la desescalada. Pero no es el único país del mundo que levanta restricciones con pies de plomo a pesar de encabezar las listas de vacunados. 

El récord lo ostenta Israel, con el 57,3% de su población –unos cinco millones de personas– habiendo recibido la pauta completa. Este país estrenó en febrero una especie de pasaporte COVID-19 llamado Green Pass con el que han ido abriendo espacios como museos, centros comerciales, cines o empresas, hasta entonces cerrados al público, siempre que se acredite la vacunación o una prueba serológica (de anticuerpos) positiva. También este domingo dejó de ser obligatoria la mascarilla en exteriores, aunque los responsables de la Sanidad israelí la mantienen para todos los interiores. Si bien ahora mismo se acercan a una normalidad prepandémica con una incidencia de 39 casos, Israel se ha tomado su tiempo para relajar restricciones. Hasta finales de febrero, las reuniones entre no convivientes estaban prohibidas, las escuelas estaban cerradas y ni siquiera se podía pedir comida a domicilio.

De vuelta a la Unión Europea, los países más avanzados en el plan de vacunación son Malta y Hungría, la primera con el 17% de la población con las dos dosis y la segunda con el 14% completa y el 40% con una inyección. El ritmo en España no es bajo y se asemeja al de vecinos europeos de tamaño similar, puesto que un 7% ha terminado la pauta y un 18,2% ha recibido al menos una dosis. Pero en lo que sí difiere es en las medidas para atajar la transmisión comunitaria. De hecho, son incluso más laxas que las de los países que encabezan la lista de vacunación de la UE. Hungría, por ejemplo, mantiene la hostelería y los colegios cerrados, y desde la semana pasada tan solo ha abierto el comercio no esencial con un aforo muy limitado, y ha retrasado el toque de queda desde las 20:00 a las 22:00.



“Los países que han avanzado más están percatándose de que no es un cheque en blanco y que se deben mantener medidas restrictivas para controlar al virus”, opina Daniel López Acuña, epidemiólogo y exdirectivo de la OMS. “No se pueden abrir las compuertas cuando la incidencia es alta y la inmunización todavía baja”, razona. Y no solo es el caso de España, Francia o Italia, donde el ritmo de vacunación es similar, sino de Hungría, que a pesar de su acelerón está pagando el no haber tomado a tiempo medidas más estrictas. El país del Este ha alcanzado esta semana una incidencia de 780 casos por 100.000 habitantes, la más alta de Europa, y una situación crítica en los hospitales. España se enfrenta a la cuarta ola con una incidencia de 203 casos, bastante menor que la húngara, pero que lleva un mes sin parar de crecer. Mientras tanto, sus medidas se asemejan más a las de países ya “vacunados” que a los que tienen varios meses por delante hasta llegar a la ansiada inmunidad grupal.

“A mí siempre me ha resultado muy sorprendente lo rápido que se abre en España, como los interiores de la hostelería”, confiesa Usama Bilal, epidemiólogo social e investigador en la Drexel University de Philadelphia. Estados Unidos es otro de los países que más rápido va en cuanto a la vacunación, con el 22% de la población con la pauta completa y el 37% con una sola inyección. El problema con EEUU es que los diferentes estados dictan las medidas a su antojo sin que el Gobierno pueda dar más que recomendaciones. Hay zonas sin apenas restricciones, como Texas, y otras que poco a poco van dando pasos hacia la desescalada. “En cualquier caso, la razón de que lo hagan es que aquí el ritmo de vacunación es muy alto y no es el caso de España”, recuerda Bilal desde Philadelphia, haciendo alusión a la escasez de vacunas en la UE, problema que no tiene EEUU.

El investigador cuenta que, por cultura, los estadounidenses se han acostumbrado a quedar siempre en exteriores. “Es muy raro ver a gente yendo a otras casas o al interior de un bar, ya que muchos han permanecido cerrados”, explica. Su gran problema, en cambio, han sido las fiestas universitarias. “Hay que tener en cuenta que cada país ha intentado proteger un sector, y en el caso de España la hostelería es fundamental”, concede también. Sin embargo, recuerda que la ciencia avala el cierre del interior de los bares y restaurantes por ser “actividades de alto riesgo”.

Cerrar bares para no cerrar colegios

El Ministerio de Sanidad ha actualizado el documento de restricciones – o “semáforo”– para adaptarlo a las nuevas evidencias científicas de la pandemia. Una de las medidas que ha despertado mayor controversia ha sido la del cierre del interior de la restauración en zonas con un nivel “alto” o “muy alto” de riesgo, es decir, con una incidencia mayor a 150 y a 250. Madrid se ha negado en redondo y otras comunidades han manifestado su malestar, pero es “una de las medidas más eficaces”. Uno de los estudios que lo demuestran lo firma Usama Bilal, entre otros expertos, y se sustenta en literatura científica y en la experiencia de otros países donde sí se ha aplicado.  

En su opinión, esta medida sirve para no tener que tomar otras con mayor impacto social, como es el cierre de los colegios. “En Salud Pública siempre nos tenemos que mover en esa balanza, la del valor social de algunas actividades, y en el caso de las escuelas ese valor es altísimo”, defiende el epidemiólogo. En ese sentido, cree que Reino Unido, Israel o Hungría no han estado acertados. “No hace falta cerrarlo todo, yo abogo por cerrar el interior de la hostelería para no tener que hacerlo en otros sitios con menor riesgo”, explica

“Hay espacio para ser más rigurosos, no solo más restrictivos”, apoya López Acuña. En su opinión, los cierres perimetrales “ayudan pero no bastan, como se ha visto con la incidencia tras la Semana Santa”. Aunque es una de las medidas estrella de España, Bilal cree que los perimetrales son una estrategia de “mitigación, no de control”, y que sirven en zonas donde no hay casos ni transmisión comunitaria. “Si dentro del territorio la gente va a seguir dando vueltas, seguirá habiendo brotes”, razona.

En cualquier caso, lo importante para ambos expertos es abandonar medidas “que generen cinismo”. “Si la gente ve que no les dejan ir de un pueblito de Cantabria a otro de Asturias, pero que se puede entrar desde Francia, donde la incidencia es mucho mayor, percibirán que son medidas triviales y caprichosas”, ilustra Bilal. En su opinión, la única manera de conseguir controlar la transmisión es mediante la colaboración ciudadana y para eso “tiene que ver que son medidas útiles”, concluye. En eso radicaría el éxito de Reino Unido, donde no ha habido grandes virajes de estrategia e, incluso con una vacunación avanzada, no dan la pandemia por terminada. “No creo que haya un ejemplo paradigmático del buen hacer, pero sí que deberíamos aplicarnos lo mejor de cada país”, apuesta López Acuña.

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