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“El precio de la universidad es una forma de echar a los extranjeros”

Jesús ha tenido que mudarse a Granada para poder continuar con sus estudios universitarios.

Alba Camazón

“Mis padres tuvieron que pedir un préstamo al banco en Guinea Ecuatorial para que pudiera ir el curso pasado a la universidad en Madrid, pero este año no podían asumir este gasto”, explica Jesús a eldiario.es, que ha tenido que mudarse desde la capital hasta Granada para poder seguir estudiando Ciencias Políticas.

El año pasado, Jesús tuvo que pagar 6.850 euros por la matrícula en la Universidad Rey Juan Carlos por ser alumno extracomunitario –de fuera de la Unión Europea–. Para este curso, en Granada, la matrícula le ha supuesto un gasto de 773 euros.

La universidad para alumnos extranjeros se ha convertido en un mosaico totalmente desigual en España. Los gobiernos regionales son los encargados de fijar las tasas generales y las de los extranjeros no residentes.

Eso hace que en ocho comunidades autónomas existan las tasas universitarias autonómicas para toda clase de estudantes: Andalucía, Canarias, Cantabria, Castilla–La Mancha, Castilla y León, la Comunitat Valenciana, Extremadura y Euskadi y en otras como Asturias, Galicia o Catalunya, se cede esta competencia a las universidades, que fijan ellos mismos el coste para los extracomunitarios.

En Catalunya, por ejemplo, la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona establece precios desiguales para alumnos (una diferencia del 514%), mientras que la Universitat de Girona mantiene la misma tarifa para todos los que cursen un grado. Más diferencias.

“El precio de las tasas de la Universidad para los alumnos extracomunitarios es una forma de echar a los extranjeros”, argumenta Jesús. “Es una forma de poner fronteras a la ciencia”, afirma este universitario. Él pudo costearse el primer año de carrera gracias a un préstamo que pidieron sus padres. Sin embargo, este curso no podían “pagar esa barbaridad”.

Los alumnos extranjeros pagan para paliar la financiación pública universitaria que, según la Administración, no aportan: “Me dijeron que tenía que pagar tanto dinero porque yo no pago impuestos aquí, pero yo no vivo en la calle. Yo pago el alquiler, la luz, el gas, los impuestos indirectos... Entiendo que debería pagar más que los demás, sí, pero no siete mil euros”, afirma en referencia a la subida de 2015, cuando la Comunidad de Madrid multiplicó por más de cuatro el precio de las tasas para este colectivo.

Jesús, de 23 años, vivió durante toda su vida en Ebebiyín, la capital de la norteña provincia ecuatoguineana de Kié-Ntem. Pese a que el castellano es uno de los idiomas oficiales, únicamente lo hablaba en el colegio y en casa con su padre. Sin embargo, con su madre y sus amigos se comunica en fang, el idioma mayoritario del país.

Su hermana mayor estudió Económicas en la Universidad Complutense de Madrid y ahora trabaja allí. Jesús decidió seguir sus pasos y abandonó la universidad en Guinea Ecuatorial para mudarse a Madrid, formarse y abrirse más puertas. “Estudié un año en la Universidad [pública] Nacional de Guinea, pero decidí dejarlo porque solo te dan la ideología del presidente [Teodoro Obiang] e incluso los profesores tienen miedo”.

“Hay gente joven de otros países [no comunitarios] que quiere desarrollar su inteligencia en Occidente y que no puede estudiar aquí por el precio”, asegura Jesús. También hace referencia al pasado colonial español en Guinea Ecuatorial: “Si un país vecino te corta las alas de esta manera, ¿cómo lo superas?”.

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