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Las personas vacunadas rebajan la transmisión de la COVID-19 incluso con la variante delta más contagiosa

Una joven recibe la vacuna contra la COVID-19.

Elena Cabrera / África Gelardo Arrebola

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Las vacunas disponibles contra la COVID-19 no fueron diseñadas para frenar la transmisión sino para bloquear un ingreso hospitalario o una enfermedad grave, explica Alfredo Corell, catedrático de Inmunología en la Universidad de Valladolid. Su efecto contra el contagio tampoco es algo que se haya estudiado hasta muy recientemente. A finales del pasado mes de junio, un grupo de investigadores del sistema público de salud británico publicaron que las vacunas reducen la capacidad de contagiar a la mitad. “Eso está muy bien, pero no es perfecto”, advierte Corell.

Dado que la carga viral de la variante delta del SARSCoV-2 es mayor, se sabe que su transmisibilidad también lo es, pero todavía tienen que realizarse más estudios que confirmen en qué medida, según indica la inmunóloga y redactora científica de ISGlobal Adelaida Sarukhan: “A pesar de que las personas vacunadas se infectan con la variante delta y tienen una carga viral elevada, seguramente son menos contagiosas”. La efectividad de las vacunas contra esta variante, según la investigación de Jaime López Bernal, está entre el 67% de AstraZeneca y el 88% de Pfizer.

Con el avance de la vacunación (un 57,8% ya tiene la pauta completa en España), los expertos están estudiando cómo se mueve el virus en grupos con una mayoría de población vacunada. En un preprint a falta de revisión, se han adelantado las conclusiones sobre un estudio en Singapur entre 200 individuos infectados con la variante delta, donde unos estaban vacunados y otros no. “El resultado es que unos y otros se infectaron con una carga de virus más o menos igual, con independencia de estar vacunados o no”, aclara el inmunólogo. Esto se explica por las características de la variante delta: tiene 1.000 veces más carga viral y se reproduce mucho más en las vías respiratorias que las variantes anteriores. No obstante, a los seis días, la evolución de la carga viral de los infectados previamente vacunados descendió mucho más rápidamente que en los otros. “Los anticuerpos actúan mucho más deprisa” en una persona vacunada con carga viral porque ese cuerpo ya ha sido expuesto a fragmentos del virus y su sistena inmune “lo reconoce y lo recuerda”, por lo que envía “una cascada de anticuerpos de manera mucho más rápida y eficaz”, explica Esther Serrano-Conde, microbióloga y residente del Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.

La carga viral no es un indicador preciso. Pero el hecho de que baje más rápidamente “quiere decir que la ventana de tiempo durante la cual esa persona es infecciosa es menor y, por lo tanto, las vacunas contribuyen a disminuir la transmisión, incluso con la delta”, explica Sarukhan. “Si se reduce el tiempo de contagio sería lógico pensar que se reducen las posibilidades de contagio, más aún si las personas de alrededor están vacunadas”, coincide Serrano-Conde.

A pesar de los contagios, hay otras ventajas: las personas vacunadas generan anticuerpos contra el virus, “y aunque se pierda eficacia frente a la variante delta, aún es más que suficiente para atacar la infección”, señala Corell. Además, se reducen los días que necesita el paciente para superar la infección: de una media de diez a unos tres días. Corell valora esta reciente investigación como “esperanzadora”.

Una nueva estrategia contra la variante supercontagiadora

La variante delta es pues mucho más contagiosa que las otras. En otro estudio publicado hace pocos días por el sistema de salud estadounidense, se han encontrado multitud de brotes de esta variante en eventos masivos. “Por eso hace falta que se redefina el significado de 'contacto estrecho'”, propone Alfredo Corell. Hasta ahora se reconoce como tal a la persona que está más de 15 minutos con un positivo, sin mascarillas y a una distancia menor de metro y medio. “Pero si la variante es muchísimo más transmisible, esta definición habría que retocarla, quizá no hace falta llegar a los 15 minutos o que solo se tengan en cuenta los interiores”, apunta. “La situación de la pandemia actual no tiene nada que ver con la que había cuando se definieron estos conceptos hace más de un año”, advierte. Todos los eventos masivos, como pueden ser una reunión en una terraza, en un concierto, en una misa, en una manifestación “y sobre todo los que lleven asociado cantar o gritar, probablemente pueden ser eventos de supercontagio, a pesar de estar al aire libre, debido a la contagiosidad de esta nueva variante... aunque para las otras no nos lo hubiéramos planteado”.

Una nueva generación de vacunas ayudará a retener la transmisión. “Una vacuna por vía intranasal induciría una buena inmunidad en las mucosas”, valora Adelaida Sarukhan. “Lo que te protege bien contra la enfermedad o contra la enfermedad grave es más la inmunidad sistémica, por eso recientes estudios proponen combinar una dosis intranasal con una o dos dosis de vacuna intramuscular”, añade. Este tipo de vacuna intranasal es en la que está trabajando el equipo español del virólogo Luis Enjuanes en el CSIC.

Las vacunas “no son perfectas”, recuerda Sarukhan, por lo que las personas vacunadas deben seguir respetando otras medidas preventivas. “No se puede jugar toda la carta a la vacunación porque la vacuna no es una funda de plástico que te aisle del exterior, las personas siguen respirando virus y bacterias”, desarrolla Alfredo Corell. El propio inmunólogo se pone a sí mismo como ejemplo, pues teniendo la pauta completa se ha contagiado recientemente en una comida al aire libre, pasando la COVID con síntomas de catarro durante cuatro días. “Estamos en un momento de transmisión tan explosivo que hay gente que lo puede estar pasando sin darse cuenta, ya que por un lado la vacunación produce síntomas más leves pero también estamos viendo que la sintomatología clínica de la variante delta está siendo diferente”. El análisis de datos masivos en el Reino Unido está señalando que los síntomas clásicos de la COVID son más infrecuentes pero en cambio aparece el estornudo, el moqueo, el dolor de garganta y el de cabeza. “Sin fiebre, sin tos, sin problemas respiratorios, sin pérdida de gusto y olfato, ¿quién va a pensar en una COVID para ir a hacerse una PCR?”, se pregunta el experto. La sintomatología no es categórica para todos los casos, pues, como indica la microbióloga Serrano-Conde, fiebre, tos y fatiga también han aparecido en infecciones con la delta. “Como particularidad, estos síntomas se acentúan más pasados unos días de la infección, alrededor de la semana”, señala.

“En Inglaterra y Escocia se ha visto que los pacientes infectados con la variante delta tienen el doble de posibilidades de terminar en el hospital en comparación con la variante alfa”, indica la doctora Serrano-Conde. “Esto, unido a la alta contagiosidad de esta variante de preocupación, hace que tengamos que vigilarla muy de cerca porque puede colapsar los sistemas de salud y las unidades de cuidados intensivos de nuestros hospitales”, añade. “Si el virus sigue circulando, incluso entre vacunados, le damos tiempo para mutar y crear otras variantes y esas sí que podrían anular la efectividad de las vacunas”.

En esa línea de políticas públicas que se adapten a este momento de la pandemia, Corell pide “más pedagogía” y critica una retirada de mascarillas “muy apoteósica” que “mucha gente interpretó como que esto ya se había acabado y nada más lejos de la realidad”, concluye.

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