La revolucionaria inseminación que ha conseguido que el loro más raro del planeta vuelva a reproducirse con éxito

Héctor Farrés

29 de mayo de 2025 11:00 h

0

Apenas se sostiene. Tiene las alas, el cuerpo y la mirada de un loro, pero le falta lo esencial: el vuelo. Es el más grande de su especie en peso y tamaño y, al contrario que otras especies que sobreviven gracias a la huida, este animal confía su suerte a la tierra. Cavando hoyos, emitiendo sonidos cavernosos y ocultándose entre helechos, el kākāpō ha sobrevivido durante siglos sin despegar los pies del suelo.

Es un pájaro nocturno, de movimientos lentos y hábitos desconcertantes, que ha visto reducir su especie hasta quedar al borde de la desaparición. Pero lo que lo hace único también lo ha condenado. Y ahora, por primera vez, una técnica aplicada en su ciclo reproductivo ha conseguido alterar ese destino.

El éxito reproductivo llega tras años de ensayo y error científico

La clave ha estado en una maniobra quirúrgica. Aunque los primeros intentos con inseminación artificial datan de 2009, las tasas de fertilidad seguían estancadas. Apenas se superaba el 30 % de huevos fecundados. La gran novedad ha sido combinar dos métodos de extracción de semen: la estimulación eléctrica y el masaje abdominal.

Gracias a esa técnica, el equipo que trabaja desde Nueva Zelanda para conservar a estos loros logró obtener muestras de veinte machos, que fueron analizadas cuidadosamente antes de inseminar a doce hembras seleccionadas.

El resultado dejó fuera de juego todos los pronósticos anteriores. En la segunda puesta, los huevos fecundados se dispararon hasta alcanzar el 70 %. Cuatro de los polluelos nacidos pudieron confirmarse como descendientes directos del proceso artificial. Los datos se publicaron en la revista PLOS ONE, donde se detalla el procedimiento y su eficacia frente a los intentos anteriores.

Los responsables del avance pertenecen a un grupo mixto de expertos alemanes y neozelandeses. Veterinarios, biólogos y especialistas en conservación de la Universidad Justus Liebig de Giessen, el Departamento de Conservación de Nueva Zelanda, Kākāpō Recovery y la Universidad de Otago han trabajado de forma conjunta en la supervisión y ejecución del procedimiento.

Una vida marcada por el aislamiento y la amenaza de los depredadores

A pesar de lo reciente de este avance, el trabajo acumulado viene de lejos. Durante años, la especie ha sido trasladada a islas protegidas para intentar protegerla de sus principales depredadores: comadrejas, armiños y ratas introducidas accidentalmente por barcos europeos.

El aislamiento y los esfuerzos por reducir la mortalidad de los embriones habían mejorado las cifras, pero sin un impulso adicional, el crecimiento seguía siendo muy lento.

Una de las peculiaridades que más dificultan la expansión de esta especie es su particular sistema de cortejo. Los machos no buscan pareja al azar, sino que construyen estructuras en forma de cuenco en la tierra para amplificar los sonidos que emiten.

Esa técnica, llamada sistema de lek, tiene una función acústica: el eco de sus llamadas rebota entre las laderas de los valles y atrae a las hembras. Sin embargo, ese proceso no siempre tiene éxito, y muchos individuos pasan temporadas sin reproducirse.

Las expectativas de recuperación mejoran, pero la especie sigue en riesgo

En este contexto, el equipo de investigación planteó una alternativa más directa. Según explican los autores en el artículo científico, el método utilizado abre la puerta a nuevas fases del programa de recuperación. La manipulación genética está descartada, pero la inseminación planificada permite intervenir sin alterar el comportamiento de las aves.

Aunque el número total de individuos sigue siendo bajo —en 2019 había 142 ejemplares registrados—, las perspectivas son ahora más alentadoras. Con esta técnica, los responsables esperan repetir el proceso en la próxima temporada de cría y aumentar el número de nacimientos.

La supervivencia de esta especie única depende de un equilibrio delicado entre tecnología, cuidado del hábitat y conocimientos acumulados durante décadas. A veces, incluso un animal que jamás ha volado necesita que lo impulsen para alzar el vuelo.