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Y llegó Trump

Donald Trump, presidente de los Estados Unidos

Camy Domínguez

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Ya se nos había venido avisando de que darle el poder de los Estados Unidos a un personaje como Donald Trump iba a ser algo así como poner un rifle en las manos de un mono. Pues ahora que lo han elegido presidente, por fin, andamos todos rasgándonos las vestiduras con sus excéntricas decisiones, que no son otra cosa que el cumplimiento y la puesta en marcha de sus promesas electorales. ¿O es que acaso los norteamericanos no fueron capaces de entender sus discursos populistas? ¿No escucharon lo que prometía estando en campaña? ¿O es que las ovaciones y el griterío de sus aplaudidores a sueldo no los dejaron oír bien lo que decía?

Pues ese viejecito anaranjado tan homófobo y misógino (para que luego digan que el griego no tiene herederos en nuestro idioma) está empezando a parecer de todo menos mentiroso. No hizo más que sentar sus posaderas en el despacho oval y cargarse la versión en español de la web presidencial y, unos días después, empezar con los proyectos proteccionistas y anacrónicos para construir un muro que los aleje de los mexicanos.

Y es que los seres humanos somos esa raza de animales que tenemos que ver las cosas para creerlas, que no nos bastan las experiencias que hayan sufrido otros para darnos cuenta de que la historia se repite, porque todo parece estar regido indudablemente por la tercera ley de Newton, también llamada “principio de acción y reacción”.

Conque, señores americanos, eso es lo que hemos elegido: un “predador sexual” -como dijera la señora Obama-, que abusa, manosea y besa hasta la asfixia a mujeres varias sin pedir permiso; un creador de múltiples impuestos estúpidos en estos tiempos, como el que quiere imponer a los videojuegos; un racista y xenófobo que pretende hacer un ridículo muro a lo Rómulo y Remo y endosarle el muerto de sus costes a su vecino mexicano Peña Nieto; un maltratador de su propia esposa, porque hay que ver los gestos de sufrida consorte a los que hemos asistido atónitos en los últimos días… Y ahora ¿nos estamos asustando del monstruo que hemos creado? Al doctor Frankenstein le entraría la risa floja si os viera. Pues bien, parece que, precisamente por todos estos motivos y aficionados como somos a los reality shows, es por lo que este cínico es el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos y ahora os lo vais -nos lo vamos- a tener que comer con papas.

Y pasarán muchos años antes de que los americanos se den cuenta de la solemne tontería que cometieron votando a este personaje para ocupar los despachos de la Casa Blanca, así como los alemanes han entendido más tarde que pronto su error al elegir democráticamente como líder a aquel pobre indigente de ascendencia judía al que unos años después respetuosamente llamarían Mein Führer. Pues ahora, queridos estadounidenses, como dicen en mi pueblo, “a llorar al Drago”.

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