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Puigdemont, ¡escucha a todo el pueblo de Catalunya!

Puigdemont

Carlos Jiménez Villarejo

Ex fiscal Anticorrupción —

Es patético, si no dramático, que siga gobernando Catalunya un político que no fue elegido por el pueblo. Quizás, por ello, vive de espaldas a él, entendido como los siete millones y medio de ciudadanos que constituyen este país. Y, como vive de espaldas a la mayor parte de la ciudadanía, no les presta atención alguna y, desde luego, le es indiferente cómo viven y qué piensan del actual proceso independentista. Aquel millón de personas del día ocho de octubre fueron completamente ajenos a él.

Pero para seguir jugando, casi ensimismado, con el futuro imperfecto de la independencia, es también sordo -esta vez puede que interesadamente- a una realidad, presente y futura, relacionada con los abusos de poder y la corrupción de su partido. Pronto serán públicas las sentencias por el expolio del Palau de la Música y del “caso Pretoria”. El Tribunal de Cuentas investiga de dónde proceden los dos millones que ha pagado Artur Mas por el despilfarro del 9N. Y dos ex altos cargos de CDC admiten que se apropiaron de un millón de euros de la Asociación Catalana de Municipios. ¿Para qué prestar atención a esta realidad, estando refugiado en las leyes independentistas, tan ilegales y antidemocráticas, que tanta satisfacción le producen?

Pero, paralelamente, está muy atento al curso del procés y al enfervorizado seguimiento por la facción de la sociedad que cree, como nacionalistas que son, que todo vale -incluida la violación del ordenamiento democrático- para conseguir su objetivo. El President está ensimismado con ese juguete. Por ello, en la contestación al Presidente del Gobierno, reitera su supuesta voluntad de dialogo -después de las bochornosas jornadas del Parlament de los días seis y siete de septiembre- y atribuye al Gobierno la responsabilidad de decisiones judiciales de prisión, porque al President, después de aprobarse la Ley de transitoriedad jurídica, está acreditado que no le importa nada el principio esencial de un Estado democrático de la división de poderes.

El panorama es la consecuencia de aquellas palabras de Habermas, referidas a Alemania,pero perfectamente aplicables al proceso catalán: “Cuando ha sido nacionalista no era democrática y cuando era democrática no era nacionalista”. Y, a propósito de esta referencia, el filósofo Reyes Mate ha dicho: “Hoy, en Catalunya, al amparo de palabras como nacionalismo o patriotismo están teniendo lugar prácticas que recuerdan las de los nazis: ¿qué diferencia hay entre la pintada en la tienda de los padres de Albert Rivera ”no es la vostra terra“ y la de los nazis en Berlín ”Juden raus(fuera)“ ? (El Norte de Castilla ,9/10/2017).

Pero nada de esto parece preocupar al President, que siempre responde a la definición de Catalunya en el Estatuto como “tierra de acogida”, con la declaración de independencia que significa, y él lo sabe, exclusión, insolidaridad y hasta rechazo de quienes no somos de esta sangre y esta tierra, valores para ellos superiores a los que inspiraron la Revolución Francesa. ¡A qué retroceso histórico nos están conduciendo! Un nacionalismo cultivado y adoctrinado desde el poder- incluidas las escuelas- por Pujol y sus discípulos, como Artur Mas, que eran y siguen siendo un exponente de lo que representa el abuso continuado de poder y el enriquecimiento ilícito derivado de dicho abuso.

Para ese proyecto, el President nunca ha conectado con los ciudadanos. Lo ha hecho con “patriotas” catalanes muy alejados de aquellos inmigrantes que llegaron a la playa del Somorrostro buscando apoyo, educación, sanidad, servicios sociales y el bienestar del que carecían en sus lugares de origen. Todo este año, para el bloque independentista (incluidos la ANC y Omnium Cultural), ha sido una permanente apelación a la ruptura con el Estado. Hay múltiples referencias, que resumimos: “Sustituir el Parlament en caso de inhabilitación” por la AECAT (Asamblea. de Cargos Electos), “¿Cerrar el Parlament? Pues sería trasladado a Poblet”, “acampadas indefinidas”, “resistencia pasiva”, “insumisión fiscal”, “ocupación de infraestructuras” y así sucesivamente. Y las apelaciones de diputados de la CUP a “superar la idea de legalidad; tenemos legitimidad”. Como las palabras de la diputada Gabriela Serra en Tarragona: “Es un proceso durísimo, la ciudadanía debe saber el precio que pagará por la libertad”. O, lo que es mucho más preocupante, reclamar en la hipotética República la “detención de fiscales” para “intercambiarlos por prisioneros” [Tuiteado por el actor de TV3 Toni Albà y reproducido por e-noticies, 19/10/2017].

Este es el contexto del President, aquí no se habla nunca de las personas, de sus derechos y necesidades, es y sigue siendo un futuro de ruptura que concretaron las leyes, ya firmes, de referéndum y desconexión.

Y, ahora, ¿pretende dialogar y pedir mediadores? El proceso es firme y ya lo cerraron el 7 de septiembre.

Solo hay dos alternativas. Que el pueblo de Catalunya se pronuncie ya a través de unas elecciones libres y democráticas. Y, si no las hubiera, honradamente, creo que no hay más alternativa que el difuso art. 155 de la Constitución, eso sí, aplicado de forma prudente y razonable.

Es una silenciosa apelación de la gran mayoría de los catalanes.

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