Salud en los viajes: cómo hacer frente al síndrome de la clase turista

El reducido espacio de los asientos de clase turista dificulta nuestra movilidad.

Roberto Ruiz

Por mucho que nos guste viajar, a veces desplazarnos a los destinos más lejanos puede llegar a pasarnos factura. Permanecer demasiadas horas sentados sin poder movernos, ya sea en un avión, un tren, un autobús o nuestro propio coche, afecta directamente a la circulación de la sangre en nuestro organismo, y eso no es nada bueno para nuestra salud.

Aunque no es un problema muy común el riesgo existe, y más cuando llegan las fechas de vacaciones y cogemos largos vuelos de muchas horas para llegar a nuestro lugar de descanso. Para evitarlo, lo mejor que podemos hacer es saber por qué sucede, quién es más propicio de padecerlo y qué debemos hacer para evitarlo en nuestro próximo viaje.

Qué es el síndrome de la clase turista y cómo se produce

El síndrome de la clase turista, denominado así desde finales de los años 90, hace referencia a la aparición de un trombo en nuestras venas, concretamente a la conocida como trombosis venosa profunda (TVP). Una persona, al pasar un periodo prolongado sentada e inmóvil en un espacio estrecho, como sucede en los asientos de clase turista de los aviones, puede sufrir dificultades en el retorno de la sangre al corazón, lo que ocasiona una acumulación sanguínea en las venas de las piernas. Esto puede llevar a la formación de un coágulo y éste puede liberarse a la circulación, pudiendo provocar incluso una embolia de pulmón.

Aunque este síndrome pueda producirse en cualquier medio de transporte los aviones son el espacio más proclive para ello, no solo por su estrechez, sino también por la baja humedad y la disminución relativa de la presión. Los síntomas, entre los que se encuentran hormigueo en las piernas, dificultades respiratorias, dolores de pecho e incluso pérdida de conocimiento, suelen observarse en el momento del descenso del avión, aunque a veces pueden tardar varios días en dar la cara.

Cuáles son los factores de riesgo del síndrome de la clase turista

El síndrome de la clase turista no es un enfermedad muy común y la Fundación Española del Corazón defiende que no es habitual entre personas que no padecen factores de riesgo, por debajo incluso del 1%.

Pero obviamente hay personas con mayores posibilidades de sufrirlo, y ahí entran quienes sufren sobrepeso, hipertensión, tienen una edad avanzada, han recibido intervenciones quirúrgicas recientemente, tienen antecedentes cardiacos, sufren alteraciones de la coagulación, tienen varices, problemas tumorales, toman anticonceptivos orales o las mujeres embarazadas. Todo esto hace que el riesgo de sufrir esta patología sea de un 4% o 5% mayor, por lo que se deberán extremar las precauciones.

Un coágulo pequeño puede llegar a disolverse y posiblemente nunca nos enteremos de que existió, pero un coágulo grande puede taponar la circulación sanguínea, provocar hinchazón y dolor en la pierna, y hará que ésta se caliente y tome tonos azulados. Momento en el que sin duda deberemos acudir al médico urgentemente. Si el coágulo viaja por el torrente sanguíneo puede llegar hasta los pulmones, donde provocaría la mencionada embolia pulmonar, e incluso la muerte.

Cómo prevenir la trombosis en los vuelos de larga duración

Pero si sabemos cómo, podemos seguir viajando y cogiendo vuelos largos reduciendo el posible riesgo del síndrome de la clase turista. Y no, no nos referimos a pagar un asiento en clase business…

Para evitar posibles trombos en nuestra sangre lo que tenemos que conseguir es que ésta fluya correctamente por nuestro cuerpo. En las estrecheces de los asientos de clase turista de los aviones no es sencillo, tampoco en los autobuses, pero en trenes en los que nos podemos mover y sobre todo al viajar en nuestro propio coche, con el que paramos cuando nos place, lo tendremos más fácil.

Para estar prevenidos y reducir riesgos, si sigues estos consejos estarás reduciendo notablemente la posibilidad de sufrir el síndrome de la clase turista en tu próximo viaje de larga duración:

  • Levantarse al menos una vez cada hora. Dar paseos aunque sea por los pasillos para estirar las piernas y estimular la circulación. Algunas compañías aéreas proporcionan una tabla específica de ejercicios para tal fin. Levantar las rodillas al andar ayuda, así como mover los brazos.
  • Elegir un asiento en el pasillo. Nos permitirá una mayor movilidad de las piernas y además nos facilitará levantarnos y sentarnos siempre que queramos sin molestar a los demás pasajeros.
  • Hacer ejercicios en el asiento. Subir y bajar las piernas, encogerlas y estirarlas, subir y bajar los dedos de los pies, hacer círculos con los tobillos, abrir y cerrar los dedos de las manos…
  • Evitar cruzar las piernas. Así como no tenerlas apoyadas o tenerlas excesivamente dobladas. Esto complicaría la fácil circulación de la sangre.
  • Beber agua abundante. Es la mejor manera de mantenernos hidratados, la deshidratación es un factor que puede provocar la aparición de trombos.
  • Evitar el té y el café, así como el alcohol, los tranquilizantes y los somníferos.
  • Evitar la ropa ajustada. Usar mejor ropa holgada que no dificulte la circulación, así como evitar el uso de cinturón, calcetines ceñidos o calzado apretado.
  • Aprovechar las escalas. Si tu viaje implica más de un vuelo aprovecha las escalas para moverte y pasear.
  • En casos de pasajeros de alto riesgo lo más conveniente es consultar con el médico de cabecera antes de realizar el viaje, por si fuera necesario administrar medicación que ayude a mantener una circulación sanguínea fluida durante el viaje.
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