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Los Asad, Marbella y el sabor agridulce de la justicia

Rifaat al Asad (izquierda), junto a su hermano Hafez al Asad, expresidente y padre del presidente de Siria, Bashar al Asad.

Leila Nachawati

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Rifaat al Asad (tío de Bashar al Asad), quien llegó a ser el segundo hombre más poderoso de Siria, ha sido condenado en Francia a cuatro años de prisión por malversación de fondos. En paralelo, y en colaboración con las autoridades francesas, ha sido procesado también por la Audiencia Nacional española, acusado de esquilmar alrededor de 300 millones de euros de las arcas públicas sirias. Ambas causas dejan un poso agridulce en las víctimas de quien es conocido como “el carnicero de Hama” por poner el foco en los delitos económicos y no en los crímenes de lesa humanidad.

Unas causas centradas en lo económico

El aspecto económico no es, desde luego, baladí. Asomarse a las cifras resulta vertiginoso: Desde 1984, cuando Rifaat al Asad abandonó Siria y se instaló después con su familia en la Costa del Sol, comenzaron a llover las inversiones por valor de cientos de millones de euros, tanto en España como en Francia y otros países europeos: terrenos, fincas, apartamentos, hoteles, garajes, restaurantes, embarcaciones, aviones privados, vehículos blindados y de alta gama… Todo ello adquirido de forma opaca, acompañado de cientos de sociedades pantalla y de un complejo entramado financiero en paraísos fiscales. Sólo en Inglaterra, la residencia de los Asad es la segunda privada más grande del país, después del Buckingham Palace.

Según la Justicia francesa, las inversiones proceden del dinero entregado a Rifaat por su hermano Hafez al Asad (que ostentó el poder en el país entre 1971 y 2000) a cambio de que se exiliase. Cientos de millones de euros de las arcas públicas sirias para borrar al competidor que suponía Rifaat en el seno del régimen sirio.

Según el juez de instrucción español José de la Mata, Asad ocultaba su enorme patrimonio con sociedades administradas por sus ocho hijos y dos de sus esposas, y con el “apoyo determinante de legiones de asesores en todas las fases de su implementación, para la ocultación, transformación y blanqueo de todos esos capitales”.

El poner el énfasis en los aspectos económicos tiene que ver, según el reconocido abogado de derechos humanos sirio Anwar al Bunni, con quien ha contactado eldiario.es para este artículo, con los retrocesos que ha habido en los últimos años en materia de jurisdicción universal en varios países, incluido España, y las limitaciones para juzgar crímenes contra la humanidad fuera de las fronteras del propio país. Sin embargo, Bunni señala la importancia de la causa abierta en España y el hecho de que aborda, con los mecanismos a su alcance, las violaciones de derechos humanos en Siria. El abogado la conoce de primera mano, ya que participó como testigo y como experto en el proceso iniciado por el juez de la Mata.

“Es cierto que el énfasis se pone en la cuestión del blanqueo de dinero, pero se conecta el origen de este dinero con los abusos y crímenes cometidos en el interior de Siria”, señala Bunni. “España ha sido valiente y esta causa marca un antes y un después en el trabajo para que crímenes de lesa humanidad no queden impunes”.

Bunni apela a lo histórico de estos procesos. “Es la primera vez que la justicia se está impulsando no por presiones de otros gobiernos, sino por la presión sostenida de la gente, de las víctimas y sus familias. A los gobiernos esta causa les pone en una situación incómoda, pero la presión de los sirios y las sirias ha sido tan constante, tan imparable, que se ha logrado poner sobre la mesa al menos parte de los crímenes cometidos en Siria”.

El artífice de la masacre de Hama

Los crímenes a los que remite esta causa nos retrotraen a los primeros meses de 1982, cuando Siria sufrió la que se conoce como la “masacre de Hama”. El Ejército sirio, alertado de que se preparaba en esa ciudad un levantamiento contra la dictadura del partido Baaz, que había accedido al Gobierno a través de un golpe de estado, lanzó una operación de tierra quemada que provocó miles de víctimas civiles (las cifras oscilan entre los 10.000 y los 50.000 muertos, décadas después todavía no se conoce el número exacto) y redujo a cenizas buena parte de la ciudad.

Rifaat al Asad, entonces vicepresidente del país, está considerado artífice de esa masacre, quien dio la orden de continuar bombardeando la ciudad aun cuando ya la situación parecía bajo control y quien ordenó también que los vehículos del Ejército sirio pasasen una y otra vez sobre los edificios bombardeados para que nada quedase en pie.

A la masacre de Hama siguió una campaña de represión sin precedentes para afianzar el control de la familia Asad en el poder. Arrestos, desapariciones, ejecuciones, torturas en cárceles subterráneas a lo largo y ancho del país y golpes en la puerta a medianoche en busca de quien, de un modo u otro, pudiese ser vinculado a la Hermandad Musulmana o a cualquier otro grupo de oposición al régimen fueron la constante en los años siguientes.

Hama se convirtió en un símbolo y a la vez en un tabú, un nombre que encerraba la brutalidad de la represión a la que se enfrentaban quienes cuestionasen a las autoridades sirias. Se hizo el silencio en Siria, un silencio que no volvió a romperse hasta comienzos del siglo XXI, primero con las protestas de la ciudad de mayoría kurda de Qamishli en 2005 y en la década siguiente con las que estallaron en Daraa, en la propia Hama y en el resto del país, al calor de los levantamientos populares que sacudieron la región.

Precisamente en la masacre de Hama está el origen de la salida de Rifaat de Siria. Tras su implicación en sofocar el levantamiento, comenzaron a cobrar fuerza los rumores de que preparaba un golpe de estado para hacerse con el poder. Enfrentado a su hermano Hafez, Rifaat accedió a abandonar definitivamente Siria a cambio de llevarse una cantidad ingente de dinero del país.

Se instaló en Marbella, concretamente en el lujoso Puerto Banús, donde vivió durante décadas a cuerpo de rey, a espaldas de los crímenes cometidos, codeándose con las élites del país (el antiguo alcalde Jesús Gil y la familia Aznar, entre otros), abriéndose camino como uno de los hombres más poderosos de la ciudad. La trayectoria de Rifaat al Asad nos habla de la impunidad que ha caracterizado Siria, pero también de la España boyante y corrupta en la que prosperaban personajes como este.

“Las víctimas necesitan que se hable sin rodeos de crímenes contra la humanidad”

El hecho de que se juzgue a Rifaat supone un resarcimiento para quienes durante décadas han sufrido el expolio y los abusos del clan Asad. Sin embargo, que se le juzgue por malversación de fondos y no por crímenes contra la humanidad deja un poso amargo entre sus víctimas. Así lo señala Mohammad Subat, periodista sirio refugiado en Madrid a través de un programa de protección desarrollado por el Comité para la Protección de Periodistas, con quien hemos hablado para este artículo. “Las víctimas de este clan necesitan, necesitamos, que se hable sin rodeos de crímenes de lesa humanidad. Que se reconozcan los crímenes y se señale a los responsables, que se inicie un verdadero proceso de rendición de cuentas, en el que se incluya también, desde luego, el expolio económico que ha sufrido el pueblo sirio”.

Subat apunta a los procesos de Suiza o Alemania, donde miembros del clan Asad sí han sido acusados de crímenes contra la humanidad. Destaca que ha habido en los últimos años muchos otros intentos de abrir causas contra el clan “pero que no ha habido hasta ahora una verdadera voluntad internacional. Ahora quizás veamos un cambio en ese sentido”.

Al preguntarle por qué ahora, Subat conecta estas medidas con las convulsiones que se viven actualmente en el interior del país y con la inestabilidad de las alianzas geopolíticas. Alude a la situación insostenible de la economía siria, a la imposibilidad cada vez más evidente de reconstruir el tejido económico y social bajo la actual estructura dirigente, y a las pugnas entre Asad y su hasta ahora intocable primo, Rami Makhlouf. En paralelo a la dificultad por mantener el control en el país y reflotar una economía devastada, el periodista apunta a los cambios, perceptibles para quien sigue de cerca su evolución, en los posicionamientos geopolíticos. “Estados Unidos acaba de aprobar la ”Ley César“, en referencia a los crímenes que se muestran en el archivo, e incluso el gobierno ruso da impresión de hartazgo con Asad”, señala.

Subat recalca el papel del archivo César, un conjunto de imágenes que muestra a miles de personas muertas bajo tortura en centros de detención gubernamentales sirios. Los documentos, verificados por expertos, han permitido reconocer hasta el momento a unas 7.000 personas, y 760 familias han podido identificar a sus seres queridos. El archivo demuestra, según Stephen Rapp, ex embajador itinerante de Estados Unidos contra los crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, “de manera más sólida que incluso en casos como los que llevaron a la cárcel a los criminales en Ruanda o Sierra Leona, las atrocidades cometidas en Siria”.

Según Bunni, “puede haber factores internos o geopolíticos, pero lo cierto es que mucha gente lleva años trabajando en esto, al menos desde 2015, y por fin ahora comenzamos a ver resultados. Esto es fruto del esfuerzo sostenido de muchos sirios y sirias para poner en un primer plano estos crímenes, para acabar con la pasividad y la indiferencia internacional, y es sólo el principio”.

“Algo está cambiando”, insiste Subat. “Quizás empecemos a ver algo de justicia. Justicia es lo que reclamábamos cuando salíamos a la calle y justicia es lo que seguimos reclamando”.

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