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El PSOE entra en pánico

Susana Díaz y Pedro Sánchez durante la campaña electoral andaluza

Rodolfo Irago

El PSOE se reencontró de bruces el domingo con su realidad. No se ha recuperado ni mucho menos de la crisis que sufre desde 2010 y es más, la situación es hoy mucho más grave.

Esa dura realidad estaba enmascarada desde el verano por el éxito de la moción de censura que colocó en La Moncloa a un Pedro Sánchez que semanas antes de presentarla, era señalado como un político al borde de la irrelevancia, incapaz de resucitar al PSOE.

La sentencia de la Gürtel golpeó mortalmente a un Rajoy que llevaba años arrastrando la sombra de Bárcenas y propició la alineación de todos los planetas que acabaron con Sánchez en la Moncloa.

Sánchez hizo lo que tenía que hacer cuando presentó y ganó la moción de censura, pero a continuación tendría que haber escuchado a los más sensatos de su círculo de confianza que saben que era una locura embarcarse en un gobierno que dependía para cada paso de los independentistas y de las veleidades de Puigdemont y de Torra.

El líder del PSOE no quiso ser consciente de su extrema debilidad y creyó que podía ser Felipe González o Zapatero; sin tener en cuenta el pequeño detalle de que ambos se habían ganado el cargo en unas elecciones.

Es evidente que el proyecto de Susana Díaz y de los socialistas andaluces sufría desde hace tiempo un gran desgaste, pero es evidente que el PSOE ha empezado a pagar este domingo, y de qué manera, el coste de no haber convocado elecciones a la vuelta del verano y de intentar gobernar en España como sea apoyado en los que promovieron el 1 de Octubre y la declaración de independencia de Catalunya. Igual los más veteranos del PSOE no estaban tan equivocados.

Ahora, la situación tiene mal remedio. Adelantar las generales puede ser un suicidio, pero intentar mantenerse puede convertir la legislatura en un infierno y puede llevarse por delante los pocos gobiernos regionales y Ayuntamientos que aun tienen los socialistas en las urnas de mayo.

Por si faltara algo, la hecatombe del 2D ha reavivado la guerra interna entre Sánchez y Susana Díaz. Se acabaron las caricias de la campaña, vuelven los cuchillos.

Por lo demás, el procés catalán ha castigado también a la marca de Podemos en Andalucía y ha roto a la derecha española en tres bloques: sigue empujando el crecimiento de Ciudadanos y ha sido un factor clave para el espectacular e inquietante fenómeno de Vox.

La ultraderecha abandonó el PP de Rajoy y ahora cabalga sola a lomos también de un discurso amenazante contra la inmigración, las autonomías, la ecología y el feminismo.

Pablo Casado ha salvado los muebles implicándose en la campaña, pero se ha quedado en medio de la pinza entre Ciudadanos y Vox, dos proyectos al alza de momento. Eso sí, los dirigentes del PP con Aznar a la cabeza confían en que tarde o temprano, Abascal, Ortega Lara y compañía vuelvan a la casa común de la derecha. De momento, se disponen a gobernar juntos en Andalucía.

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