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Clases sociales: creer, no creo, pero haberlas haylas

José Saturnino Martínez García

Adaptación de la introducción a Estructura social y desigualdad en España, editorial La Catarata. El libro se presenta el martes 16 de abril en Madrid, a las 19.00 en Meta Librería, y el jueves 18 a las 12.00 en Las Palmas de Gran Canaria, en la Facultad de Formación del Profesorado.Estructura social y desigualdad en EspañaMeta LibreríaFacultad de Formación del Profesorado

Mientras la economía crecía, unas veces más rápido, otra con ligeros pasos atrás, el problema de la desigualdad económica parecía secundario, pues si todos mejorábamos, ¿qué más daba que unos lo hiciesen más que otros? Pero tras un lustro de retroceso económico, la desigualdad cobra un nuevo sentido: con la crisis empeoran en mayor medida quienes ya estaban peor en la época de bonanza. En el debate político y mediático se habla mucho de cómo la crisis afecta a los distintos grupos de edad, a las mujeres, a los inmigrantes o a las clases medias. Esperamos que estas páginas muestren las limitaciones de estos conceptos para analizar el impacto social y económico de la crisis. Veremos que las probabilidades de ser “nini”, mileurista (Capítulo 4), o fracasar en la escuela están claramente relacionadas con el origen social (Capítulo 6), por lo que no es exagerado hablar de trayectorias de clase. Vivir más años después de la jubilación (capítulo 4), la probabilidad de estar en paro o la merma de poder adquisitivo debida a la crisis varían considerablemente por clase social (Capítulo 3). Las mujeres que sólo acceden a empleos de baja cualificación no tienen los mismos problemas laborales ni familiares que las mujeres que optan a mejores empleos, aunque todas ellas cuenten con desventajas a la hora de competir en el mercado de trabajo con los hombres (capítulo 5).

Los análisis que más centran la atención en el espacio público son los planteados en términos de atributos, es decir, cualidades individuales sobre las que hay escaso margen de elección y que saltan a la vista (la edad, la etnia, o el sexo). Estos atributos marcan diferencias entre las personas, pero de ello no se deriva que necesariamente sean el origen de las desigualdades sociales, como veremos en el Capítulo 1. Por otro lado, cuando se hace referencia a la clase social es para hablar de “clase media” porque todos somos clase media, excepto una élite millonaria y los pobres desarrapados, con quienes pocos se identifican. Como señala agudamente Owen Jones (2012), el éxito de la clase media como categoría que anula a la identidad de las clases populares tiene que ver mucho con el éxito ideológico de la recientemente fallecida Margaret Thatcher y del neoliberalismo, que interpretan los conflictos sociales como problemas individuales, en contra de la vieja tradición de la izquierda de señalar que obedecen a las reglas con las que nos organizamos socialmente, unas reglas que favorecen a quienes tienen más recursos.

El sentido común sobre la existencia de la clase media se sostiene bajo el supuesto de que el orden social se jerarquiza en una única dimensión, los ingresos, y la clase social es simplemente una cuestión del poder adquisitivo que se logra mediante el propio trabajo, los recursos heredados, el esfuerzo y el talento. Si dicho poder adquisitivo no se logra de forma justa es debido a que hay poderes que impiden que el mercado funcione adecuadamente, como empresarios que conspiran contra la libre competencia, políticos “capturados” por intereses espurios, en fin, “élites extractivas”...

Como veremos en el Capítulo 1, manejaremos un concepto de clase diferente, que tiene en cuenta tres dimensiones que implican intereses antagónicos. Estas dimensiones son la propiedad privada de los medios de producción, la cualificación y la posición jerárquica en las organizaciones. Ciertamente, no vivimos en una sociedad de castas, por lo que una persona puede transitar a lo largo de su vida entre distintas posiciones de clase. Pero en la medida que las posiciones a las que se puede llegar dependen del pasado (empezando por el origen familiar), es posible hablar de trayectorias de clase. Es cuestión de probabilidad, no de determinismo: el 7% de los hijos de profesionales liberales fracasan en la escuela, porcentaje que asciende al 34% para los hijos de las clases agrarias, como veremos en el Capítulo 6.

La importancia de la clase social como elemento de análisis no debe confundirse con su importancia como agente social. En el Capítulo 1 mostraremos que las posiciones de clase no llevan necesariamente ni a la identidad colectiva ni a la acción colectiva. Es necesario que haya otros elementos, como una vida en común o un discurso político. Por ello, no creo en las clases sociales, pero haberlas, haylas, es decir, las personas no se ven a sí mismas como pertenecientes a una clase muy definida, pero eso no quita que debamos tener en cuenta los factores de clase para diagnosticar los problemas sociales, como señala Vicenç Navarro (2002).

La crisis económica que estamos viviendo es lo peor que nos ha pasado económicamente desde la Guerra Civil, como veremos en el Capítulo 3, y es razonable suponer que la España que salga de esta crisis será diferente cualitativamente a la España previa. Para hacernos una idea de lo dramático de la situación se tendrá en cuenta la evolución de la estructura social española desde los años 70, empezando por las tendencias demográficas (Capítulo 2). Parte de los datos presentados son originales, elaborados a partir de la explotación de los microdatos de encuestas del Instituto Nacional de Estadística. Son muchos los temas que se abarcan en tan pocas páginas (filosofía política, teoría social, el paro, el fracaso escolar, los ninis, las desigualdades de género, la inmigración, las pensiones, la pobreza…), lo que ha obligado a descartar matices sutiles en los argumentos y a no ser minucioso con los debates existentes. Pero el objetivo no es tanto tener la última palabra, sino contribuir modestamente a mejorar la calidad de la “conversación” sobre la crisis y la desigualdad, intentando aportar datos originales y argumentos poco presentes en el espacio público, con una escritura pensada para un público más allá del ámbito académico.

Jones, O. (2012): Chavs. La demonización de la clase obrera. Madrid: Capitán Swing.Jones, O.

Navarro, V. (2002): Bienestar insuficiente, democracia incompleta: sobre lo que no se habla en nuestro país. Barcelona: Editorial Anagrama.Navarro, V.

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