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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Defensores de derechos humanos en Colombia: en el punto de mira de los violentos

Mary Luz Avendaño en una imagen tomada en España © Amnistía Internacional

Mary Luz Avendaño

periodista colombiana —

En Colombia, a raíz del conflicto interno que vivimos, reclamar los derechos de las víctimas, pedir la verdad de los hechos ocurridos y exigir que se condene a los culpables, es sentencia de muerte. O, en el mejor de los casos, de amenazas contra quienes se atreven a alzar la voz. Cientos de líderes han tenido que dejar sus territorios y desplazarse a otros lugares para salvaguardar su integridad. Muchos de ellos han recibido o aún reciben protección por parte de las autoridades, pero la mayoría no cuenta con estas medidas por lo que están en situación de vulnerabilidad. Han sido víctimas de unos y otros actores de la guerra y vuelven a serlo por reclamar sus derechos.

Ocurre lo mismo con los periodistas que investigamos temas relacionados con quienes participan del conflicto interno, el narcotráfico o la corrupción. El año pasado la FLIP (Fundación para la Libertad de Prensa) realizó un sondeo con 300 periodistas del país. Reconocieron que se autocensuran a la hora de cubrir estos temas, más los relacionados con minería ilegal, por temor a las represalias. Las cifras nos dan la razón. El año pasado 118 periodistas fuimos amenazados y dos tuvimos que exiliarnos debido a la gravedad de las amenazas.

En mi caso, durante mis 15 años de actividad profesional, he cubierto los temas relacionados con el conflicto armado y los derechos humanos. El 31 de mayo de 1998 fui secuestrada una semana por la guerrilla de las FARC, durante la jornada electoral para elegir presidente de la República. Fue una experiencia dura y dolorosa para mí y mi familia.

Otra situación igual de difícil llegaría el 11 de junio de 2011, ese día vi como mi vida, todo lo que había construido hasta ese momento se venía al piso. En esa fecha publiqué un artículo acerca de las alianzas entre los narcotraficantes. Lo titulé “¿Un nuevo capo en Medellín?”. Desde ese momento, comencé a recibir llamadas de alerta de mis fuentes informándome de que corría peligro.

El 18 de mayo de ese mismo año, había publicado otro artículo “Y ahora las polibandas”. En él daba cuenta de los nexos de algunos agentes de la fuerza pública con los narcotraficantes, sobre cómo operaban para favorecer sus acciones delictivas. Un mes después, el 19 de junio se conoció que tres de los policías habían sido destituidos y que se adelantaba una investigación que involucraba a otros 120. Las fuentes que me suministraron la información me alertaron sobre la inconformidad existente por la publicación y sus consecuencias.

El 22 de junio una fuente cercana recibió una llamada, se trataba de un mensaje para mí: “Dígale a su amiga, la periodista Maryluz, que deje de publicar maricadas o se ganará el premio gordo”. Ya no eran sólo las alertas, ahora eran amenazas. Las investigaciones de las autoridades dieron como resultado que el autor de las mismas era el narcotraficante alias “Mi Sangre”, que aparecía en mi artículo.

Se hicieron varias llamadas al periódico tratando de averiguar mi paradero y la recomendación fue salir del país, a pesar de que contaba con escolta permanente de la policía.

El 10 de agosto de 2011 les hice caso y, con la ayuda de varias organizaciones internacionales, salí de Colombia. ¿Cuánto tiempo estaré afuera? No lo sé. Al igual que no sé qué va a pasar con mi carrera profesional. Lo único que siempre está conmigo es la incertidumbre y la convicción de que hice lo correcto. Si valió la pena o no, es otra reflexión; pero no me queda duda de que volvería a hacerlo porque es mi trabajo, soy periodista, y la gente tiene derecho a saber qué es lo que pasa.

Han sido ya 16 meses en el exilio, una experiencia muy difícil. Pasar de ser alguien a no serlo, a no tener familia, ni amigos, ni trabajo, ni país, nada. Todos los días trato de “reconstruirme”, pensar en un futuro que no veo claro. Es una muerte lenta, una agonía constante por estar fuera. En este tiempo he contado con el apoyo de gente que se preocupa por lo que sucede en Colombia y por la seguridad de quienes trabajan para que las cosas cambien algún día.

Desde la distancia veo con tristeza las amenazas y agresiones a los defensores de derechos humanos y periodistas en mi país, al tiempo que me reconforta saber que la valentía y el compromiso con el trabajo y la verdad siguen presentes a pesar de los altos costos que a veces tenemos que pagar.

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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

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