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Relevo en la Junta: de la transición a la generación X

Griñán manifiesta su profundo pesar y solidaridad a los familiares

Olga Granado

De tener el presidente más veterano de todas las comunidades autónomas (José Antonio Griñán, 1946), Andalucía pasa a contar con la más joven (Susana Díaz 1974). Este miércoles comienza el debate de investidura en que se convertirá además en la primera mujer en presidir la Junta de Andalucía y supone la irrupción en los gobiernos autonómicos de los nacidos en los 70 (solo el presidente de Baleares, José Ramón Bauzá, cuatro años mayor que ella, es de la misma década, mientras que la mayoría son de los años 50 y 60). El propio José Antonio Griñán aludía a esta circunstancia en su despedida -“Somos inmigrantes en un mundo que se ha cambiado y se desenvuelve con parámetros nuevos”- porque Susana Díaz está incluida por su edad en el segmento que protagoniza actualmente el mundo de la economía, la educación, la sanidad, la cultura…

Es el paso de la generación de políticos que protagonizaron la transición a los primeros que han crecido en democracia. Es el turno de la generación X, una terminología acuñada por Douglas Coupland que se refiere a aquellos nacidos en los 70 y que han vivido su adolescencia durante los 80 y primeros 90. Un colectivo caracterizado por una rebeldía conformista, el rechazo a las tradiciones o a los patriotismos, su apatía por la falta de expectativas (son los primeros que se han topado con problemas como mucho tiempo para encontrar trabajo, han vivido con los padres hasta casi los 30 años…). Un estudio realizado hace unos años por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y titulado Jóvenes, conocimiento político y participación hablaba de ellos como la generación más abstencionista, porque es también su forma de protesta. Son, junto con los nacidos justo después (los jóvenes hipertecnológicos y consumistas de la generación Y), la generación del cambio.

Hasta el momento, todos los presidentes de Andalucía han sido hombres y nacidos en los 40. Las tres décadas que separan a ambas generaciones han supuesto un cambio radical en la sociedad, y por tanto, en el momento en que a cada uno le ha tocado protagonizar la política. Y si antes el reto era el cambio de modelo político, hoy lo es intentar solucionar un modelo económico en crisis y recuperar la confianza de las personas en la política.

Carlos Ferrás Sexto, doctor en Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, subraya como diferencias más notables entre una y otra generación que los nacidos en los 70 se han formado “en un sistema político democrático, abierto, participativo, con valores laicos en desarrollo e inmersos en una sociedad urbana, industrial y europea”. En cambio, la de los años 40 conoció “el desarrollismo y el sistema político nacional franquista, pilotaron la transición hacia la democracia pero se formaron y vivieron en una España rural y tradicional que hoy ya no existe”.

Destaca de la generación X su mayor cualificación. “Están más preparados, y aunque no son nativos digitales, están inmersos en la sociedad del conocimiento plenamente”. De hecho, recuerda que España ha conocido una brecha social entre estas generaciones, motivada por el acceso universal a la educación. En cuanto a su acercamiento a la política, observa “un desinterés y desencanto debido a su escasa participación en las instituciones y a la creciente corrupción. Ya no se trata de reivindicar e instaurar la democracia como ha hecho la generación de los 40; ahora corresponde a la generación de los 70 procurar una fase de maduración y un salto adelante en el sistema político del Estado con nuevas ideas, mentalidades, talantes, etc”.

En su opinión, la renovación es necesaria porque “España no puede ser una gerontocracia institucionalizada. Son necesarias medidas que fijen limitaciones de mandatos y facilitar el relevo generacional en los cuadros dirigentes. Las nuevas ideas y la innovación solo pueden llegar a través de un rejuvenecimiento demográfico en las instituciones”.

Si significativo es el relevo generacional, también lo es el de género. En la primera legislatura de autonomía, cuando Susana Díaz era una niña, en el Parlamento de Andalucía había solo seis mujeres. Hoy, más de 30 años después, son 51.En toda la década de los 80, la Junta de Andalucía sólo contó con una consejera y lo fue por sólo dos años. Era, es cierto, otra Andalucía muy distinta. Entonces solo dos de cada diez mujeres entre 20 y 45 años formaban parte de la población activa. Hoy son ocho de cada diez: una tasa de actividad similar a la de los varones.

El poder de género

Isabel García, del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), destaca por su parte varios procesos entre ambas generaciones que hacen diferente especialmente la vida de las mujeres: la democratización que ha permitido su acceso a la educación, y por tanto, al mercado laboral; la secularización de los comportamientos sociales normalizados por la legislación, que ha llevado a una liberación en los comportamientos individuales y familiares; y la igualdad de género como objetivo político, que ha mejorado su entrada en todos los ámbitos de la vida. “Centrándonos en el ámbito político, si bien, la igualdad está lejos de ser real, la participación ha mejorado. En el caso de la presidenta, ha superado el techo de cristal”, apunta esta socióloga.

Destaca también que la generación de los 70 ha podido decidir sobre su vida, excepto en determinados entornos sociales, “aunque las mujeres se han tenido que enfrentar a problemas nuevos para los que no tenían experiencia ni ellas ni sus madres, como la doble jornada laboral, el paternalismo o el sexismo, y esto crea nuevos entornos de conciencia política”. Recuerda así que “las mujeres de los 40 además de sufrir la represión política de la dictadura, sufrían una situación más denigrante que la de los hombres, pues no eran dueñas de su patrimonio ni de sus decisiones: estaban tuteladas permanentemente por un varón”.

Pese a los avances, insiste en que las mujeres tienen muchas más dificultades que los hombres para participar en la política, derivadas de dos cuestiones: es un mundo mayoritariamente masculino y en él se reproducen sus élites en clave de género, porque las relaciones, los códigos y el ámbito simbólico siguen ocupados por los hombres. El segundo es el ámbito reproductivo.

Los políticos, en general, también ven inevitable y positivo este relevo. El vicesecretario general del PSOE-A, Mario Jiménez, también de la generación de los 70 como Susana Díaz, cree que “ahora se están dando las condiciones para que este colectivo pueda desempeñar las máximas responsabilidades políticas, igual que ya lo hace en otros ámbitos de la vida”.

Lectura que también hace Antonio Maíllo, coordinador regional de IU quien, nacido en los 60, pertenece a esa generación que no ha tenido la oportunidad al haber resultado fagocitada por la perpetuación de sus antecesores. “Los primeros referentes políticos de la democracia se convirtieron en grandes individualidades, con tanto peso que no procesaron una renovación natural de los 15 años de generación, sino que se han quedado prácticamente hasta ahora”. Cree, además, que está dando el salto la generación a la que le toca. “Es el momento adecuado, porque no estamos ni ante una clase política envejecida ni en un baby boom como pasó al principio de la transición, que propició que empezara gente muy joven, como Pedro Pacheco que con 26 ya era alcalde, o Diego Valderas con 25, Antonio Romero con 23 era parlamentario...”.

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