Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Feijóo se alinea con la ultra Meloni y su discurso de la inmigración como problema
Israel anuncia una “nueva fase” de la guerra en Líbano y crece el temor a una escalada
Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs
Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Los oceanógrafos y el mar

Manuel Vargas

0

Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Creo que a todos nos ha pasado en alguna ocasión que la nostalgia y la añoranza se han apoderado de nosotros y, con cierto aire de resignación, e incluso de autocompasión, hemos parafraseado a Jorge Manrique afirmando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Esta afirmación es, como digo, relativamente frecuente, especialmente entre los que ya vamos cumpliendo algunos años. Pero no por usual se convierte en algo cierto. Más bien al contrario. Seguramente, desde que el ser humano desarrolló el lenguaje hablado, cada generación ha mirado con recelo a “los nuevos tiempos” y ha considerado que antes se hacían mejor las cosas. Si esto fuera cierto, y si me permiten la broma, este empeoramiento paulatino de nuestros usos y costumbres nos habrían llevado ya a la extinción. En el otro extremo se encuentran los que han desarrollado una fe ciega en el desarrollo científico y tecnológico, hasta el punto de considerar que los avances en estos campos serán capaces de dar solución a cuantos problemas tiene en la actualidad nuestra civilización. Esta creencia ha dado origen a un nuevo concepto: los tecno-optimistas.

Posiblemente no sea cierto ni lo primero ni lo segundo, y como decían los clásicos “aurea mediocritas”, o dorado punto medio, en el que se encuentra la virtud. Pero, el paciente lector se estará preguntando: ¿en qué afecta todo esto a los oceanógrafos y al estudio de los océanos?

Si volvemos la vista atrás podemos decir que el interés del hombre por la observación de los mares es tan antiguo como su propia historia. Observar los cambios que se producían en el estado del mar, interpretar los signos que ofrecía la atmósfera y los mares era fundamental para garantizar el éxito de los viajes en los que se aventuraban nuestros ancestros para descubrir nuevas tierras. Avanzando más en el tiempo, podríamos fijar a finales del Siglo XIX, con la expedición del buque “Challenger”, el inicio de la oceanografía moderna. En esta, y otras expediciones que se realizaron a lo largo de todos los océanos del planeta durante el siglo XIX y principios del XX, los naturalistas recogían datos y muestras de muy diversa índole en un impresionante esfuerzo por conocer el mundo natural que nos rodea. Y dentro de estas medidas, cómo no, se encontraban medidas de temperatura y salinidad que ayudaron a hacernos una primera idea de cómo se distribuyen estas propiedades a lo largo y ancho del planeta. La recopilación de observaciones meteorológicas y los datos recogidos en los cuadernos de bitácora de estos buques, o de aquellos que realizaban rutas comerciales, permitieron componer los primeros atlas de corrientes para los océanos.