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El intento de compra de Commerzbank por Unicredit evidencia los obstáculos nacionalistas a las fusiones europeas

Una de las sedes de Commerzbank en Alemania.

Cristina G. Bolinches

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El sector bancario español lleva meses mirando a la oferta de compra de BBVA por Banco Sabadell que puede derivar en la fusión de dos de las grandes entidades españolas y a la que se opone el Gobierno porque puede acentuar aún más la falta de competencia en el sistema financiero local. Pero en Europa esta operación corporativa, a la que le quedan meses por delante, ha pasado a un segundo plano. El protagonismo se lo ha quedado el banco italiano Unicredit que en un movimiento que muy pocos esperaban se ha hecho con el control del 9% de la entidad alemana Commerzbank, lo que daría lugar a la quinta mayor entidad bancaria de Europa.

Unicredit se ha hecho en las últimas semanas con el 9% de Commerzbank. Por un lado, ha ido comprando acciones en el mercado y, por otro, se ha quedado con cerca del 4,5% de las acciones del banco que estaban en manos del Estado germano. Ambos pasos los ha dado a través de un banco local que ya posee, HypoVereinsbank, más pequeño que Commerzbank y que controla desde 2005.

Hace poco más de una semana, el Ejecutivo federal anunció que iba a poner a la venta parte de su participación, que arrastra desde la gran crisis de 2008. Entonces tuvo que rescatar el banco –metió más de 18.000 millones de euros– y se convirtió en accionista de referencia. Este mes de septiembre, el Gobierno de Olaf Scholz ha querido hacer caja con la venta de un 4,5%, aunque aún le queda el 12% del banco. 

El Gobierno alemán justificó la privatización porque “Commerzbank vuelve a ser una institución estable y rentable”, aseguró el secretario de Estado de Finanzas, Florian Toncar. “El Gobierno venderá paso a paso sus acciones. La reducción de la participación federal en el Commerzbank es una señal de su fortaleza y la de Alemania como centro financiero”. Ahora, ese plan de vender, puede frenarse en seco porque no se esperaban un comprador transalpino.

La cabeza pensante de esta operación es Andrea Orcel, un viejo conocido del panorama financiero español. En septiembre de 2018, Santander eligió al exconsejero delegado del banco de inversor UBS para que llevase el timón de la entidad española. Una elección que duró meses. En enero de 2019 desistió de la contratación de Orcel por el coste “inaceptable” que suponía su fichaje, estimado en 60 millones de dólares (el equivalente actual a 54 millones de euros). La contratación fallida acabó en los tribunales, porque Orcel exigió una indemnización por no salir adelante su contrato.

Reacciones en contra

Lo relevante del movimiento de Unicredit es que, si además de ese 9% sigue comprando acciones –ya ha dicho que esa es su intención– la compra de Commerzbank podría derivar en la primera gran fusión entre dos entidades europeas de diferentes países y, además, sistémicas por el peso que tienen en la zona euro. Es decir, en la primera gran fusión bancaria de ámbito europeo. Pero no está tan claro que eso acabe sucediendo por la fuerte oposición que ha levantado en Alemania, donde Commerzbank controla más de un tercio de los pagos del comercio exterior alemán, tiene cerca de 25.000 empresas entre sus clientes y suma más de 42.000 empleados, según los datos publicados por Reuters. 

Las primeras suspicacias parten del propio Gobierno de Scholz, al que no le habría gustado la falta de comunicación por parte de Unicredit sobre sus intenciones de hacerse con el 9% de Commerzbank, como primer paso para controlar la entidad, según las informaciones publicadas por la prensa germana. Tampoco a la oposición, que espera que el Gobierno reaccione y no siga vendiendo acciones de la entidad. 

Los representantes de los trabajadores también se han manifestado en contra. El sindicato Ver.di, que agrupa a los profesionales del sector servicios, ha asegurado que se opone “con uñas y dientes” a “una posible fusión en todos los órganos de decisión”. “Si es necesario, también organizaremos protestas públicas”, han manifestado sus dirigentes en declaraciones que recoge FT. Esta oposición es relevante porque las empresas alemanas que cotizan en bolsa cuentan con un consejo de supervisión, en paralelo al consejo de administración, en el que están los sindicatos y que tiene que opinar sobre las decisiones estratégicas de las empresas.

En medio de este tira y afloja, surge una alternativa: intentar una integración entre Commerzbank y Deutsche Bank. Esa fusión ya se buscó en 2019. Perseguía que Alemania tuviera una megaentidad bancaria más fuerte y con capacidad, precisamente, de liderar un posible baile de fusiones europeo. Sin embargo, fracasó porque los reguladores avisaron de la posición de dominio de mercado que podía suponer y porque los sindicatos tampoco eran favorables por los despidos que iba a provocar. Ahora vuelve a sonar Deutsche Bank como comprador del 12% de Commerzbank que aún tiene el Estado, pero hay que recordar que Deutsche tampoco está en su mejor momento y ha vivido situaciones complicadas en los últimos años, entre otros motivos, por su alta exposición a la banca de inversión. 

Y el BCE, a favor

Quien sí está claramente a favor de una operación es el Banco Central Europeo, no porque hasta ahora no haya habido integraciones de bancos de diferentes países de la zona euro, sino que estas no han permitido la creación de grandes entidades capaces de competir con las estadounidenses o asiáticas. “Un acuerdo satisfaría a quienes esperan fusiones transfronterizas”, dejó caer la pasada semana la presidenta del BCE, Christine Lagarde, en un mensaje que evidencia que el organismo supervisor no va a poner trabas.

Hay muchas voces que llevan años abogando por esas fusiones transnacionales, sin que ninguna entidad haya recogido el guante. Por ejemplo, la del vicepresidente del BCE y exministro de Economía, Luis de Guindos. “Estamos a favor de la consolidación en Europa, con una visión muy favorable a las consolidaciones transfronterizas, entre bancos de diferentes nacionalidades de origen”, aseguró hace unos meses.

No hay fusiones, entre otros motivos, porque no existe un fondo de garantía de depósitos a escala de la eurozona, porque los Estados no se han puesto de acuerdo para crearlo. Es decir, si vienen mal dadas, cada país es el que garantiza un mínimo de fondos a los depositantes de sus bancos locales. En España, hasta 100.000 euros. Y si no hay un marco compartido –como sí ocurre con la supervisión bancaria– es complicado que los bancos muevan ficha. Ahora Unicredit ha dado el paso, pero la decisión va a depender del Gobierno germano. Este tiene por delante elecciones generales en 2025, en pleno auge de la extrema derecha, y llegar a ellas con un banco rescatado que pasa a manos de una entidad italiana no parece un punto a favor.

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