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El impacto del recrecimiento de Yesa: carreteras sin uso, deforestación o caminos expropiados

El viaducto que lleva a Artieda está sin uso.

Óscar F. Civieta

Zaragoza —

Yesa son expropiaciones, movimientos de laderas, movilizaciones… Aumentos presupuestarios, rabia, detenciones. El proyecto inicial de recrecimiento del embalse de Yesa vio la luz en 1985. Más de tres décadas, por tanto, de trabajos que dejan huella en el terreno. De afecciones medioambientales y a la vida diaria de los ciudadanos.

La idea primigenia consistía en triplicar la capacidad de este embalse formado por el represamiento del río Aragón: se quería pasar de 470 a 1.525 hm3 con el objetivo de tener más agua para el regadío. El proyecto actual rebaja esa cifra a los 1.050 hm3. La primera piedra la puso el entonces ministro de Medio Ambiente Jaume Matas y el presupuesto, en aquel momento, era de 113 millones de euros. Ahora está a punto de superar los 460. Y subiendo.

En estos años se ha hablado mucho de Yesa, sobre todo de expropiaciones y movimiento de laderas -la Confederación Hidrógráfica del Ebro (CHE) trata, sin éxito, de frenar el deslizamiento-; pero el legado que este recrecimiento dejará va más allá. Luis Solana (CHA), alcalde de Artieda, lo resume en una frase: “Por donde pasan lo dejan todo destrozado, aunque en el futuro el embalse no llegue a la cota de la que hablan, el destrozo en el territorio es tremendo”.

Hay ejemplos que, aunque con apariencia de nimios en algunos casos, son buenas muestras de lo que este proyecto está suponiendo. Uno de ellos es el viaducto, de nueva construcción, por el que, teóricamente, los vecinos de Artieda deberían llegar a su localidad desde la A-21 (Pamplona – Jaca). Este puente fue parte de la reposición de la carretera A-1601, en la que, en total, se renovaron siete kilómetros, que son los que quedarán inundados cuando se recrezca la presa. En junio de 2016 entró en servicio un tramo de 5,8 kilómetros. El restante, incluido el viaducto, sigue sin usarse.

Cuando van por la A-21, explica Solana, “tenemos que coger un desvío que nos lleva a una rotonda, y en ella deberíamos tomar la salida hacia el nuevo viaducto, pero no es así, seguimos haciendo exactamente lo mismo que antes: tomamos la carretera antigua y el puente viejo”. Aunque, en realidad, no todo es igual: “El problema es que al hacer las obras han pasado muchos camiones y han destrozado la carretera, que ya de por sí tenía sus limitaciones”. Hay, explica, “un evidente riesgo para la circulación, cruzamos los dedos para que no tengamos ningún accidente”.

Desde la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) indican que este segundo tramo es el enlace de Sigüés con la autovía, y que para abrirse requiere que se ejecute otro proyecto de reposición, concretamente el de la A-137. Este, apuntan, está redactado y enviado al Ministerio de Medio Ambiente.

“Que hagan las expropiaciones cuando sea necesario

Solana pide “que las expropiaciones se hagan cuando sea estrictamente necesario”. Una buena muestra de esto es la total deforestación que han sufrido 13 hectáreas de terreno, en la cola del embalse, en el término municipal de Sigüés (Zaragoza). Un espacio en el que hay dos zonas catalogadas como LIC (lugar de interés comunitario) y otra que es ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves).

El “despropósito” es tal, comenta el alcalde, que cuando se haga el recrecimiento tendrán que deforestar nuevamente, porque la vegetación está volviendo a salir. La Asociación Río Aragón presentó una queja ante la Dirección General de Sostenibilidad y Biodiversidad del Gobierno de Aragón, calificando estas acciones como un atentado medioambiental.

Caminos y acequias

El alcalde de Artieda tiene claro que en este proyecto “no se está teniendo en cuenta a la gente de la zona”. De lo contrario no pueden entenderse los procesos de expropiación, “no justificados a estas alturas, que afectan a infraestructuras básicas e imprescindibles para seguir cultivando, como son los caminos y las acequias”. De momento, indica Solana, “los podemos usar, pero si mañana nos dicen que los necesitan habrá que dejárselos, y entonces a ver qué hacemos”.

Para el edil de CHA, se debería “trabajar de otra manera, tratando de minimizar los impactos”. Hay ejemplos, dice, como Jánovas, en donde “después de expropiar se ha tenido que revertir porque no se han llegado a necesitar esas tierras”. El futuro dirá si la historia se repite.

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