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Sobre este blog

Ayuda en Acción es una Organización No Gubernamental de Desarrollo independiente, aconfesional y apartidista  que trabaja en América, África y Asia con programas de desarrollo integral a largo plazo en diferentes ámbitos para mejorar las condiciones de vida de los niños y niñas, así como el de las familias y comunidades a través de proyectos autosostenibles y actividades de sensibilización.

Obligados a ser héroes desde la infancia

La UNESCO cifra en 63 millones las niñas de entre 6 y 15 años que no asisten a la escuela. Salva Campillo / AeA

Blanca Arnaiz Alonso

“Nacemos pobres, pero tenemos que superarlo”. Este ha sido desde hace 27 años el leitmotiv de Santa Rosa, técnica de REDES, una de las organizaciones peruanas que colabora con Ayuda en Acción en la lucha por la erradicación de la pobreza en el país. Esta mujer menuda, discreta y sonriente que lleva el nombre de la patrona de Perú, conversa con las familias más desfavorecidas de Huancavelica (Perú) con la confianza de un familiar cercano. La buscan, la miran y la escuchan, algo curioso en esta parte del altiplano por la desconfianza que genera el extranjero aun siendo paisano.

Quien no la conoce pensaría que ha nacido allí mismo, en una de esas comunidades rodeadas de un paisaje tan bello como cruel. Y no andaría desencaminado porque esta ingeniera industrial nació en una de las zonas más remotas y olvidadas del distrito de Anta, en Manclia, una comunidad azotada por el terrorismo y donde hasta hace apenas un año ni siquiera llegaba el fluido eléctrico. Allí pasó su infancia Santa Rosa, en un entorno hostil, con todas las desventajas de las que dota la pobreza, para quebrar los sueños hasta del más obstinado. Obligada desde niña, como ella dice, a superarlo todo, el hambre, las enfermedades y la barbarie terrorista, porque el azar quiso que naciera en una de las zonas más desfavorecidas del planeta.

“Esta es mi casa”, dice, y cualquiera de los habitantes de estas comunidades son su gente. Les entiende a la perfección, les habla en quechua y la calidez de su mano amiga les reconforta. “Yo les digo que he vivido igual que ellos, pero que no hay nada imposible”.

Conseguir su sueño de ser profesional no fue un camino fácil, el apoyo de los que le rodeaban fue clave en su éxito. Con su título en la mano, licenciada con uno de los mejores expedientes de su facultad, Santa Rosa podría haber emprendido por fin un camino alejada de tanta pobreza, pero no lo hizo. Quiso prepararse, formarse para volver a su tierra y tender una mano a quienes como ella han nacido en condiciones de extrema pobreza. Y sin quererlo se ha convertido en una heroína para todas las familias a las que ahora tiende una mano, la admiran por lo que ha conseguido y les devuelve la esperanza de que tal vez su historia también tenga un final feliz como el de Santa Rosa. Hoy la reclaman como ejemplo de superación personal en fundaciones y universidades peruanas.

Dulces por educación

Santa Rosa es la menor de seis hermanos. “Vivíamos en una casa sin agua ni luz y dormíamos todos juntos en una sola habitación con una cama. Cada día caminaba más de 2 kilómetros de ida y otros 2 de vuelta para recoger agua”. Siendo sólo una niña le tocó vivir el momento del secuestro y asesinato de su padre, que murió quemado en una cueva a manos del grupo terrorista Sendero Luminoso.

Y cuando apenas habían pasado unos meses, la desaparición de su hermano mayor les dejó en situación de extrema pobreza: “Perdimos el poco sustento que teníamos. Sin mi padre y mi hermano mayor, los dos hombres con edad de trabajar, la situación empeoró”. A pesar del drama que tuvo que vivir una niña que no alcanzaba ni los 10 años, no hay rencor en sus palabras, pero sí una amarga tristeza que le sigue llenando los ojos de lágrimas al recordar.

Por aquel entonces ella asistía a la escuela. Su maestro distinguió pronto las capacidades y el talento de Santa Rosa para el estudio. “El profesor habló con mi mamá y le insistió en que yo debía seguir estudiando”, señala. Terminada la primaria, Santa Rosa podría haber sido un caso más de abandono en la secundaria, una de tantas niñas que deja el colegio para dedicarse a las labores del hogar o para casarse, pero el apoyo de su familia y su propio sacrificio permitieron que se pudiera trasladar a la ciudad para continuar con su educación. “Yo salía de mi casa los domingos a las 9 de la mañana y llegaba a Acobamba a las 6 de la tarde para poder asistir a la escuela los lunes”, añade. Convivía en la ciudad con un hermano mayor y con 12 años vendía dulces en las calles para pagar los gastos de sus estudios y apoyar en la economía familiar.

Como todas las niñas de su edad, Santa Rosa también tenía un sueño: llegar a la Universidad para estudiar ingeniería, pero los recursos económicos no le permitían el acceso a estudios superiores. “Ya no había plata para estudiar, así que me fui a Lima para trabajar y juntar lo suficiente para poder ir a la Universidad”. Pasaron dos años hasta que pudo ahorrar lo suficiente para empezar la ingeniería. “Fui la tercera en méritos en mi examen de ingreso”, cuenta orgullosa.

La Universidad fue su trampolín al mundo. Se convirtió en su centro de estudio y en el lugar desde donde Santa Rosa comenzó su cruzada por todos los que no tuvieron su oportunidad. Personas que, como a ella, el azar hizo que nacieran en lugares más desfavorecidos, azotados por los conflictos y desastres naturales, olvidados por los gobiernos.

Ahora participa en foros universitarios en los que habla de su pasado y de su presente, transmitiendo la importancia de que cada persona confíe en sí misma y en sus capacidades para salir adelante; está convencida de que “el cambio es un proceso largo, pero posible, que empieza en uno mismo”.

La educación es un derecho universal

En el mundo hay 1.100 millones de niñas preparadas para cumplir sus sueños. Ser profesionales es el de muchas de ellas, sin embargo, la UNESCO cifra en 63 millones las niñas de entre 6 y 15 años que no asisten a la escuela. Sacrifican así su oportunidad de aprender y sin educación las desventajas aumentan, las personas son más vulnerables y no pueden acceder a empleos seguros y bien remunerados, y se incrementan sus probabilidades de quedar atrapados en el ciclo generacional de desventajas.

En los países en desarrollo (a excepción de China) una de cada tres niñas se casa antes de cumplir 18 años. El matrimonio infantil se convierte así en uno de los principales obstáculos para el progreso de las niñas; se ven expuestas a graves riesgos para su salud física y emocional al tener hijos sin estar preparadas y pierden su infancia y sus oportunidades de progreso en la sociedad. Sin embargo, las niñas que reciben educación tienen más probabilidades de labrarse un futuro mejor y prosperar, tanto en el matrimonio como en su vida profesional.

Desde hace 35 años Ayuda en Acción trabaja con los sectores más vulnerablesAyuda en Acción de la población y les acompaña para abrirse camino hacia un futuro mejor. Invertir en la su educación, en la salud, en el bienestar de las personas les asegurará su progreso, el de su familia y su comunidad.

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