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Grecia pierde. Europa también

Damocles.

Luis Martín

Buscar lecturas positivas a lo pactado el viernes pasado en Bruselas es un mero ejercicio de pensamiento ilusorio, tanto por quienes consideran que Grecia avanzó unos valiosos milímetros en su cruzada antiausteridad, como por aquellos que declaran una aplastante victoria germana sobre el precoz gobierno de SYRIZA.

¿Qué se pactó?

Quien mejor ha resumido el resultado de la negociación de 18 contra 1 ha sido Lorcan Roche Kelly de Bloomberg Business (en negritas mi énfasis y/o comentarios):

  • El Eurogrupo mantiene a los técnicos de la troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) como supervisores del rescate griego. Los griegos logran que ya no se les llame “troika”, sino “las instituciones”.
  • El Eurogupo logra que Grecia prorrogue su actual programa de rescate durante cuatro meses más. Grecia consigue que ya no se hable de “programa de rescate”, sino Master Financial Assistance Facility Agreement [Acuerdo de asistencia financiera] del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, el nombre técnico/oficial del rescate.
  • El Eurogrupo tendrá que aprobar mañana las medidas presupuestarias que Grecia le plantee para garantizar una exitosa revisión del programa (que ya no se llama así) de rescate. Así, Grecia puede hacer propuestas e incluso aspirar a que sus pretensiones sobre el tamaño del superávit primario sean tomadas en consideración por “las instituciones”.
  • El Eurogrupo logra blindar el colchón del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) reservado al Fondo de Estabilidad Financiera Heleno de tal forma que sólo pueda ser utilizado para recapitalizar la banca y que el gobierno de Tsipras no pueda acceder a él para financiar el estado. Grecia consigue mirar cómo le restriegan la falta de confianza en su gobierno por parte de sus socios europeos.
  • El Eurogrupo logra descansar durante el fin de semana. Grecia consigue trabajar a destajo para presentar sus medidas a más tardar mañana por la tarde, y que deberán aprobar los técnicos de “las instituciones”.

Por qué perdió Grecia

Tienen razón quienes señalan que Atenas “capituló” y que fue vencida por el germánico Eurogrupo, pero por los motivos equivocados. Grecia perdió, no porque no consiguiera convencer a sus socios del “club”, como el ministro de Economía español, Luis De Guindos, tanto gusta describirlo últimamente, del necesario replanteamiento de la gestión de la crisis en la zona euro, sino porque al rubricar el acuerdo del viernes el Gobierno griego pactó también su dolorosa caída. Y es que a partir de mañana, y durante los próximos cuatro meses, el joven gobierno formado por SYRIZA iniciará un via crucis que lo terminará desgastando hasta su calvario.

Si hasta hace un par de días el tándem Tsipras-Varoufakis venía demandando unos meses de valioso “tiempo para respirar” y poder elaborar su particular plan para salir de la crisis de forma distinta a lo prescrito hasta ahora por Europa —con la ambición última de que dicho plan pudiera servir de patrón para el resto de la periferia del euro— el viernes aceptó someterse a un calendario de pruebas de fuego a ninguna parte.

A esta hora, el para muchos extravagante y temerario ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, está trabajando con su equipo en la formulación de un documento de medidas y reformas alternativas que no supongan el “desmantelamiento de medidas y de cambios unilaterales en las políticas y reformas estructurales que podrían afectar negativamente a los objetivos fiscales, la recuperación económica o la estabilidad financiera, según lo evalúan las instituciones”. Por su parte, el primer ministro Alexis Tsipras está inmerso en las tareas de mantener unidos a los miembros de su alianza política y pacientes a los que le votaron.

El martes, y si Grecia pasa la primera prueba, los ministros de Finanzas del “club” tendrán que dar su visto bueno a las propuestas de Grecia. De ahí, y debido a que los cambios en el programa de rescate a Grecia requieren de aprobación parlamentaria en algunos países miembros de la unión monetaria, a esperar a que el “Ok” sea definitivo.

Luego, a seguir afinando el documento para que, con todo detalle, pueda volver a ser revisado por “las instituciones” y aprobado por el Eurogrupo antes de abril, fecha en la que deberá quedar aprobada de forma definitiva la ampliación del rescate.

Lo anterior nos lleva a junio, cuando, esta vez sí, Grecia presentará su ansiado plan sans programas de rescate. De no ser aceptado dicho plan (prepárense para otra ronda de cumbres de urgencia en Bruselas), Atenas volverá una situación similar a la del viernes pasado: pedir más rescates o marcharse del “club”.

A todo esto, habrá que añadir la letanía de salidas de tono habituales de cargos electos y no electos de Europa, los discursos inflamados, las disensiones entre aliados, los oportunismos políticos, el constante escrutinio de cada movimiento de Varoufakis, los titulares hiperbólicos…

Por qué perdió Europa

Durante semanas, ríos de tinta corrieron analizando lo que Yanis Varoufakis podría suponer al indiscutible enfrentamiento entre dos formas de entender la crisis que padece Europa. Más allá de las banalidades sobre motos, bufandas y chaquetas de cuero, la especialización del economista al frente de las finanzas griegas en Teoría de Juegos cargó de fascinación el análisis previo a un resultado binario: Grecia se pliega o sale del sistema euro.

Ciertamente, la coherencia de Varoufakis desde el inicio de la crisis en su país y en la Unión Europea ha sido inmaculada; tanto a través de su prolífica bibliografía al respecto, como en sus innumerables apariciones en medios de comunicación.

Para quienes hemos seguido de cerca a Varoufakis todos estos años, lo ocurrido el viernes pasado sólo puede leerse de dos maneras: se dio cuenta de que, en efecto, la pequeña Grecia no puede con el Leviatán eurócrata y firmó por miedo a un martes apocalíptico; o sencillamente constató que, precisamente debido a que no hay forma de romper la rigidez del “club”, sólo le queda comprar tiempo para gestionar una salida “limpia” del mismo. El “club” al que, un par de semanas antes de convertirse en ministro, me dijo que Grecia nunca debió entrar, en el que no obstante procuraría permanecer, pero en el que no se mantendría a cualquier precio y mucho menos obligado a “agachar la cabeza y hacer lo que nos dicen por temor a ser expulsados”.

En su comparecencia ante los medios de comunicación tras la reunión del Eurogrupo, su presidente, el holandés Jeroen Dijsselbloem, comenzó celebrando el pacto, pero enseguida y antes de entrar en detalle, advirtió que “la confianza desaparece más rápido de lo que llega”.

Por su parte, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, propinó una última estocada a su homólogo griego, al decir que el Gobierno heleno “va a tener dificultades para explicar este acuerdo a sus votantes”.

Tanto los términos del “acuerdo” como las actitudes de sus principales actores denotan que nada ha cambiado. El antagonismo persiste, como también persisten los ataques a la dignidad de un pueblo y socio de la UE que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, reconocía hace unos días.

El viernes no ganó nadie porque Grecia no está hoy más cerca de Europa y es muy factible que lo que se pactó termine siendo un perverso proceso que la aleje aún más. Otro parche en forma de espada de Damocles que hoy, como el analista Jorge Suárez describía en 2012, “lejos de resolver el problema, condena a Grecia a perecer inmisericordemente decapitada”.

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